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31 de mayo de 2015
29 de mayo de 2015
En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin
Al finalizar la Guerra Civil española en 1939, uno de los muchos destinos al que se dirigieron los exiliados republicanos fue la Unión Soviética. Aunque se trató de una opción minoritaria entre los emigrantes, el país eslavo abrió sus puertas a unos tres mil «niños de la guerra», que fueron evacuados junto con maestros y personal auxiliar, además de exiliados políticos vinculados al PCE y al PSUC, a centenares de marinos y pilotos, y decenas de españoles que estaban en Berlín cuando fue liberado por el Ejército Rojo. A muchos de ellos les aguardaba una vida dura y de sufrimiento: años de internamiento, deportación, política estalinista represiva…
En el Gulag es un exhaustivo trabajo que arroja luz sobre la oscura historia de los emigrantes y exiliados españoles en la Unión Soviética, contribuyendo así a recuperar una página del pasado reciente poco estudiada y apenas conocida por la sociedad actual.
http://www.sellorba.com/en-el-gulag_luiza-iordache_libro-ONFI636-es.html
Russia Beyond the Headlines
De la Guerra civil española al infierno blanco del Gulag
18 de agosto de 2014
Marta Rebón, RBTH
Un capítulo de la historia del exilio español se escribió en la
Unión Soviética. El apoyo al bando republicano despertó la confianza de
los simpatizantes comunistas que escogieron este Estado como un destino
seguro. A otros el desenlace del conflicto bélico los sorprendió en
territorio soviético. Para unos y otros la disensión o el intento de
volver a España fueron motivo de deportación a los campos siberianos. El
libro de la profesora e investigadora Luiza Iordache, “En el Gulag:
españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin”, ahonda
en estas vidas que se vieron atrapadas entre dos fuegos.
Con quince años, Perico Cepeda desembarcó en la Unión Soviética. Era
un “niño de la guerra”, como su
hermano. Sus padres creyeron que en el Este estarían a salvo, lejos de la
España en guerra. La realidad fue otra muy distinta. Cepeda fue trasladado a
orfanatos de Samarcanda y Tiflis, para luego trabajar como lubricador de
maquinaria textil en su afán por huir de la miseria. Más tarde,
viendo que no se le concedía el permiso de salida a España -para los comisarios
políticos un verdadero comunista no solicita irse del “paraíso estalinista”-
buscó una escapatoria desesperada. Junto con otro español, Cepeda intentó pasar
la frontera dentro de un baúl diplomático argentino. El plan fracasó en el
aeropuerto y los implicados fueron condenados a trabajos forzados.
Este es uno de los casos que pueblan el documentado trabajo de
investigación de Luiza Iordache sobre los exiliados caídos en desgracia durante
su estancia en la Unión Soviética: pilotos que seguían su instrucción en la
escuela aérea de Kirovabad, marinos atracados en Odesa, Múrmansk y Teodosia,
“niños de la guerra” o maestros que los acompañaron.
¿Puede considerarse este ensayo una de
las investigaciones más exhaustivas sobre el exilio republicano español en la
Unión Soviética?
Es un tema de estudio relativamente joven en el mundo académico. El
punto de partida han sido las investigaciones sobre los “niños de Rusia”
dirigidas por Alicia Alted y Encarna Nicolás, así como las tesis doctorales de
Susana Castillo, María Magdalena Garrido y la propia Encarna Nicolás. [error de la redactora; se trata de Inmaculada Colomina Limonero]
Luego, los estudios sobre el Partido Comunista español o la
participación republicana en la Gran Guerra Patria abrieron nuevos horizontes
que han contribuido en la recuperación de la memoria de aquel exilio y de sus
distintas facetas.
¿Su procedencia le ha ayudado a
aproximarse con más objetividad a este tema?
Tener la doble nacionalidad rumana y española, estar en la frontera
entre dos mundos con sus respectivos pasados, me ha permitido, de alguna
manera, alcanzar la objetividad a la que obliga el rigor académico. La memoria
de las víctimas de cualquier dictadura, sea ésta rumana, estalinista o
franquista debe ser rescatada.
Y esta recuperación no obedece a mitos o historias oficiales. Por
ello, estudios de este tipo no deben ser utilizados para justificar mitos como
el de “Rusia es culpable” o como un ataque a la Unión Soviética, el PCE o el
PCUS, o a cualquier otro actor político.
Ha dividido a las víctimas por grupos a
la hora de trazar itinerarios. ¿Fue muy diferente la suerte de cada uno de
ellos?
Toda persona que conoció el Gulag pasó por una experiencia de
sufrimiento, penuria y enfermedad. El colectivo más importante de españoles
presos fue el de los marinos, después el de los pilotos, seguido por el de los
exiliados políticos y algunos maestros de los “niños de la guerra”.
Otro tema sensible son doscientos de estos niños que, según el
Archivo Histórico del PCE, fueron encarcelados o internados por hurto, cuando
se trataba de actos de pura supervivencia porque el hambre hacía estragos.
El esfuerzo se ha traducido en la
posibilidad de redactar una lista de los españoles que pasaron por el Gulag.
La primera la publiqué en 2009. Considero que la actual tampoco es
completa. Para que lo fuera sería necesario consultar documentación todavía
clasificada de la antigua Unión Soviética en archivos rusos elaborada por el
PCUS, la Alianza de la Cruz Roja y Media Luna Roja soviéticas o el NKVD y el
Narkomindel. Su hermetismo imposibilita profundizar en la cuestión.
Pero, aun así, el esfuerzo de muchos años se ha visto recompensado con la
recuperación de estos nombres y apellidos de víctimas y el agradecimiento por
parte de las familias cuando les facilitaba documentos o cartas olvidadas en
algún archivo.
Para estas personas los “salvadores” se
convirtieron en “verdugos”.
La Unión Soviética fue uno de los pocos países que acogieron a
exiliados republicanos. El hecho de que un país “amigo” castigara a algunos
centenares de españoles puede resultar sorprendente, pero se debió a la naturaleza del
propio sistema estalinista, basado en el miedo y el terror, y a las
circunstancias políticas de la época.
Una vez finalizada la Guerra Civil y tomada conciencia de la realidad
soviética, algunos grupos de españoles formados por marinos, pilotos y maestros
pidieron volver a España. A los españoles detenidos en las redadas de la década
de 1940 se les acusó de haber intentado salir de la Unión Soviética. Otros por
discrepar con la línea política del Kremlin y las posiciones dogmáticas del
PCE, o por cualquier comentario considerado ofensivo.
¿Se hizo alguna distinción con estos
presos por su procedencia?
El Gulag fue igual para todos. Sufrieron y malvivieron en igualdad de
condiciones. La represión estalinista no hacía distinciones. Los extranjeros,
sin importar lo que hubieran hecho o no, eran sospechosos de espionaje,
candidatos perfectos para el arresto y el internamiento. Así, en el Gulag
volvieron a encontrarse las dos Españas, prisioneros de la División Azul con
marinos y pilotos republicanos. A partir de 1948 convivieron en distintos
campos occidentales de la URSS unidos por un único fin: sobrevivir a aquel “mil
veces maldito infierno” y regresar a España.
¿Cuándo se produjo la primera
repatriación?
Fue en verano de 1939 y se trató de un hecho excepcional porque las
autoridades franquistas se encontraron con un hecho consumado: 129 marinos
congregados en Estambul. No les quedó más remedio que repatriarlos.
Entre 1940 y 1941, unos 80 pilotos, marinos y maestros se
beneficiaron del permiso soviético de salida. Pero en este caso sus expedientes
pasaron por el tamiz de la DGS (Dirección General de Seguridad), y hasta junio
de 1941 solo diez españoles pudieron volver en expediciones individuales.
¿Qué hubiera pasado sin la presión
internacional?
Entre 1945 y 1954 distintos organismos realizaron gestiones para la
repatriación de los presos españoles en el Gulag, pero no tuvieron un desenlace
positivo porque la Unión Soviética contestó con el silencio. Todos los
gobiernos que tenían ciudadanos presos se encontraron con el mismo obstáculo.
El giro se produjo tras la muerte de Stalin en 1953, cuando las amnistías
promulgadas abrieron las puertas de los campos penitenciarios. Muchos presos
recuperaron la libertad, entre ellos, prisioneros de la División Azul,
maestros, exiliados, etc. que regresaron a España en las expediciones
organizadas en 1954 y entre 1956 y 1959.
¿Ha podido rescatar muchos testimonios
orales?
No he podido recabar un gran número de ellos por distintas razones.
La mayor parte de los supervivientes han fallecido y parte de los que todavía
viven no han querido relatar su experiencia.
Otros testigos de la época se mostraron reacios a hablar de la
represión estalinista, más allá de su propia vivencia y el tributo de gratitud
que se granjeó la Unión Soviética con su política de acogida de exiliados. Sus
descendientes, en muchos casos, poco sabían de ese pasado. Por eso, me concentré
en la recopilación de material documental -correspondencia, manuscritos,
diarios, autobiografías, fotografías- que pudieran tener las familias y en la
investigación en archivos españoles y extranjeros. La información solía ser
incompleta y sesgada.
Hace un guiño a obras literarias como Vida y destino. ¿De qué manera le ha ayudado la literatura?
La novela de Vasili Grossman, así como Archipiélago Gulag, Relatos
de Kolimá o El Vértigo me han
permitido aproximarme a esa realidad. Todas suponen un proceso de aprendizaje y
en ellas he podido encontrar las claves para comprender los mecanismos de
funcionamiento de aquel sistema represivo, la destrucción lenta y sistemática
del ser humano.
La Vanguardia
Jordi Amat
El siglo de los campos
La Vanguardia
El Mundo
El Confidencial
Un libro repasa la diáspora republicana tras la guerra
La traición comunista que mandó a los exiliados españoles al Gulag
Un
libro repasa la diáspora republicana tras la Guerra Civil y cómo muchos
de los que huyeron a la URSS acabaron presos de los campos de
concentración
156
marinos, 200 pilotos de la última promoción de la academia de pilotos
rusa de Kirovabad, 200 exiliados políticos, 130 maestros y 2.895 niños de la guerra. Todos ellos llegaron a la Unión Soviética escapando de una España rota, derruida y en la que la dictadura avanzaba a sus anchas.
La URSS fue el único país que apoyó a la República durante la Guerra Civil, enviando combatientes y provisiones, por lo que muchos de los que huían veían en suelo soviético la mejor opción.
Sueños de una vida mejor, en libertad, que para muchos se vieron truncados. La vida en la URSS no fue un camino de rosas, sino que muchos vieron cómo terminaban escapando de la represión de la posguerra para terminar con sus huesos en un Gulag, los campos de trabajo para prisioneros políticos y opositores del régimen de Stalin.
Este caso poco estudiado de republicanos detenidos por el gobierno comunista de la URSS es el leitmotiv del libro En el Gulag, Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin (Ediciones RBA), de Luiza Iordache Cârstea, profesora en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Cataluña, y que ha analizado un profundo estudio de la “diáspora republicana” y de cómo muchos acabaron presos y nunca pudieron abandonar suelo soviético.
Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictadurasUn tema que, como reconoce la autora a El Confidencial, es estudiado desde hace poco: “Hasta fechas relativamente recientes, la historia de los republicanos españoles en el Gulag fue un tema poco trillado en las investigaciones académicas. A través del presente libro, considero que el tema queda agotado debido a las múltiples facetas que aborda”.Para ello Luiza Iordache tratará no sólo la trayectoria de los republicanos españoles, sino también las “políticas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el Partido Comunista Español (PCE) que les afectaron, las gestiones para su liberación llevados a cabo por el Gobierno de la República española en el exilio, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos y la España franquista, y el proceso de repatriación” explica.
Cuatro años de investigación en una treintena de archivos españoles y otros europeos, en los que la autora lamenta “el hermetismo de los archivos de la antigua URSS” lo que imposibilitó profundizar en la cuestión en base a documentación relevante producida por el PCUS, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Externos (NKID) o el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD).
Un libro, cuyo germen está en su propia tesis doctoral, que reconoce que el debate sobre la memoria histórica española ha hecho que muchos proyectos de investigación hayan salido adelante. Iordache es consciente de que todos estos estudios suelen ser usados como arma arrojadiza política, y por ello en la introducción a su trabajo deja muy claro que “no es una vía fácil para sacar provecho partidista a través de panegíricos de cualquier índole política”.
“La tardía Ley de la Memoria Histórica, con sus virtudes y defectos, fomentó la apertura de archivos, la digitalización de documentación situada en el extranjero y la desclasificación de documentos. Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictaduras. Es un ejercicio de madurez democrática, siguiendo el ejemplo de otros países con un pasado autoritario o totalitario” comenta al respecto Luiza Iordache.
Presos por nada
La pregunta que Luiza Iordache intenta responder en su libro es por qué maestros, marinos e incluso niños de la guerra fueron confinados en un Gulag. La respuesta la encuentra en un poema de Anna Ajmátova: por nada. No había ningún motivo por el que muchos de ellos tuvieran que terminar en campos de concentración.
Prisioneros en un gulag (CC)
Se les detuvo por haber manifestado su deseo de salir de la URSS, o por oponerse a la línea política del Kremlin. Fueron víctimas de un régimen estalinista fundamentado en la violencia y el terror político y social. A pesar de ello, la mayor parte de españoles conserva un recuerdo de agradecimiento hacia los ciudadanos y el país que les cuidó, les acogió y les crió.
Una de las partes más polémicas del libro es aquella que explica cómo el PCE (con una cúpula en la que se encontraban entre otros Ibárruri, Carrillo, Claudín y Uribe), primero con su silencio, y más tarde con acusaciones directas, colaboró con la Unión Soviética para que los republicanos españoles fueran apresados.
“Su política osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación” explica la autora del libro. Los amigos del pasado en el frente eran los nuevos enemigos.
Negociación en el exilio
El libro dedica especial atención a las negociaciones que se llevaron a cabo para la vuelta de los españoles que habían llegado a la URSS. No sólo por parte del gobierno franquista, para el que cada remesa de exiliados que volvían al país suponía una inmejorable campaña de publicidad, sino también, dentro de su aislamiento, el gobierno de la república española en el exilio.
La política del PCE osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación“Las gestiones de ambos fracasaron debido al silencio soviético, obstáculo con el que se encontraron otros gobiernos que tenían a sus ciudadanos recluidos en la URSS. No obstante, la campaña político-diplomática, humanitaria y periodística más contundente la llevó a cabo la Federación Española de Deportados e Internados Políticos desde Francia. Pese a todos aquellos intentos, la liberación y repatriación de los presos españoles fue posible gracias a la política de apertura promovida por el Kremlin y las sucesivas amnistías promulgadas tras la muerte de Stalin” explica Luiza Iordache. La autora reconoce que al principio fue difícil no emocionarse cuando leía las memorias de los presos, o cuando escuchaba los testimonios de sus familias o incluso de los pilotos supervivientes que estuvieron presos en la URSS, aunque a medida “que iba avanzando en la investigación, me acostumbré a escuchar y a leer ‘la tragedia’ en sus cartas, poemas, memorias, autobiografías”.
Y de entre todas las historias la que más le conmovió fue una llena de atrocidades, en las que la la autora no se recrea, acudiendo al dato objetivo y al hecho concreto, a pesar de hablar de “un mundo de torturas, castigos, privaciones, trabajos forzados, dolor y lágrimas”, como describe Luiza Iordache lo que ocurría dentro de los Gulag.
Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas“Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas. Tal vez al público le sorprenderá más el intento fracasado de huida en baúles diplomáticos argentinos de dos españoles, un episodio que puso de relieve la desesperación por salir de la URSS y que condujo a pavorosas torturas en las temibles cárceles de Lubianka y Lefortovo, y después a los campos de trabajo forzados” añade.
La URSS fue el único país que apoyó a la República durante la Guerra Civil, enviando combatientes y provisiones, por lo que muchos de los que huían veían en suelo soviético la mejor opción.
Sueños de una vida mejor, en libertad, que para muchos se vieron truncados. La vida en la URSS no fue un camino de rosas, sino que muchos vieron cómo terminaban escapando de la represión de la posguerra para terminar con sus huesos en un Gulag, los campos de trabajo para prisioneros políticos y opositores del régimen de Stalin.
Este caso poco estudiado de republicanos detenidos por el gobierno comunista de la URSS es el leitmotiv del libro En el Gulag, Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin (Ediciones RBA), de Luiza Iordache Cârstea, profesora en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Cataluña, y que ha analizado un profundo estudio de la “diáspora republicana” y de cómo muchos acabaron presos y nunca pudieron abandonar suelo soviético.
Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictadurasUn tema que, como reconoce la autora a El Confidencial, es estudiado desde hace poco: “Hasta fechas relativamente recientes, la historia de los republicanos españoles en el Gulag fue un tema poco trillado en las investigaciones académicas. A través del presente libro, considero que el tema queda agotado debido a las múltiples facetas que aborda”.Para ello Luiza Iordache tratará no sólo la trayectoria de los republicanos españoles, sino también las “políticas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el Partido Comunista Español (PCE) que les afectaron, las gestiones para su liberación llevados a cabo por el Gobierno de la República española en el exilio, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos y la España franquista, y el proceso de repatriación” explica.
Cuatro años de investigación en una treintena de archivos españoles y otros europeos, en los que la autora lamenta “el hermetismo de los archivos de la antigua URSS” lo que imposibilitó profundizar en la cuestión en base a documentación relevante producida por el PCUS, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Externos (NKID) o el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD).
Un libro, cuyo germen está en su propia tesis doctoral, que reconoce que el debate sobre la memoria histórica española ha hecho que muchos proyectos de investigación hayan salido adelante. Iordache es consciente de que todos estos estudios suelen ser usados como arma arrojadiza política, y por ello en la introducción a su trabajo deja muy claro que “no es una vía fácil para sacar provecho partidista a través de panegíricos de cualquier índole política”.
“La tardía Ley de la Memoria Histórica, con sus virtudes y defectos, fomentó la apertura de archivos, la digitalización de documentación situada en el extranjero y la desclasificación de documentos. Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictaduras. Es un ejercicio de madurez democrática, siguiendo el ejemplo de otros países con un pasado autoritario o totalitario” comenta al respecto Luiza Iordache.
Presos por nada
La pregunta que Luiza Iordache intenta responder en su libro es por qué maestros, marinos e incluso niños de la guerra fueron confinados en un Gulag. La respuesta la encuentra en un poema de Anna Ajmátova: por nada. No había ningún motivo por el que muchos de ellos tuvieran que terminar en campos de concentración.
Prisioneros en un gulag (CC)
Se les detuvo por haber manifestado su deseo de salir de la URSS, o por oponerse a la línea política del Kremlin. Fueron víctimas de un régimen estalinista fundamentado en la violencia y el terror político y social. A pesar de ello, la mayor parte de españoles conserva un recuerdo de agradecimiento hacia los ciudadanos y el país que les cuidó, les acogió y les crió.
Una de las partes más polémicas del libro es aquella que explica cómo el PCE (con una cúpula en la que se encontraban entre otros Ibárruri, Carrillo, Claudín y Uribe), primero con su silencio, y más tarde con acusaciones directas, colaboró con la Unión Soviética para que los republicanos españoles fueran apresados.
“Su política osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación” explica la autora del libro. Los amigos del pasado en el frente eran los nuevos enemigos.
Negociación en el exilio
El libro dedica especial atención a las negociaciones que se llevaron a cabo para la vuelta de los españoles que habían llegado a la URSS. No sólo por parte del gobierno franquista, para el que cada remesa de exiliados que volvían al país suponía una inmejorable campaña de publicidad, sino también, dentro de su aislamiento, el gobierno de la república española en el exilio.
La política del PCE osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación“Las gestiones de ambos fracasaron debido al silencio soviético, obstáculo con el que se encontraron otros gobiernos que tenían a sus ciudadanos recluidos en la URSS. No obstante, la campaña político-diplomática, humanitaria y periodística más contundente la llevó a cabo la Federación Española de Deportados e Internados Políticos desde Francia. Pese a todos aquellos intentos, la liberación y repatriación de los presos españoles fue posible gracias a la política de apertura promovida por el Kremlin y las sucesivas amnistías promulgadas tras la muerte de Stalin” explica Luiza Iordache. La autora reconoce que al principio fue difícil no emocionarse cuando leía las memorias de los presos, o cuando escuchaba los testimonios de sus familias o incluso de los pilotos supervivientes que estuvieron presos en la URSS, aunque a medida “que iba avanzando en la investigación, me acostumbré a escuchar y a leer ‘la tragedia’ en sus cartas, poemas, memorias, autobiografías”.
Y de entre todas las historias la que más le conmovió fue una llena de atrocidades, en las que la la autora no se recrea, acudiendo al dato objetivo y al hecho concreto, a pesar de hablar de “un mundo de torturas, castigos, privaciones, trabajos forzados, dolor y lágrimas”, como describe Luiza Iordache lo que ocurría dentro de los Gulag.
Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas“Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas. Tal vez al público le sorprenderá más el intento fracasado de huida en baúles diplomáticos argentinos de dos españoles, un episodio que puso de relieve la desesperación por salir de la URSS y que condujo a pavorosas torturas en las temibles cárceles de Lubianka y Lefortovo, y después a los campos de trabajo forzados” añade.
El Imparcial
Españoles republicanos en el Gulag
Hace más de cuatro años salió un pequeño libro algo pionero
sobre uno de los episodios más tristes, vergonzosos y olvidados de la
posguerra civil española – el encarcelamiento de unos 346 republicanos
españoles en los campos de concentración soviéticos, algunos de los
cuales murieron – que no tuvo el eco ni la distribución que merecía.
El librito era un resumen de la tesis doctoral de Luiza Iordache, una rumana afincada en Barcelona. Ya ha salido toda la tesis, y ampliada, en un libro de casi 700 páginas, publicado por RBA con prólogo del historiador Ángel Viñas, que cuenta con muchos más detalles este drama que ha permanecido demasiado tiempo en la oscuridad.
La historia contada en “En el Gulag” es conmovedora y con nombres y apellidos. Hay una lista de los encarcelados o internados al final del libro: 193 niños de la guerra evacuados en las expediciones de 1937 y 1938 (de un total de 2.895); 64 personas de la marinería (de un total de 156 tripulantes de los barcos que realizaban el transporte de materiales de guerra y víveres); 40 pilotos (de un total de unos 200 enviados por el Gobierno de la República, a quienes el colapso de la República atrapó en medio de su programa de entrenamiento y perfeccionamiento); 4 maestros de los niños de la guerra (de un total de 130); 9 exiliados políticos (de un total de 890 que llegaron paulatinamente desde el final de la guerra); y 36 presos españoles que llegaron a la URSS en 1945, procedentes de Berlín. La mayoría de estos españoles se refugió en Francia durante la guerra civil, o al final de esta. Se establecieron allí hasta que las tropas nazis, al ocupar parte del territorio francés, se los llevaron a trabajar como prisioneros de guerra en Alemania.
La no intervención en el conflicto español por parte de Francia e Inglaterra forzó al bando republicano a depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la Unión Soviética.
Cuando la guerra terminó, muchas de las personas en la URSS querían regresar con sus familias en España, aunque corrieran peligro en la dictadura de Franco, o ir a otro país, preferentemente en América Latina por la afinidad lingüística y cultural. Pero esta actitud fue considerada antisoviética/trotskista (enemiga del pueblo), tanto por el Partido Comunista Español (PCE) como por las autoridades en Moscú. Todo el que no es comunista es anticomunista, el que no está conmigo está en contra de mí, fue la mentalidad estalinista. Además, la situación internacional cambió bruscamente cinco meses después del final de la guerra en España con el pacto Molotov-Ribbentrop de agosto de 1939.
Entre los casos más dramáticos está el de Federico Gonzalo González, condenado en 1941 por su negativa a participar en una suscripción voluntaria al empréstito interno del Estado con el 10% de su sueldo; Joan Bellobi Roig, casado con una rusa, condenado por haber enseñado una foto de sus familiares residentes en España, de los que afirmó que iban bien vestidos, apreciación que en aquellos tiempos podría ser considerada como propaganda antisoviética; Julián Fuster Ribó, médico, arrestado en 1948 por haberse olvidado colgar la contraseña de entrada en el trabajo, dando lugar a un cruce de réplicas que en aquellos momentos podían ser consideradas antisoviéticas (no pudo regresar a España hasta 1959), y Juan Blasco Cobo, metido en un calabozo frío y lleno de barro, donde para lograr la máxima desesperación del preso y extraer su confesión se utilizaba el método de gota de agua que caía del techo. Fuster, internado en uno de los peores campos de trabajos forzados en la región de Karaganda, sale mencionado en la obra “Archipiélago Gulag” del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn.
En 1948, José Tuñón, que había llegado a la URSS como un niño de la guerra, se metió en el baúl de un diplomático argentino en un avión y cuando llevaban 12 minutos volando empezó a golpear dentro de la maleta porque se asfixiaba. Fue descubierto. Algo similar pasó con Pedro Cepeda Sánchez, otro niño de la guerra atrapado en el paraíso estalinista. Su hija Ana ha editado las memorias de su padre en “Harina de otro costal”, publicado hace poco por Quemada Ediciones.
Pocos pudieron entender por qué fueron detenidos. Preguntada al respecto, la poetisa rusa Anna Ajimátova, con amigos entre la comunidad española, dijo: “¿Por qué? ¿Cómo por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada”. Las autoridades soviéticas, en el contexto de la guerra fría, querían evitar a toda costa la difamación de la URSS y del PCE que suponía la salida de los exiliados españoles.
Particularmente vergonzosa, aunque no sorprendente, era la complicidad de los dirigentes comunistas españoles Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín, todos estalinistas, con la persecución de sus compatriotas acusados de disidentes, y que siguieron manteniendo silencio sobre el asunto, que conocían de antemano, cuando empezó una campaña a partir del 1947 en el extranjero para lograr la liberación de los españoles en los campos. Carrillo, en cuyo libro de memorias (1993) evita cualquier referencia a estos asuntos, llamó a las personas que querían salir de la URSS en una reunión en 1947, según recuerda el comunista italiano Ettore Vanni, “traidores que dejan el país socialista para ir a vivir entre los capitalistas”. Alguien gritó en la reunión, “hay que darles un tiro en la espalda”.
Para combatir las calumniosas noticias sobre los presos españoles que empezaban a ser publicadas en el extranjero, la revista Novi-Saet (Tiempos Nuevos) señalaba que los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. De los más surreal es que algunos presos trabajando en una fábrica de papel leyeron esta noticia en Novi-Saet.
El libro termina con las repatriaciones de españoles republicanos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, junto con más de 200 prisioneros de la División Azul, la unidad de voluntarios que luchó contra los rusos durante la guerra. Algunos de estos rojos habían compartido el mismo campo que los azules.
¡Chapeau a la autora para este magnífico, riguroso y necesario libro!
http://www.elimparcial.es/noticia/141315/Espanoles-republicanos-en-el-Gulag.html
El destino quiso que personas como el
piloto de aviación ourensano José Romero Carreira y más de medio
centenar de marinos mercantes gallegos de los barcos de la República que
trasladaban mercancías entre la URSS y España quedaran en la Unión
Soviética sin posibilidad de regreso a casa o sin poder lograr un rápido
traslado a países como México. Lo mismo ocurrió a niños de la guerra o a
exiliados que se hartaron de la realidad soviética y desearon regresar a
casa o, simplemente, cambiar de vida en otras latitudes.
Una buena parte de ellos, como ya es sabido, acabaron en los campos de trabajo e internamiento (gulag) acusados de traicionar a la patria de los soviets o de ser espías. La obra En el gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin, de la investigadora rumana pero afincada en España Luiza Iordache, profundiza sobre estas vidas que darían para meses y meses de metraje de películas.
La obra (RBA Libros), de 663 páginas, supone una de las investigaciones más detalladas sobre los republicanos españoles en los gulag. "Durante más de tres años, he ido tras la pista de los grupos de republicanos españoles en el gulag. He escudriñado casi una treintena de archivos, fundaciones, centros de documentación y bibliotecas, amén de buscar y rescatar del olvido algunos de los archivos personales de las víctimas", escribe Iordache en el volumen. En este, apunta que la cifra del exilio republicano español en dicha república alcanzó a 4.315 personas entre marinos, aviadores o estudiantes de la academia de aviación, niños, profesores o exiliados.
El libro repasa vidas, acontecimientos históricos, que hielan el alma al conocer la lucha -infructuosa para algunos, ya que fallecieron en los campos de concentración- de ser repatriados a España o enviados al extranjero reclamando a Stalin o Nikita Jrushchov su liberación.
En una carta desde el campo de Karagandá, en enero de 1947, dirigida a familiares de presos en Asturias, Pobra de Broullón en Lugo y Cáceres se señalaba que "llevamos diez años no pudiendo conseguir nuestra repatriación y los últimos cinco esclavizados, sino fuese una cosa tan delicada para un país que pregona tanto el bien".
Finalmente, la liberación llegaría para la gran mayoría en 1954, un año después de fallecer Stalin. Otros como el cirujano Julián Fuster Ribó -nacido en Vigo y del que el suplemento Estela de FARO ha publicado algún retazo vital- la liberación del gulag llegaría en 1955 pero el permiso para viajar a España no se produciría hasta 1959. "El médico -señala Iordache- fue a parar a uno de los campos concentracionarios más duros del archipiélago Gulag: Kenguir, el campo central de las estepas".
Allí, el 16 de mayo de 1954 vivió uno de los episodios más cruentos de la insurrección de los 40 días de Kenguir cuando los presos invadieron el campo de las mujeres y reclamaron mejor trato. "Hacia las cuatro de la madrugada -relataba el propio médico en un escrito recogido por En el gulag- me despertó el tronar de un cañonero. (...) ¿De dónde podía proceder? Podía imaginar y prever heridas de bala en la situación en que vivía el campo, pero heridas de metralla capaces de destrozar un muslo no las había vuelto a ver desde la terminación de la guerra. Pero en un campo de presos indefensos, desarmados, aquel cañoneo me dejó atónito. Siguieron a un primer herido decenas de otros que en pocos minutos llenaron todas las salas y pasillos del hospital. Eran las cuatro y media cuando entré en quirófano: allí estuve sin poder abandonarlo hasta el siguiente día por la mañana. Protagonista de dos guerras, un sudor frío me cubría el cuerpo. Mis ayudantes me comunicaron lo sucedido. A las cuatro de la mañana, mientras todos dormían en el campo, los tanques habían irrumpido en el campo con los cañones enfilados y vomitando metralla. Todo duró exactamente diez minutos". El resultado fueron 120 muertos, cientos trasladados a cárceles especiales y otros miles trasladados a otros campos de Siberia". Esta argumentación la escribió Fuster en una carta protesta a Jrushchov.
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2014/09/14/fuerza-gallega-reto-stalin/1093792.html
El librito era un resumen de la tesis doctoral de Luiza Iordache, una rumana afincada en Barcelona. Ya ha salido toda la tesis, y ampliada, en un libro de casi 700 páginas, publicado por RBA con prólogo del historiador Ángel Viñas, que cuenta con muchos más detalles este drama que ha permanecido demasiado tiempo en la oscuridad.
La historia contada en “En el Gulag” es conmovedora y con nombres y apellidos. Hay una lista de los encarcelados o internados al final del libro: 193 niños de la guerra evacuados en las expediciones de 1937 y 1938 (de un total de 2.895); 64 personas de la marinería (de un total de 156 tripulantes de los barcos que realizaban el transporte de materiales de guerra y víveres); 40 pilotos (de un total de unos 200 enviados por el Gobierno de la República, a quienes el colapso de la República atrapó en medio de su programa de entrenamiento y perfeccionamiento); 4 maestros de los niños de la guerra (de un total de 130); 9 exiliados políticos (de un total de 890 que llegaron paulatinamente desde el final de la guerra); y 36 presos españoles que llegaron a la URSS en 1945, procedentes de Berlín. La mayoría de estos españoles se refugió en Francia durante la guerra civil, o al final de esta. Se establecieron allí hasta que las tropas nazis, al ocupar parte del territorio francés, se los llevaron a trabajar como prisioneros de guerra en Alemania.
La no intervención en el conflicto español por parte de Francia e Inglaterra forzó al bando republicano a depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la Unión Soviética.
Cuando la guerra terminó, muchas de las personas en la URSS querían regresar con sus familias en España, aunque corrieran peligro en la dictadura de Franco, o ir a otro país, preferentemente en América Latina por la afinidad lingüística y cultural. Pero esta actitud fue considerada antisoviética/trotskista (enemiga del pueblo), tanto por el Partido Comunista Español (PCE) como por las autoridades en Moscú. Todo el que no es comunista es anticomunista, el que no está conmigo está en contra de mí, fue la mentalidad estalinista. Además, la situación internacional cambió bruscamente cinco meses después del final de la guerra en España con el pacto Molotov-Ribbentrop de agosto de 1939.
Entre los casos más dramáticos está el de Federico Gonzalo González, condenado en 1941 por su negativa a participar en una suscripción voluntaria al empréstito interno del Estado con el 10% de su sueldo; Joan Bellobi Roig, casado con una rusa, condenado por haber enseñado una foto de sus familiares residentes en España, de los que afirmó que iban bien vestidos, apreciación que en aquellos tiempos podría ser considerada como propaganda antisoviética; Julián Fuster Ribó, médico, arrestado en 1948 por haberse olvidado colgar la contraseña de entrada en el trabajo, dando lugar a un cruce de réplicas que en aquellos momentos podían ser consideradas antisoviéticas (no pudo regresar a España hasta 1959), y Juan Blasco Cobo, metido en un calabozo frío y lleno de barro, donde para lograr la máxima desesperación del preso y extraer su confesión se utilizaba el método de gota de agua que caía del techo. Fuster, internado en uno de los peores campos de trabajos forzados en la región de Karaganda, sale mencionado en la obra “Archipiélago Gulag” del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn.
En 1948, José Tuñón, que había llegado a la URSS como un niño de la guerra, se metió en el baúl de un diplomático argentino en un avión y cuando llevaban 12 minutos volando empezó a golpear dentro de la maleta porque se asfixiaba. Fue descubierto. Algo similar pasó con Pedro Cepeda Sánchez, otro niño de la guerra atrapado en el paraíso estalinista. Su hija Ana ha editado las memorias de su padre en “Harina de otro costal”, publicado hace poco por Quemada Ediciones.
Pocos pudieron entender por qué fueron detenidos. Preguntada al respecto, la poetisa rusa Anna Ajimátova, con amigos entre la comunidad española, dijo: “¿Por qué? ¿Cómo por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada”. Las autoridades soviéticas, en el contexto de la guerra fría, querían evitar a toda costa la difamación de la URSS y del PCE que suponía la salida de los exiliados españoles.
Particularmente vergonzosa, aunque no sorprendente, era la complicidad de los dirigentes comunistas españoles Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín, todos estalinistas, con la persecución de sus compatriotas acusados de disidentes, y que siguieron manteniendo silencio sobre el asunto, que conocían de antemano, cuando empezó una campaña a partir del 1947 en el extranjero para lograr la liberación de los españoles en los campos. Carrillo, en cuyo libro de memorias (1993) evita cualquier referencia a estos asuntos, llamó a las personas que querían salir de la URSS en una reunión en 1947, según recuerda el comunista italiano Ettore Vanni, “traidores que dejan el país socialista para ir a vivir entre los capitalistas”. Alguien gritó en la reunión, “hay que darles un tiro en la espalda”.
Para combatir las calumniosas noticias sobre los presos españoles que empezaban a ser publicadas en el extranjero, la revista Novi-Saet (Tiempos Nuevos) señalaba que los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. De los más surreal es que algunos presos trabajando en una fábrica de papel leyeron esta noticia en Novi-Saet.
El libro termina con las repatriaciones de españoles republicanos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, junto con más de 200 prisioneros de la División Azul, la unidad de voluntarios que luchó contra los rusos durante la guerra. Algunos de estos rojos habían compartido el mismo campo que los azules.
¡Chapeau a la autora para este magnífico, riguroso y necesario libro!
http://www.elimparcial.es/noticia/141315/Espanoles-republicanos-en-el-Gulag.html
Faro de Vigo
La lucha por la libertad en el país de los soviets
La fuerza gallega que retó a Stalin
La negativa de republicanos a seguir viviendo en la URSS puso en jaque a los soviéticos que acabaron por encarcelar a gallegos disidentes » Un nuevo libro trata sobre ellos
A finales de los años 30 y principios de
los 40, para una inmensa mayoría de republicanos españoles pisar la
entonces denominada Unión Soviética suponía un "honor". No olvidaban que
en la Guerra Civil, la cuna de Stalin había ofrecido ayuda material al
bando republicano además de acoger a los "niños de la guerra" evacuados.
Como añadido, en ellos, había hecho mella la propaganda de revistas
soviéticas ilustradas que alababan la situación de campesinos y obreros
del "país idílico del proletariado". Eran jóvenes, rebeldes. Algunos
querían comerse el mundo, otros simplemente ser libres o vivir.
Prisioneros trabajando en el canar Mar Blanco-Báltico.
// En el gulag
Una buena parte de ellos, como ya es sabido, acabaron en los campos de trabajo e internamiento (gulag) acusados de traicionar a la patria de los soviets o de ser espías. La obra En el gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin, de la investigadora rumana pero afincada en España Luiza Iordache, profundiza sobre estas vidas que darían para meses y meses de metraje de películas.
La obra (RBA Libros), de 663 páginas, supone una de las investigaciones más detalladas sobre los republicanos españoles en los gulag. "Durante más de tres años, he ido tras la pista de los grupos de republicanos españoles en el gulag. He escudriñado casi una treintena de archivos, fundaciones, centros de documentación y bibliotecas, amén de buscar y rescatar del olvido algunos de los archivos personales de las víctimas", escribe Iordache en el volumen. En este, apunta que la cifra del exilio republicano español en dicha república alcanzó a 4.315 personas entre marinos, aviadores o estudiantes de la academia de aviación, niños, profesores o exiliados.
El libro repasa vidas, acontecimientos históricos, que hielan el alma al conocer la lucha -infructuosa para algunos, ya que fallecieron en los campos de concentración- de ser repatriados a España o enviados al extranjero reclamando a Stalin o Nikita Jrushchov su liberación.
En una carta desde el campo de Karagandá, en enero de 1947, dirigida a familiares de presos en Asturias, Pobra de Broullón en Lugo y Cáceres se señalaba que "llevamos diez años no pudiendo conseguir nuestra repatriación y los últimos cinco esclavizados, sino fuese una cosa tan delicada para un país que pregona tanto el bien".
Finalmente, la liberación llegaría para la gran mayoría en 1954, un año después de fallecer Stalin. Otros como el cirujano Julián Fuster Ribó -nacido en Vigo y del que el suplemento Estela de FARO ha publicado algún retazo vital- la liberación del gulag llegaría en 1955 pero el permiso para viajar a España no se produciría hasta 1959. "El médico -señala Iordache- fue a parar a uno de los campos concentracionarios más duros del archipiélago Gulag: Kenguir, el campo central de las estepas".
Allí, el 16 de mayo de 1954 vivió uno de los episodios más cruentos de la insurrección de los 40 días de Kenguir cuando los presos invadieron el campo de las mujeres y reclamaron mejor trato. "Hacia las cuatro de la madrugada -relataba el propio médico en un escrito recogido por En el gulag- me despertó el tronar de un cañonero. (...) ¿De dónde podía proceder? Podía imaginar y prever heridas de bala en la situación en que vivía el campo, pero heridas de metralla capaces de destrozar un muslo no las había vuelto a ver desde la terminación de la guerra. Pero en un campo de presos indefensos, desarmados, aquel cañoneo me dejó atónito. Siguieron a un primer herido decenas de otros que en pocos minutos llenaron todas las salas y pasillos del hospital. Eran las cuatro y media cuando entré en quirófano: allí estuve sin poder abandonarlo hasta el siguiente día por la mañana. Protagonista de dos guerras, un sudor frío me cubría el cuerpo. Mis ayudantes me comunicaron lo sucedido. A las cuatro de la mañana, mientras todos dormían en el campo, los tanques habían irrumpido en el campo con los cañones enfilados y vomitando metralla. Todo duró exactamente diez minutos". El resultado fueron 120 muertos, cientos trasladados a cárceles especiales y otros miles trasladados a otros campos de Siberia". Esta argumentación la escribió Fuster en una carta protesta a Jrushchov.
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2014/09/14/fuerza-gallega-reto-stalin/1093792.html
En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin.
Miguel Platón- La joven profesora rumana Luiza Iordache, de 33 años, perteneciente a
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad
Internacional de Cataluña, ha escrito una obra de referencia sobre la
peripecia de los miles de españoles que llegaron a la Unión Soviética
por distintos avatares relacionados con la Guerra Civil o la Segunda
Guerra Mundial, y que luego pasaron largo tiempo retenidos por la
dictadura comunista.
El libro está basado en la tesis doctoral que la autora presentó en
la Universidad Autónoma de Barcelona y constituye, en conjunto, un
excelente trabajo de investigación, muy por encima de lo que es habitual
en las universidades españolas.
Los compatriotas que padecieron el Gulag no fueron un colectivo uniforme, sino que tenían distintos orígenes: marinos mercantes o militares que seguían cursos de instrucción a quienes sorprendió el final de la guerra en la URSS, comunistas caídos en desgracia, prisioneros de la División Azul, paisanos capturados en Alemania en 1945, etc.
Muchos de ellos pasaron más de diez años en campos de concentración y hasta la muerte de Stalin, en 1953, no se atendieron sus peticiones para abandonar la Unión Soviética y, en la mayoría de los casos, regresar a España. El Gobierno de Franco efectuó a partir de 1945 gestiones reiteradas y discretas, que sólo empezaron a rendir frutos ocho años después.
Luiza Iordache relata numerosos testimonios personales y describe, asimismo, el comportamiento siniestro de los dirigentes del Partido Comunista de España –en particular de su secretaria general, Dolores Ibarruri-, indiferentes ante los padecimientos de los prisioneros y opuestos a su repatriación.
Aunque resulta inevitable que toda investigación tenga que circunscribirse a una cuestión principal, se echa de menos no obstante una mayor descripción de todo el colectivo de españoles que por distintas causas sufrió la opresión soviética de la época de Stalin. - http://www.telemadrid.es/blogs/post/en-el-gulag-espanoles-republicanos-en-los-campos-de-concentracion-de-stalin
La opinión de la autora de
este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado.
Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras
publicaciones.
28 de mayo de 2015
HISTORIA / EL EXILIO TERRIBLE EN LA URSS Huida (frustrada) en una maleta; HISTORIA / VIDA DE UN SUPERVIVIENTE
EL HISTORIADOR desentierra de los archivos del KGB un episodio de película, pero real: el intento de huida de dos españoles en los baúles de diplomáticos argentinos, hastiados de vivir en la URSS. El juicio reveló las terribles condiciones en las que vivían los exiliados españoles al acabar la Guerra Civil |
BORIS SOPELNIAK. Moscú |
Como se sabe, la idea de la Revolución mundial causó desgracias en todo el planeta. La URSS se dispuso a admitir en los brazos de la amistad internacional a pueblos enteros para dirigirlos.En los años 30, en el centro de su atención apareció España.Pero los abrazos estalinistas se convirtieron en un cepo que rompía los destinos humanos. Tras la guerra civil española, muchos de los marinos, pilotos y pedagogos exiliados expresaron su deseo de salir de la URSS.
No sólo les fue negado, sino que se empezó a hablar de ellos como individuos desprovistos de «moral socialista». Mientras a los españoles buenos se les premiaba con cargos bien remunerados, los españoles malos trabajaban en fábricas cuando no eran empujados a campos de concentración. Muchos, desilusionados con el comunismo, vivían con la esperanza de que alguien derrocara a Franco y volver a España. Pero a otros les faltó paciencia.
( JOSÉ ANTONIO TUÑON. Condenado a 25 años de reclusión en un campo de concentración. Se le acusó de pasar información al diplomático argentino Pedro Conde para un eventual libro difamatorio contra la URSS y de intentar salir ilegalmente del país. Fue descubierto dentro de la maleta de Conde en un avión rumbo a Praga).
Ésta es la historia de cuatro de ellos reconstruida de manera novelada a partir de documentos hallados en los archivos del antiguo KGB. Una historia que arranca la madrugada del 2 de enero de 1948 en un céntrico hotel moscovita.
Faltaban unas horas para el amanecer, cuando a la entrada del Grand Hotel de Moscú paró un camión en el que cargaron dos enormes maletas. No tardó en llegar un coche, un Opel, cuyo conductor tocó discretamente el claxon. Por la escalera bajaron dos tipos bastante bien vestidos. Uno se llamaba Bazán. El otro, Pedro Conde, era agregado de la embajada argentina en Moscú.
Entró directamente al Opel. Bazán, en cambio, se dirigió al camión y verificó con cuidado el estado de las maletas. Eran las 5.45 cuando los dos vehículos marcharon al aeropuerto Vnukovo. En la calle no había un alma y no tardaron en llegar.
En la pista de despegue un viejo Douglas ya calentaba motores.Un grupo de operarios arrojó las maletas del camión al suelo y Conde, preocupado, trató de acercarse a ellas, pero antes de que llegara le llamaron desde el mostrador de facturación. En ellas se encontraban escondidos los españoles Tuñón y Cepeda.Habían hecho gestiones para volar solos hasta Praga, primera escala de un viaje que les llevaría a París y concluiría en Buenos Aires, pero finalmente, y para su disgusto, les iban a acompañar un general de las fuerzas aéreas, su mujer y el rechoncho representante de una empresa maderera checoslovaca.
Un poco contrariado, Conde se dejó caer derrotado en una de las butacas del aeropuerto y sacó del bolsillo una petaca. Aunque no lo sabía mientras bebía un sorbo de coñac, aquél no iba a ser el último contratiempo para la operación que tan minuciosamente había planeado. La maleta de Bazán pesaba demasiado y no tenían dinero para pagar el suplemento. No podría volar hasta el día 4 de enero.
-Bueno -dijo el diplomático levantándose.- No se apene, Bazán.Le espero en Praga. ¡Hasta la vista! Y se encaminó hacia el avión.Minutos después, el maltrecho Douglas, se encaramaba en las nubes hinchadas de nieve. Aún sobrevolaban territorio soviético cuando el capitán de la nave, Piotr Mijailov, empezó a escuchar un insistente golpeteo. Llamó al mecánico de abordo y le hizo inspeccionar la cabina. Pero el mecánico no detectó nada extraño.Ante la insistencia del toc-toc, se acercó hasta la sección del equipaje. Y allí descubrió que el ruido provenía de la maleta del señor Conde.
¿Una bomba? El capitán envió a una azafata para que viese de qué se podía tratar. La joven volvió a la cabina en menos de un minuto.
-Eso no es un reloj- informó. - Allí hay alguien metido. Puede ser un perro o puede ser un hombre.
Para entonces, Conde se había puesto a golpear frenéticamente su maleta. Después de lastimarse los puños había empezado a darle puntapiés hasta destrozar sus zapatos laqueados. Tras informar de la situación, el capitán había recibido órdenes de aterrizar en Lvov, en Ucrania. El desenlace de este insólito episodio aparece recogido en un documento firmado por varios funcionarios y por todos los miembros de la tripulación y los pasajeros del Douglas.
«Nosotros, los abajo firmantes, hemos suscrito esta acta acerca de que en el avión GBF [siglas de Flota Aérea Estatal] nº 1003 que realiza vuelos según el rumbo Moscú-Kiev-Lvov-Praga, en la maleta que pertenece al agregado de la embajada argentina, señor Pedro Conde, fue encontrado Tuñón Albertos, José Antonio, nacido en 1916, español, no argentino, a quien el señor Pedro Conde trataba de esta manera de trasladar ilegalmente al extranjero».
«En el registro de la maleta donde estaba Tuñón», prosigue el escrito, «se encontraron los siguientes objetos: 1. Pistola.2. Documentos de viaje a nombre de José Antonio Tuñón Albertos y de Pedro Cepeda. 3. Dos bolsas de agua caliente: una llena de agua para beber y otra, según la explicación de Tuñón, para utilizar en calidad de aseo. 4. Panecillo con salchichón. 5.Traje, corbata, camisas, calcetines, etc.».
Así nació la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que iba a acabar con cuatro españoles condenados por espionaje contra la URSS.
Según el auto de prisión de Tuñón, firmado por el capitán Pankratov, el español había llegado a la URSS en 1938 para los cursillos de recapacitación de la escuela de pilotos. Nueve años más tarde, en agosto de 1947, empezó a trabajar en calidad de intérprete del agregado de la embajada argentina Pedro Conde, quien le contrató como espía.
De la documentación del KGB se desprende que en el primer interrogatorio Tuñón se declaró culpable de intentar abandonar la URSS ilegalmente, pero no de espionaje.
-Yo quería vivir en México. Todos mis parientes están allá.
-¿Y de dónde surgió el interés hacia su persona por parte de la embajada argentina?
-Ellos tenían problemas con los intérpretes. Yo traducía a Conde y a Bazán artículos de prensa. Después surgió la amistad. Una vez me quejé a Conde por no poder ir a México, y él me propuso trasladarme al extranjero ilegalmente en su maleta.
-Escuche, Tuñón, ¿es que nos toma por tontos? Que un diplomático arriesgue su carrera metiendo en una maleta a un intérprete cualquiera, eso no se oye ni en los chistes. Piense bien sobre su suerte futura. Confiese y el tribunal tomará en consideración su franqueza.
Es difícil saber qué ocurrió. O Tuñón «se lo pensó bien», o ejercieron sobre él otras medidas de persuasión. El caso es que en el siguiente interrogatorio reconoció que recogía información para los argentinos.Y no sólo él; también Pedro Cepeda, Julián Fuster y Francisco Ramos.
Se trataba de información considerada «estratégicamente peligrosa»: las malas condiciones de vida, el descontento de los obreros, la carestía de la vida, la inactividad de los sindicatos... Todo lo que pudiera servir a Conde para, a su regreso a Argentina, escribir un libro difamatorio sobre la URSS.
-¿Se interesaba por la situación de los emigrantes españoles?
-Por supuesto. Informé con detalle sobre la escisión de los emigrantes españoles y el descontento hacia la dirección del Partido Comunista, sobre el deseo de muchos de volver a su patria y sobre el arresto de algunos españoles que iniciaron una lucha encarnizada contra Dolores Ibárruri.
Entre los españoles a los que Tuñón citó estaba Pedro Cepeda, quien, según su confesión, había de viajar junto a él a Praga en la fatídica noche del 2 de enero de 1948 en el interior de la maleta de Bazán. Había llegado a Moscú de chico, a la edad de 15 años, en 1937. Vivió en un orfanato, y después consiguió un humilde puesto de lubricador de máquinas textiles. Tras algún otro oficio, empezó a trabajar como intérprete en la embajada argentina.
Las autoridades acusaron a Cepeda de acompañar a los argentinos a las tiendas y comedores de Moscú «tratando de mostrarles sólo la parte negativa de nuestra vida»; de fotografiar las colas, los patios llenos de basura y a los mendigos. Aquello se calificó de actividad antisoviética. Pidieron para él 25 años en un campo de concentración.
MUERTOS DE HAMBRE
Parece excesivo -era el castigo más alto que preveía la ley soviética en 1948- para delitos como tomar fotografías de mendigos o intentar huir del país en un caso como el de Cepeda, cuya tentativa fracasó tras cuatro horas congelado encerrado en el interior de una maleta que no llegó a embarcar. Pero la dureza con que se aplicó la ley a estos españoles queda explicada por un documento escrito en castellano hallado entre los legajos de esta causa. A la luz de ese escrito cabe imaginar que, para las direcciones del PCE y del PCUS, tal condena podría resultar incluso leve:
El escrito decía lo siguiente: «Entendiendo que la caída de Franco estaba vinculada con el fracaso de Hitler, muchos españoles abnegadamente lucharon en los frentes en destacamentos de guerrilleros en Bielorrusia, Crimea y el Cáucaso. No pocos españoles, luchando bajo la dirección de jefes soviéticos mediocres, cayeron presos de los alemanes.Comenzó un escándalo y Dolores Ibárruri dio orden de que a los españoles no se les permitiera ir al frente. Durante mucho tiempo se los mantuvo en Moscú y se les utilizaba para cortar leña.
Mientras tanto, sus mujeres e hijos, que vivían en Asia Central, morían de hambre. Solamente en Kokand [antiguo Turkestán] murieron 52 niños. El hambre fue terrible, gatos y perros se consideraban platos refinados. Para alimentar a los niños, muchas españolas se dedicaban a la prostitución, mientras que el Estado Mayor encabezado por Ibárruri vivía felizmente en Ufá [Urales]. En los orfanatos para los niños españoles hacía estragos la tuberculosis [...].
Cuando el ex ministro Hernández [Jesús Hernández, ministro de Instrucción Pública en la República], que voló a México por encargo del partido, relató la situación de los españoles y acusó a Dolores Ibárruri, le declararon inmediatamente traidor y le expulsaron del partido. Tras la guerra, comenzó una auténtica peregrinación por conseguir pasaporte de países latinoamericanos. Cerca de 150 personas lograron salir, pero pronto los dirigentes del PC organizaron una campaña contra la salida de los españoles. Muchos escribían cartas a Stalin y Molotov quejándose de Ibárruri, pero estos hombres rápidamente desaparecían. Los que no podían soportar el acoso se suicidaban».
Tales notas, sin embargo, no le fueron halladas a Cepeda, sino al doctor Julián Fuster, arrestado el 8 de enero de 1948.
Lo acusaban porque «trabajando en instalaciones médicas de Moscú, hizo sistemáticamente propaganda antisoviética. [...] Usa su puesto de trabajo para lucrarse y practica abortos ilegalmente.Cuando entró en contacto con los representantes de la embajada argentina les transmitió información de espionaje».
Además de las notas citadas, apareció una carta de Fuster a su hermana. «La culpa directa», escribía «es de los dirigentes criminales del PCE, que son agentes mercenarios de Moscú. Aquí están sus nombres: en primer lugar Dolores Ibárruri, que sea maldito su nombre y que se coman los perros sus huesos; [...] Esta gente nunca logrará salir de Rusia porque para cualquier español honrado será un honor aniquilarlos».
-Sí que acumuló rencor- ironizó el juez instructor en el proceso.
- ¿Muchos españoles suscribirían esas palabras?, preguntó a Fuster.
-La mayoría. Menos los que comen del plato de Ibárruri, claro.
Si para entonces la instrucción del sumario contra Tuñón, Cepeda y Fuster se acercaba a su fin, la de Francisco Ramos no hacía más que empezar. El tribunal sólo tenía testimonios de Fuster, quien aseguraba que tuvo conversaciones antisoviéticas con Ramos.Pero no tardó en aparecer un diario que, aunque escrito en 1942, puso muy contentos a los jueces de la investigación.
GACHAS INCOMIBLES
«He visitado el comedor de Saratov», se lee en el diario. «Los camareros van con andrajos, manteles rotos, no hay servilletas.Vajillas tampoco. La kasha [gachas] la sirven en latas de conserva y es incomible para un estómago civilizado. [...] Se hacen colas para recibir cosas increíbles: tinta, cerraduras, cepillos, etc.Es el país de las colas. He preguntado a mis vecinos por qué no protestan y uno dijo: "En 1928 nos hemos comido a nuestros propios hijos, de ellos hicieron salchichas". [...] Preferiría mi fusilamiento en España a la vida en Saratov». Aunque el acusado negó haber espiado para los argentinos, estas citas fueron suficiente para los instructores.
El 27 de julio de aquel mismo año de 1948 el viceministro de Seguridad Estatal de la URSS, el teniente general Ogoltsov, leyó la acusación por la causa 837, y en agosto se condenó a Tuñón y Cepeda a 25 años; a Fuster, a 20 años, y a Ramos, a 10 años de campos de concentración.
Pasaron siete años. Durante todo ese tiempo los españoles se comportaron ejemplarmente. En agosto de 1955, la comisión central de revisión de las causas admitió sus peticiones y rebajó la medida de castigo hasta un plazo ya cumplido, de manera que fueron liberados. Fuster, Tuñón y Ramos volvieron a su patria, mientras que Cepeda se instaló en la región de Tula y sólo más tarde viajó a España.
Ignoro cómo transcurrió la vida de nuestros héroes en España.Si están vivos y tienen salud o familia. Quisiera esperar que si ellos o alguno de sus conocidos lee este artículo acabemos sabiendo qué pasó después. No dudo de que, como en el pasado, continuaron luchando y, con su experiencia vital, su voluntad y sus conocimientos, encontraron su lugar en la España posfranquista.
Boris Sopelniak es escritor ruso. Su último libro, «Los secretos de la diplomacia rusa», será editado en 2004 en su país.
http://www.elmundo.es/cronica/2003/426/1071487030.html
HISTORIA / VIDA DE UN SUPERVIVIENTE | ||||||||||||
El "espía" Cepeda murió en Madrid | ||||||||||||
CRONICA descubrió la increíble historia de unos exiliados que intentaron huir de la URSS escondidos en baúles. La familia de uno de ellos completa el relato | ||||||||||||
JUAN LUIS GALIACHO CRONICA desvelaba el pasado 14 de diciembre un episodio de película, pero real: el intento de huida de la URSS en las Navidades de 1948 de dos exiliados españoles que se introdujeron en los baúles de dos diplomáticos argentinos. Uno de los españoles era el malagueño Pedro Cepeda, hijo de Antonia y Pedro, un anarquista de la CNT que al comienzo de la Guerra Civil envió a sus descendientes a la Unión Soviética para mantenerlos a salvo bajo la custodia de la dirección del Partido Comunista que lideraba con mano dura Dolores Ibárruri La Pasionaria. Hoy, 56 años después del intento de huida, su mujer, la violinista rusa Svietlana Etkina, y sus hijos, Elías y Ana, viven en una urbanización en las afueras de Madrid. Aunque Pedro cumplió su deseo de volver a la patria ya no está con ellos. Falleció en un hospital de la capital de España el 8 de enero de 1984, tras una operación de cataratas, una de las secuelas de los años que pasó en un campo de concentración de Siberia, tras ser condenado por ser un supuesto espía anglo-americano-argentino. La historia arranca en una fría madrugada del 2 de enero de 1948 en el céntrico hotel moscovita Metropol, donde se hospedaban los diplomáticos argentinos Pedro Conde, agregado de la embajada, y Sigifriedo Antoño Bazán, pariente de Cepeda. Pedro, traductor en la embajada argentina, y su compañero el piloto José Antonio Tuñón habían preparado su huida cansados de que la dirección del PCE no les dejara salir de la URSS. Su plan era viajar dentro de los baúles de los diplomáticos argentinos que volaban hacia Buenos Aires, vía Praga y París. Al llegar al aeropuerto, la maleta de Bazán, donde iba escondido Cepeda, tenía sobrepeso y aquél no contaba con el dinero para pagar el suplemento estipulado, por lo que tuvo que retrasar su viaje. Tras sobornar a un transportista, el diplomático argentino pudo retirar la maleta del aeropuerto y llevarla hasta el patio del hotel donde se hospedaba. Abrió el baúl convencido de que Cepeda, tras 10 horas encerrado y con temperaturas de hasta 17 grados bajo cero, estaría congelado, pero el español, de pequeña estatura y complexión delgada, seguía vivo. Sin embargo, su alegría inicial se truncaría días después. Fueron detenidos en el aeropuerto al intentar de nuevo la huida. Los servicios de inteligencia del Kremlin, que habían interceptado antes al otro fugado, Tuñón, estaban sobreaviso. El periplo de Tuñón, que llegó a la URSS en 1938 para unos cursillos de recapacitación de pilotos, también fue de película. Volaba en un viejo avión Douglas GBF, dentro del baúl del agregado de la embajada argentina, cuando fue detenido. Tuvo la mala suerte de que el baúl quedara boca abajo, de tal forma que cuando el avión comenzó a girar se mareó y vomitó. Su instinto le hizo golpear frenéticamente la maleta pidiendo auxilio. Descubierto, el comandante de la nave, Piotr Mijailov, aterrizó en Lvov (Ucrania).Militares soviéticos encontraron en su maleta también el pasaporte de Cepeda, que Tuñón había retenido para evitar traiciones de última hora. Así se inició la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que acabó con cuatro españoles condenados por espionaje y que ha sido desenterrada de los archivos de la KGB por el historiador Boris Sopelniak. Junto a Cepeda y Tuñón fueron detenidos el cirujano Julián Fuster y el catalán Francisco Ramos Molins. Tras seis meses en la prisión moscovita de la KGB, conocida como Lubianka, el 27 de julio de 1948 un tribunal condenaba a Tuñón y a Cepeda a 25 años de trabajos forzosos en Siberia; a Fuster, a 20 años; y a Ramos, a 10. Los cuatro fueron liberados tras nueve años. Nunca más volvieron a verse. Tuñón se fue a México, país al que quería llegar cuando intentó huir en la maleta y donde residían sus familiares. Fuster se instaló como cirujano en Palafrugell (Girona) y Ramos volvió a Barcelona y con el tiempo se hizo dirigente del PSUC. Cepeda fue el único que se quedó. Al abandonar el campo de concentración de Intá, en Siberia, donde hizo amistad con artistas e intelectuales como el escritor Alexander Solzhenitsynk (autor de Archipiélago Gulag), se instaló en la ciudad minera de Stalonogorsk, en la región de Tula. Allí se casó con Irina, una rusa de origen judío a la que había conocido cuando estaba preso y con quien tuvo una hija a la que llamó Antonia, en honor a su madre, a la que nunca volvería a ver desde que salió de España con 15 años. RECITALES DE OPERETA Inteligente y vital, el malagueño era conocido como Perico. En la II Guerra Mundial, con 18 años, se había alistado como voluntario del ejército rojo en un submarino en el Mar Negro. Para ello falsificó su apellido por el de Cepedashvili. Al dejar Siberia, recorrió la URSS dando recitales de opereta, afición que de pequeño había practicado en el coro del teatro moscovita de Stanislavsky.Sin embargo, una enfermedad en la garganta le obligó a dejar el canto. Volvió a Moscú tras la muerte de Stalin y comenzó a ejercer de traductor y corrector en el periódico Novedades, en su edición española. Divorciado ya de su primera mujer, había entablado relación con la violinista Svietlana Etkina. Él trabajó contra la voluntad de la dirección del PCE, que quería tener controlados y formados a todos sus cuadros para volver a tomar el poder en España. La Pasionaria, con quien tuvo muchos conflictos, dijo del malagueño que, como «harina de otro costal», «un día lo vería colgado de un mástil de la avenida Gorki». Finalmente, el 17 de marzo de 1966, Perico Cepeda hacía realidad su sueño: regresaba a España. Se instaló en una modesta pensión del centro de Madrid (calle Echegaray), junto a su segunda esposa y el primer hijo de ambos, Elías. En un principio, vivieron de la ayuda que el Gobierno de Franco daba a los exiliados (unas 3.000 pesetas) y del trabajo de Svietlana, que actuaba de violinista en los platós de TVE bajo la batuta de Rafael Ibarbia y Augusto Algueró. Después, y gracias a un falangista que Cepeda había conocido en Moscú, Salvador Vallina, se instalaron en un modesto piso, ya con su segunda hija, Ana. Un militar amigo, Marcelino Martín, le consiguió trabajo de traductor en el Ministerio de Información y Turismo, en el despacho del entonces ministro Manuel Fraga, con un sueldo de 5.000 pesetas.Acompañaba como traductor a las formaciones artísticas soviéticas que a partir de 1967 comenzaron a visitar España, como el ballet Moiseyev o el Circo Ruso. Después trabajó en Efe traduciendo las noticias que llegaban desde la URSS y más tarde en el Plan Nacional de Seguridad en el Trabajo. En los últimos años del franquismo se convirtió en uno de los líderes de la UGT y llegó a ser dirigente de la sección sindical del Funcionariado Público.El 8 de enero de 1984, con 61 años, moría en un hospital tras una operación de cataratas, complicada con un infarto y varias úlceras de estómago, otras secuelas de su paso por Siberia. El malagueño Perico, el joven que quiso abandonar la URSS oculto en una maleta, descansaba en la tierra que le vio nacer y que abandonó contra su voluntad en 1937.http://www.elmundo.es/cronica/2004/429/1073310908.html La opinión de la autora de este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado. Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras publicaciones. |
27 de mayo de 2015
Los tarraconenses del Gulag
Tres pilotos de Reus, La Figuera y Tortosa, dos exiliados republicanos y un desertor de la División azul (los tres de Tarragona) fueron recluidos en los campos de trabajo soviéticos.
Pilotos republicanos que quedaron 'atrapados' en la URSS al final
de la Guerra Civil. Pedreny es el segundo desde la izquierda en la
cuarta fila. Foto: Luiza Iordache
Xavier Fernández , 13/04/2015
Anteayer se cumplieron 70 años de la liberación del campo de
concentración nazi de Buchenwald y pasado mañana ‘cumplirá’ el mismo
aniversario el de Bergen-Belsen. En ellos estuvieron internados cientos
de tarraconenses. Pero el sufrimiento también vino de manos de la URSS.De los 305 presos republicanos en los campos de trabajo de la Unión Soviética –conocidos como Gulag (las siglas en ruso de Dirección General de Campos)– al menos seis fueron tarraconenses. En el Gulag también sufrieron condena 450 soldados de la División Azul que habían sido capturados por el ejército de Stalin.
A punto de cumplirse 70 años del final de la II Guerra Mundial, un reciente reportaje de La 1 –‘Los olvidados de Karaganda’– y un libro a punto de editarse, Cartas sin sobre desde Kengir, de la historiadora y profesora de la Autònoma de Barcelona, Luiza Iordache, han rescatado la odisea de los españoles en el Gulag.
Cartas sin sobre desde Kengir narra la historia de Julián Fuster (ver págs. 3 y 4), un médico de ascendencia tarraconense que actuó como un héroe en la sublevación de un Gulag y al que los escritores Aleksandr Solzhenitsyn y Anne Applebaum citan respectivamente en Archipiélago Gulag y Gulag: Una historia.
Los prisioneros
Los compañeros tarraconenses de infortunio de Fuster fueron Josep Gironés Llop (Reus), Felip Pedreny Vidal (La Figuera), Joan Bellobí Roig (Tortosa), José Cabestany Carré (Tarragona) y Ventura González Fernández (Tarragona). Gironés, Pedreny y Bellobí eran pilotos. González perteneció a la División Azul.
De los 305 prisioneros republicanos en el Gulag, 76 eran marinos, pilotos, maestros de los ‘niños de la guerra’ y republicanos procedentes del Berlín liberado por el Ejército rojo (el caso de Cabestany) internados en el Gulag. Además otros 35 fueron presos políticos: exiliados (como Julián Fuster), marinos, pilotos... Y hubo 194 ‘niños de la guerra’ a los que se acusó de ser «delincuentes comunes». Según explica Iordache, en muchos casos «su delito» fue simplemente «haber robado comida para sobrevivir y ayudar al prójimo en los tiempos lúgubres de la ‘Gran Guerra Patria’ y de la postguerra».
Los pilotos formaban parte de un contingente que había enviado la II República a formarse a la Unión Soviética y al que el final de la Guerra Civil les sorprendió antes de que pudieran completar su preparación. Los marinos eran la tripulación de los buques españoles –entre ellos el Ciudad de Tarragona– que en abril de 1939 estaban fondeados en puertos soviéticos y que la URSS incautó.
El ‘problema’ se produjo cuando algunos de esos pilotos y marinos quisieron abandonar la URSS, pero no volver a España. Las autoridades soviéticas y la dirección del Partido Comunista español querían que permaneciesen en la URSS. La primera represalia fue la detención de seis marinos en Odessa (a orillas del Mar Negro) y de ocho pilotos –entre ellos Gironés– en Mónino (una localidad a 23 kilómetros de Moscú). A éstos se les acusó de «espías». Era enero de 1940.
Tres oleadas de detenciones
Las detenciones masivas vinieron más adelante en tres oleadas: entre 1941 y 1942 (justo después de la invasión alemana de la URSS), de 1942 a 1945 (durante el resto de la II Guerra Mundial) y de 1947 a 1948 cuando los españoles intentaron dejar la URSS con casos rocambolescos como el de José Tuñón y Pedro Cepeda, que se escondieron en los baúles de dos diplomáticos de la embajada argentina en Moscú. Fueron descubiertos. A Fuster –que no sabía nada del intento de fuga– se le acusó de complicidad porque trabajaba en la legación.
Las detenciones y su posterior internamiento en el Gulag fueron muy duros. Como apuntó en una entrevista Iordache –también autora del libro En el Gulag. Españoles Republicanos en los campos de concentración de Stalin– «al igual que los soviéticos y otros extranjeros, (los españoles) recibieron pavorosas torturas en las cárceles. Después vino el trabajo forzado en remotas zonas siberianas, el hambre, el frío, las enfermedades, la sombra de la incertidumbre, de la muerte. Pero el sistema concentracionario soviético fue más que tortura. Fue una negación en su forma más horrenda de lo humano». Llegó a haber 476 complejos de campos dentro del Gulag.
El sufrimiento de los republicanos en la URSS era desconocido entre los exiliados en Francia y América. Hasta que en 1946 llegó a París Francisque Bornet, que había estado preso en el Gulag y que desveló que en Kazajistán estaban recluidos casi un centenar de republicanos.
La Federación Española de Deportados e Internados Políticos, controlada por los anarquistas, emprendió una campaña para liberarlos, con el apoyo de socialistas y republicanos. Pero el PCE, que temía la ‘mala propaganda’ que podían hacer los republicanos presos, se opuso y los llegó a calificar de «espías franquistas» y «falangistas disfrazados».
La muerte de Stalin en 1953 supuso el principio del fin del Gulag. Ya no era «rentable». Los españoles presos (republicanos y divisionarios) fueron liberados progresivamente. Los primeros volvieron en el Semíramis, un buque que arribó a Barcelona el 2 de abril de 1954. No iba ninguno de los tarraconenses presos. Los que regresaron lo hicieron años más tarde.
http://www.diaridetarragona.com/tema-del-dia/40207/los-tarraconenses-del-gulag-
La opinión de la autora de
este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado.
Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras
publicaciones.
"Los olvidadados de Karagandá" gana el premio de oro al mejor documental europeo en el festival Gold Award in the Documentary & Short International Movie Award de Yakarta, Indonesia
El festival celebrado en Yakarta ha otorgado el premio de oro al documental "Los olvidados de Karagandá", dirigido por el español Enrique Gaspar Rodríguez.
El documental recrea las penurias que tuvieron que sufrir 152 españoles, tanto del bando republicano como el nacional, en los campos de concentración soviéticos en la Segunda Guerra Mundial.
El cautiverio y las condiciones de vida infrahumanas lograron casi lo imposible, la reconciliación de dos bandos enemigos en la guerra civil española.
Si estáis interesados en ver el documental, seguir el siguiente link: documental "Los olvidados de Karagandá"
http://www.exteriores.gob.es/Embajadas/ASTANA/es/Noticias/Paginas/Articulos/20150306_NOT1.aspx
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26 de mayo de 2015
El documental “Los olvidados de Karagandá”, premio en el Festival de Cine de California
El documental "Los olvidados de
Karagandá", producido por la Asociación Nexos-Alianza con la
colaboración de la Cooperación Española a través de la Embajada de
España en Astaná, ha conseguido el premio “Diamond Award” en el Festival
de Cine de California. El documental [...] relata la historia del internamiento de 152
españoles en el antiguo campo de concentración soviético de Karagandá
entre 1941 y 1954.
El documental "Los olvidados de Karagandá",
producido por la Asociación Nexos-Alianza con la colaboración de la
Cooperación Española a través de la Embajada de España en Astaná, ha
conseguido el premio “Diamond Award” en el Festival de Cine de
California. El documental, que se emitirá el próximo 24 de enero en la 2
de TVE, relata la historia del internamiento de 152 españoles en el
antiguo campo de concentración soviético de Karagandá entre 1941 y 1954.
El punto de partida del rodaje de este documental es la entrega en septiembre de 2013, por parte del presidente de Kazajstán al presidente del Gobierno de España, de las 152 fichas de los españoles prisioneros de Karlang, de los que 14 murieron durante el cautiverio.
La película refleja los testimonios de testigos, así como las circunstancias que rodearon la estancia de los españoles en este campo de concentración. Se muestran los destinos tanto de prisioneros originarios del del bando republicano y de la División Azul, que fueron enemigos durante la guerra civil española, pero que apartaron sus diferencias para poder sobrevivir en las difíciles condiciones de vida de Karagandá.
Como continuación a este documental y a los acontecimientos a los que elude, el próximo 31 de mayo de 2015 se inaugurará un monumento en recuerdo de los españoles fallecidos en el Gulag de Karagandá, conocido como Karlag, en una ceremonia en la que se contará con la presencia de varios familiares de las víctimas, además de altas autoridades españolas y kazajas.
http://www.aecid.es/ES/cultura/Paginas/Actividades/2014/2015-01-15-Documental-Olvidados-Karaganda.aspx
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El punto de partida del rodaje de este documental es la entrega en septiembre de 2013, por parte del presidente de Kazajstán al presidente del Gobierno de España, de las 152 fichas de los españoles prisioneros de Karlang, de los que 14 murieron durante el cautiverio.
La película refleja los testimonios de testigos, así como las circunstancias que rodearon la estancia de los españoles en este campo de concentración. Se muestran los destinos tanto de prisioneros originarios del del bando republicano y de la División Azul, que fueron enemigos durante la guerra civil española, pero que apartaron sus diferencias para poder sobrevivir en las difíciles condiciones de vida de Karagandá.
Como continuación a este documental y a los acontecimientos a los que elude, el próximo 31 de mayo de 2015 se inaugurará un monumento en recuerdo de los españoles fallecidos en el Gulag de Karagandá, conocido como Karlag, en una ceremonia en la que se contará con la presencia de varios familiares de las víctimas, además de altas autoridades españolas y kazajas.
http://www.aecid.es/ES/cultura/Paginas/Actividades/2014/2015-01-15-Documental-Olvidados-Karaganda.aspx
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3 de mayo de 2015
"Memoria del Gulag: el exilio y la emigración española en la URSS y la represión estalinista", Historia Contemporánea, 46 (2014)
Luiza Iordache
Casilda Güell
Resumen:
http://www.revista-hc.com/includes/pdf/Iordache%20y%20Guell.pdf
Casilda Güell
Resumen:
Detrás de la
derrota republicana y el inicio del régimen de victoria, aletearon otros
fenómenos como los caminos del exilio, uno de las cuales, relativamente
minoritario, conducía a la Unión Soviética. Aunque expertos e investigadores
centraron sus plumas en el análisis de la emigración y el exilio español por
tierras soviéticas, con un acento predominante en el contingente de los «niños
de la guerra», todavía hay senderos poco trillados en la materia debido a su complejidad
y sus facetas heterogéneas. Uno de ellos es la recuperación de la memoria de
las víctimas republicanas del sistema concentracionario soviético, que recabó
nuestra atención gracias al acceso a nuevas fuentes documentales y a la
apertura de una nueva franja memorialística dentro de la Unión Europea. Con una
aproximación global, el presente artículo alumbra una parte de la memoria de un
exilio desde la perspectiva de la represión estalinista y el Gulag que también
se nutrió de algunos centenares de republicanos españoles. Asimismo, hacemos
mención a la labor desempeñada por la Federación Española de Deportados e
Internados Políticos para la liberación de aquellos reos y a las políticas del
PCE en su exilio soviético, particularmente en la cúspide de su estalinización.
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