Al finalizar la Guerra Civil española en 1939, uno de los muchos destinos al que se dirigieron los exiliados republicanos fue la Unión Soviética. Aunque se trató de una opción minoritaria entre los emigrantes, el país eslavo abrió sus puertas a unos tres mil «niños de la guerra», que fueron evacuados junto con maestros y personal auxiliar, además de exiliados políticos vinculados al PCE y al PSUC, a centenares de marinos y pilotos, y decenas de españoles que estaban en Berlín cuando fue liberado por el Ejército Rojo. A muchos de ellos les aguardaba una vida dura y de sufrimiento: años de internamiento, deportación, política estalinista represiva…
En el Gulag es un exhaustivo trabajo que arroja luz sobre la oscura historia de los emigrantes y exiliados españoles en la Unión Soviética, contribuyendo así a recuperar una página del pasado reciente poco estudiada y apenas conocida por la sociedad actual.
http://www.sellorba.com/en-el-gulag_luiza-iordache_libro-ONFI636-es.html
Russia Beyond the Headlines
De la Guerra civil española al infierno blanco del Gulag
18 de agosto de 2014
Un capítulo de la historia del exilio español se escribió en la
Unión Soviética. El apoyo al bando republicano despertó la confianza de
los simpatizantes comunistas que escogieron este Estado como un destino
seguro. A otros el desenlace del conflicto bélico los sorprendió en
territorio soviético. Para unos y otros la disensión o el intento de
volver a España fueron motivo de deportación a los campos siberianos. El
libro de la profesora e investigadora Luiza Iordache, “En el Gulag:
españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin”, ahonda
en estas vidas que se vieron atrapadas entre dos fuegos.
Con quince años, Perico Cepeda desembarcó en la Unión Soviética. Era
un “niño de la guerra”, como su
hermano. Sus padres creyeron que en el Este estarían a salvo, lejos de la
España en guerra. La realidad fue otra muy distinta. Cepeda fue trasladado a
orfanatos de Samarcanda y Tiflis, para luego trabajar como lubricador de
maquinaria textil en su afán por huir de la miseria. Más tarde,
viendo que no se le concedía el permiso de salida a España -para los comisarios
políticos un verdadero comunista no solicita irse del “paraíso estalinista”-
buscó una escapatoria desesperada. Junto con otro español, Cepeda intentó pasar
la frontera dentro de un baúl diplomático argentino. El plan fracasó en el
aeropuerto y los implicados fueron condenados a trabajos forzados.
Este es uno de los casos que pueblan el documentado trabajo de
investigación de Luiza Iordache sobre los exiliados caídos en desgracia durante
su estancia en la Unión Soviética: pilotos que seguían su instrucción en la
escuela aérea de Kirovabad, marinos atracados en Odesa, Múrmansk y Teodosia,
“niños de la guerra” o maestros que los acompañaron.
¿Puede considerarse este ensayo una de
las investigaciones más exhaustivas sobre el exilio republicano español en la
Unión Soviética?
Es un tema de estudio relativamente joven en el mundo académico. El
punto de partida han sido las investigaciones sobre los “niños de Rusia”
dirigidas por Alicia Alted y Encarna Nicolás, así como las tesis doctorales de
Susana Castillo, María Magdalena Garrido y la propia Encarna Nicolás. [error de la redactora; se trata de Inmaculada Colomina Limonero]
Luego, los estudios sobre el Partido Comunista español o la
participación republicana en la Gran Guerra Patria abrieron nuevos horizontes
que han contribuido en la recuperación de la memoria de aquel exilio y de sus
distintas facetas.
¿Su procedencia le ha ayudado a
aproximarse con más objetividad a este tema?
Tener la doble nacionalidad rumana y española, estar en la frontera
entre dos mundos con sus respectivos pasados, me ha permitido, de alguna
manera, alcanzar la objetividad a la que obliga el rigor académico. La memoria
de las víctimas de cualquier dictadura, sea ésta rumana, estalinista o
franquista debe ser rescatada.
Y esta recuperación no obedece a mitos o historias oficiales. Por
ello, estudios de este tipo no deben ser utilizados para justificar mitos como
el de “Rusia es culpable” o como un ataque a la Unión Soviética, el PCE o el
PCUS, o a cualquier otro actor político.
Ha dividido a las víctimas por grupos a
la hora de trazar itinerarios. ¿Fue muy diferente la suerte de cada uno de
ellos?
Toda persona que conoció el Gulag pasó por una experiencia de
sufrimiento, penuria y enfermedad. El colectivo más importante de españoles
presos fue el de los marinos, después el de los pilotos, seguido por el de los
exiliados políticos y algunos maestros de los “niños de la guerra”.
Otro tema sensible son doscientos de estos niños que, según el
Archivo Histórico del PCE, fueron encarcelados o internados por hurto, cuando
se trataba de actos de pura supervivencia porque el hambre hacía estragos.
El esfuerzo se ha traducido en la
posibilidad de redactar una lista de los españoles que pasaron por el Gulag.
La primera la publiqué en 2009. Considero que la actual tampoco es
completa. Para que lo fuera sería necesario consultar documentación todavía
clasificada de la antigua Unión Soviética en archivos rusos elaborada por el
PCUS, la Alianza de la Cruz Roja y Media Luna Roja soviéticas o el NKVD y el
Narkomindel. Su hermetismo imposibilita profundizar en la cuestión.
Pero, aun así, el esfuerzo de muchos años se ha visto recompensado con la
recuperación de estos nombres y apellidos de víctimas y el agradecimiento por
parte de las familias cuando les facilitaba documentos o cartas olvidadas en
algún archivo.
Para estas personas los “salvadores” se
convirtieron en “verdugos”.
La Unión Soviética fue uno de los pocos países que acogieron a
exiliados republicanos. El hecho de que un país “amigo” castigara a algunos
centenares de españoles puede resultar sorprendente, pero se debió a la naturaleza del
propio sistema estalinista, basado en el miedo y el terror, y a las
circunstancias políticas de la época.
Una vez finalizada la Guerra Civil y tomada conciencia de la realidad
soviética, algunos grupos de españoles formados por marinos, pilotos y maestros
pidieron volver a España. A los españoles detenidos en las redadas de la década
de 1940 se les acusó de haber intentado salir de la Unión Soviética. Otros por
discrepar con la línea política del Kremlin y las posiciones dogmáticas del
PCE, o por cualquier comentario considerado ofensivo.
¿Se hizo alguna distinción con estos
presos por su procedencia?
El Gulag fue igual para todos. Sufrieron y malvivieron en igualdad de
condiciones. La represión estalinista no hacía distinciones. Los extranjeros,
sin importar lo que hubieran hecho o no, eran sospechosos de espionaje,
candidatos perfectos para el arresto y el internamiento. Así, en el Gulag
volvieron a encontrarse las dos Españas, prisioneros de la División Azul con
marinos y pilotos republicanos. A partir de 1948 convivieron en distintos
campos occidentales de la URSS unidos por un único fin: sobrevivir a aquel “mil
veces maldito infierno” y regresar a España.
¿Cuándo se produjo la primera
repatriación?
Fue en verano de 1939 y se trató de un hecho excepcional porque las
autoridades franquistas se encontraron con un hecho consumado: 129 marinos
congregados en Estambul. No les quedó más remedio que repatriarlos.
Entre 1940 y 1941, unos 80 pilotos, marinos y maestros se
beneficiaron del permiso soviético de salida. Pero en este caso sus expedientes
pasaron por el tamiz de la DGS (Dirección General de Seguridad), y hasta junio
de 1941 solo diez españoles pudieron volver en expediciones individuales.
¿Qué hubiera pasado sin la presión
internacional?
Entre 1945 y 1954 distintos organismos realizaron gestiones para la
repatriación de los presos españoles en el Gulag, pero no tuvieron un desenlace
positivo porque la Unión Soviética contestó con el silencio. Todos los
gobiernos que tenían ciudadanos presos se encontraron con el mismo obstáculo.
El giro se produjo tras la muerte de Stalin en 1953, cuando las amnistías
promulgadas abrieron las puertas de los campos penitenciarios. Muchos presos
recuperaron la libertad, entre ellos, prisioneros de la División Azul,
maestros, exiliados, etc. que regresaron a España en las expediciones
organizadas en 1954 y entre 1956 y 1959.
¿Ha podido rescatar muchos testimonios
orales?
No he podido recabar un gran número de ellos por distintas razones.
La mayor parte de los supervivientes han fallecido y parte de los que todavía
viven no han querido relatar su experiencia.
Otros testigos de la época se mostraron reacios a hablar de la
represión estalinista, más allá de su propia vivencia y el tributo de gratitud
que se granjeó la Unión Soviética con su política de acogida de exiliados. Sus
descendientes, en muchos casos, poco sabían de ese pasado. Por eso, me concentré
en la recopilación de material documental -correspondencia, manuscritos,
diarios, autobiografías, fotografías- que pudieran tener las familias y en la
investigación en archivos españoles y extranjeros. La información solía ser
incompleta y sesgada.
Hace un guiño a obras literarias como Vida y destino. ¿De qué manera le ha ayudado la literatura?
La novela de Vasili Grossman, así como Archipiélago Gulag, Relatos
de Kolimá o El Vértigo me han
permitido aproximarme a esa realidad. Todas suponen un proceso de aprendizaje y
en ellas he podido encontrar las claves para comprender los mecanismos de
funcionamiento de aquel sistema represivo, la destrucción lenta y sistemática
del ser humano.
La Vanguardia
Jordi Amat
El siglo de los campos
La Vanguardia
El Mundo
El Confidencial
Un libro repasa la diáspora republicana tras la guerra
La traición comunista que mandó a los exiliados españoles al Gulag
Un
libro repasa la diáspora republicana tras la Guerra Civil y cómo muchos
de los que huyeron a la URSS acabaron presos de los campos de
concentración
156
marinos, 200 pilotos de la última promoción de la academia de pilotos
rusa de Kirovabad, 200 exiliados políticos, 130 maestros y 2.895 niños de la guerra. Todos ellos llegaron a la Unión Soviética escapando de una España rota, derruida y en la que la dictadura avanzaba a sus anchas.
La URSS fue el único país que apoyó a la República durante la Guerra Civil, enviando combatientes y provisiones, por lo que muchos de los que huían veían en suelo soviético la mejor opción.
Sueños de una vida mejor, en libertad, que para muchos se vieron truncados. La vida en la URSS no fue un camino de rosas, sino que muchos vieron cómo terminaban escapando de la represión de la posguerra para terminar con sus huesos en un Gulag, los campos de trabajo para prisioneros políticos y opositores del régimen de Stalin.
Este caso poco estudiado de republicanos detenidos por el gobierno comunista de la URSS es el leitmotiv del libro En el Gulag, Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin (Ediciones RBA), de Luiza Iordache Cârstea, profesora en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Cataluña, y que ha analizado un profundo estudio de la “diáspora republicana” y de cómo muchos acabaron presos y nunca pudieron abandonar suelo soviético.
Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictadurasUn tema que, como reconoce la autora a El Confidencial, es estudiado desde hace poco: “Hasta fechas relativamente recientes, la historia de los republicanos españoles en el Gulag fue un tema poco trillado en las investigaciones académicas. A través del presente libro, considero que el tema queda agotado debido a las múltiples facetas que aborda”.Para ello Luiza Iordache tratará no sólo la trayectoria de los republicanos españoles, sino también las “políticas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el Partido Comunista Español (PCE) que les afectaron, las gestiones para su liberación llevados a cabo por el Gobierno de la República española en el exilio, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos y la España franquista, y el proceso de repatriación” explica.
Cuatro años de investigación en una treintena de archivos españoles y otros europeos, en los que la autora lamenta “el hermetismo de los archivos de la antigua URSS” lo que imposibilitó profundizar en la cuestión en base a documentación relevante producida por el PCUS, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Externos (NKID) o el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD).
Un libro, cuyo germen está en su propia tesis doctoral, que reconoce que el debate sobre la memoria histórica española ha hecho que muchos proyectos de investigación hayan salido adelante. Iordache es consciente de que todos estos estudios suelen ser usados como arma arrojadiza política, y por ello en la introducción a su trabajo deja muy claro que “no es una vía fácil para sacar provecho partidista a través de panegíricos de cualquier índole política”.
“La tardía Ley de la Memoria Histórica, con sus virtudes y defectos, fomentó la apertura de archivos, la digitalización de documentación situada en el extranjero y la desclasificación de documentos. Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictaduras. Es un ejercicio de madurez democrática, siguiendo el ejemplo de otros países con un pasado autoritario o totalitario” comenta al respecto Luiza Iordache.
Presos por nada
La pregunta que Luiza Iordache intenta responder en su libro es por qué maestros, marinos e incluso niños de la guerra fueron confinados en un Gulag. La respuesta la encuentra en un poema de Anna Ajmátova: por nada. No había ningún motivo por el que muchos de ellos tuvieran que terminar en campos de concentración.
Prisioneros en un gulag (CC)
Se les detuvo por haber manifestado su deseo de salir de la URSS, o por oponerse a la línea política del Kremlin. Fueron víctimas de un régimen estalinista fundamentado en la violencia y el terror político y social. A pesar de ello, la mayor parte de españoles conserva un recuerdo de agradecimiento hacia los ciudadanos y el país que les cuidó, les acogió y les crió.
Una de las partes más polémicas del libro es aquella que explica cómo el PCE (con una cúpula en la que se encontraban entre otros Ibárruri, Carrillo, Claudín y Uribe), primero con su silencio, y más tarde con acusaciones directas, colaboró con la Unión Soviética para que los republicanos españoles fueran apresados.
“Su política osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación” explica la autora del libro. Los amigos del pasado en el frente eran los nuevos enemigos.
Negociación en el exilio
El libro dedica especial atención a las negociaciones que se llevaron a cabo para la vuelta de los españoles que habían llegado a la URSS. No sólo por parte del gobierno franquista, para el que cada remesa de exiliados que volvían al país suponía una inmejorable campaña de publicidad, sino también, dentro de su aislamiento, el gobierno de la república española en el exilio.
La política del PCE osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación“Las gestiones de ambos fracasaron debido al silencio soviético, obstáculo con el que se encontraron otros gobiernos que tenían a sus ciudadanos recluidos en la URSS. No obstante, la campaña político-diplomática, humanitaria y periodística más contundente la llevó a cabo la Federación Española de Deportados e Internados Políticos desde Francia. Pese a todos aquellos intentos, la liberación y repatriación de los presos españoles fue posible gracias a la política de apertura promovida por el Kremlin y las sucesivas amnistías promulgadas tras la muerte de Stalin” explica Luiza Iordache. La autora reconoce que al principio fue difícil no emocionarse cuando leía las memorias de los presos, o cuando escuchaba los testimonios de sus familias o incluso de los pilotos supervivientes que estuvieron presos en la URSS, aunque a medida “que iba avanzando en la investigación, me acostumbré a escuchar y a leer ‘la tragedia’ en sus cartas, poemas, memorias, autobiografías”.
Y de entre todas las historias la que más le conmovió fue una llena de atrocidades, en las que la la autora no se recrea, acudiendo al dato objetivo y al hecho concreto, a pesar de hablar de “un mundo de torturas, castigos, privaciones, trabajos forzados, dolor y lágrimas”, como describe Luiza Iordache lo que ocurría dentro de los Gulag.
Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas“Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas. Tal vez al público le sorprenderá más el intento fracasado de huida en baúles diplomáticos argentinos de dos españoles, un episodio que puso de relieve la desesperación por salir de la URSS y que condujo a pavorosas torturas en las temibles cárceles de Lubianka y Lefortovo, y después a los campos de trabajo forzados” añade.
La URSS fue el único país que apoyó a la República durante la Guerra Civil, enviando combatientes y provisiones, por lo que muchos de los que huían veían en suelo soviético la mejor opción.
Sueños de una vida mejor, en libertad, que para muchos se vieron truncados. La vida en la URSS no fue un camino de rosas, sino que muchos vieron cómo terminaban escapando de la represión de la posguerra para terminar con sus huesos en un Gulag, los campos de trabajo para prisioneros políticos y opositores del régimen de Stalin.
Este caso poco estudiado de republicanos detenidos por el gobierno comunista de la URSS es el leitmotiv del libro En el Gulag, Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin (Ediciones RBA), de Luiza Iordache Cârstea, profesora en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Cataluña, y que ha analizado un profundo estudio de la “diáspora republicana” y de cómo muchos acabaron presos y nunca pudieron abandonar suelo soviético.
Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictadurasUn tema que, como reconoce la autora a El Confidencial, es estudiado desde hace poco: “Hasta fechas relativamente recientes, la historia de los republicanos españoles en el Gulag fue un tema poco trillado en las investigaciones académicas. A través del presente libro, considero que el tema queda agotado debido a las múltiples facetas que aborda”.Para ello Luiza Iordache tratará no sólo la trayectoria de los republicanos españoles, sino también las “políticas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y el Partido Comunista Español (PCE) que les afectaron, las gestiones para su liberación llevados a cabo por el Gobierno de la República española en el exilio, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos y la España franquista, y el proceso de repatriación” explica.
Cuatro años de investigación en una treintena de archivos españoles y otros europeos, en los que la autora lamenta “el hermetismo de los archivos de la antigua URSS” lo que imposibilitó profundizar en la cuestión en base a documentación relevante producida por el PCUS, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Externos (NKID) o el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD).
Un libro, cuyo germen está en su propia tesis doctoral, que reconoce que el debate sobre la memoria histórica española ha hecho que muchos proyectos de investigación hayan salido adelante. Iordache es consciente de que todos estos estudios suelen ser usados como arma arrojadiza política, y por ello en la introducción a su trabajo deja muy claro que “no es una vía fácil para sacar provecho partidista a través de panegíricos de cualquier índole política”.
“La tardía Ley de la Memoria Histórica, con sus virtudes y defectos, fomentó la apertura de archivos, la digitalización de documentación situada en el extranjero y la desclasificación de documentos. Una sociedad verdaderamente democrática debe conocer y aceptar su pasado y hacer honor a la memoria de todas aquellas personas que lucharon por la libertad y la democracia en España y Europa, y que sufrieron bajo el yugo de diferentes dictaduras. Es un ejercicio de madurez democrática, siguiendo el ejemplo de otros países con un pasado autoritario o totalitario” comenta al respecto Luiza Iordache.
Presos por nada
La pregunta que Luiza Iordache intenta responder en su libro es por qué maestros, marinos e incluso niños de la guerra fueron confinados en un Gulag. La respuesta la encuentra en un poema de Anna Ajmátova: por nada. No había ningún motivo por el que muchos de ellos tuvieran que terminar en campos de concentración.
Prisioneros en un gulag (CC)
Se les detuvo por haber manifestado su deseo de salir de la URSS, o por oponerse a la línea política del Kremlin. Fueron víctimas de un régimen estalinista fundamentado en la violencia y el terror político y social. A pesar de ello, la mayor parte de españoles conserva un recuerdo de agradecimiento hacia los ciudadanos y el país que les cuidó, les acogió y les crió.
Una de las partes más polémicas del libro es aquella que explica cómo el PCE (con una cúpula en la que se encontraban entre otros Ibárruri, Carrillo, Claudín y Uribe), primero con su silencio, y más tarde con acusaciones directas, colaboró con la Unión Soviética para que los republicanos españoles fueran apresados.
“Su política osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación” explica la autora del libro. Los amigos del pasado en el frente eran los nuevos enemigos.
Negociación en el exilio
El libro dedica especial atención a las negociaciones que se llevaron a cabo para la vuelta de los españoles que habían llegado a la URSS. No sólo por parte del gobierno franquista, para el que cada remesa de exiliados que volvían al país suponía una inmejorable campaña de publicidad, sino también, dentro de su aislamiento, el gobierno de la república española en el exilio.
La política del PCE osciló desde el silencio cómplice hasta la alineación con el PCUS, alcanzando ésta su máxima expresión a finales de los cuarenta con la ‘política del informe’ y la descalificación de los internados y de los organismos republicanos que lucharon por su liberación“Las gestiones de ambos fracasaron debido al silencio soviético, obstáculo con el que se encontraron otros gobiernos que tenían a sus ciudadanos recluidos en la URSS. No obstante, la campaña político-diplomática, humanitaria y periodística más contundente la llevó a cabo la Federación Española de Deportados e Internados Políticos desde Francia. Pese a todos aquellos intentos, la liberación y repatriación de los presos españoles fue posible gracias a la política de apertura promovida por el Kremlin y las sucesivas amnistías promulgadas tras la muerte de Stalin” explica Luiza Iordache. La autora reconoce que al principio fue difícil no emocionarse cuando leía las memorias de los presos, o cuando escuchaba los testimonios de sus familias o incluso de los pilotos supervivientes que estuvieron presos en la URSS, aunque a medida “que iba avanzando en la investigación, me acostumbré a escuchar y a leer ‘la tragedia’ en sus cartas, poemas, memorias, autobiografías”.
Y de entre todas las historias la que más le conmovió fue una llena de atrocidades, en las que la la autora no se recrea, acudiendo al dato objetivo y al hecho concreto, a pesar de hablar de “un mundo de torturas, castigos, privaciones, trabajos forzados, dolor y lágrimas”, como describe Luiza Iordache lo que ocurría dentro de los Gulag.
Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas“Todas las víctimas con sus nombres merecen ser recordadas. Tal vez al público le sorprenderá más el intento fracasado de huida en baúles diplomáticos argentinos de dos españoles, un episodio que puso de relieve la desesperación por salir de la URSS y que condujo a pavorosas torturas en las temibles cárceles de Lubianka y Lefortovo, y después a los campos de trabajo forzados” añade.
El Imparcial
Españoles republicanos en el Gulag
Hace más de cuatro años salió un pequeño libro algo pionero
sobre uno de los episodios más tristes, vergonzosos y olvidados de la
posguerra civil española – el encarcelamiento de unos 346 republicanos
españoles en los campos de concentración soviéticos, algunos de los
cuales murieron – que no tuvo el eco ni la distribución que merecía.
El librito era un resumen de la tesis doctoral de Luiza Iordache, una rumana afincada en Barcelona. Ya ha salido toda la tesis, y ampliada, en un libro de casi 700 páginas, publicado por RBA con prólogo del historiador Ángel Viñas, que cuenta con muchos más detalles este drama que ha permanecido demasiado tiempo en la oscuridad.
La historia contada en “En el Gulag” es conmovedora y con nombres y apellidos. Hay una lista de los encarcelados o internados al final del libro: 193 niños de la guerra evacuados en las expediciones de 1937 y 1938 (de un total de 2.895); 64 personas de la marinería (de un total de 156 tripulantes de los barcos que realizaban el transporte de materiales de guerra y víveres); 40 pilotos (de un total de unos 200 enviados por el Gobierno de la República, a quienes el colapso de la República atrapó en medio de su programa de entrenamiento y perfeccionamiento); 4 maestros de los niños de la guerra (de un total de 130); 9 exiliados políticos (de un total de 890 que llegaron paulatinamente desde el final de la guerra); y 36 presos españoles que llegaron a la URSS en 1945, procedentes de Berlín. La mayoría de estos españoles se refugió en Francia durante la guerra civil, o al final de esta. Se establecieron allí hasta que las tropas nazis, al ocupar parte del territorio francés, se los llevaron a trabajar como prisioneros de guerra en Alemania.
La no intervención en el conflicto español por parte de Francia e Inglaterra forzó al bando republicano a depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la Unión Soviética.
Cuando la guerra terminó, muchas de las personas en la URSS querían regresar con sus familias en España, aunque corrieran peligro en la dictadura de Franco, o ir a otro país, preferentemente en América Latina por la afinidad lingüística y cultural. Pero esta actitud fue considerada antisoviética/trotskista (enemiga del pueblo), tanto por el Partido Comunista Español (PCE) como por las autoridades en Moscú. Todo el que no es comunista es anticomunista, el que no está conmigo está en contra de mí, fue la mentalidad estalinista. Además, la situación internacional cambió bruscamente cinco meses después del final de la guerra en España con el pacto Molotov-Ribbentrop de agosto de 1939.
Entre los casos más dramáticos está el de Federico Gonzalo González, condenado en 1941 por su negativa a participar en una suscripción voluntaria al empréstito interno del Estado con el 10% de su sueldo; Joan Bellobi Roig, casado con una rusa, condenado por haber enseñado una foto de sus familiares residentes en España, de los que afirmó que iban bien vestidos, apreciación que en aquellos tiempos podría ser considerada como propaganda antisoviética; Julián Fuster Ribó, médico, arrestado en 1948 por haberse olvidado colgar la contraseña de entrada en el trabajo, dando lugar a un cruce de réplicas que en aquellos momentos podían ser consideradas antisoviéticas (no pudo regresar a España hasta 1959), y Juan Blasco Cobo, metido en un calabozo frío y lleno de barro, donde para lograr la máxima desesperación del preso y extraer su confesión se utilizaba el método de gota de agua que caía del techo. Fuster, internado en uno de los peores campos de trabajos forzados en la región de Karaganda, sale mencionado en la obra “Archipiélago Gulag” del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn.
En 1948, José Tuñón, que había llegado a la URSS como un niño de la guerra, se metió en el baúl de un diplomático argentino en un avión y cuando llevaban 12 minutos volando empezó a golpear dentro de la maleta porque se asfixiaba. Fue descubierto. Algo similar pasó con Pedro Cepeda Sánchez, otro niño de la guerra atrapado en el paraíso estalinista. Su hija Ana ha editado las memorias de su padre en “Harina de otro costal”, publicado hace poco por Quemada Ediciones.
Pocos pudieron entender por qué fueron detenidos. Preguntada al respecto, la poetisa rusa Anna Ajimátova, con amigos entre la comunidad española, dijo: “¿Por qué? ¿Cómo por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada”. Las autoridades soviéticas, en el contexto de la guerra fría, querían evitar a toda costa la difamación de la URSS y del PCE que suponía la salida de los exiliados españoles.
Particularmente vergonzosa, aunque no sorprendente, era la complicidad de los dirigentes comunistas españoles Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín, todos estalinistas, con la persecución de sus compatriotas acusados de disidentes, y que siguieron manteniendo silencio sobre el asunto, que conocían de antemano, cuando empezó una campaña a partir del 1947 en el extranjero para lograr la liberación de los españoles en los campos. Carrillo, en cuyo libro de memorias (1993) evita cualquier referencia a estos asuntos, llamó a las personas que querían salir de la URSS en una reunión en 1947, según recuerda el comunista italiano Ettore Vanni, “traidores que dejan el país socialista para ir a vivir entre los capitalistas”. Alguien gritó en la reunión, “hay que darles un tiro en la espalda”.
Para combatir las calumniosas noticias sobre los presos españoles que empezaban a ser publicadas en el extranjero, la revista Novi-Saet (Tiempos Nuevos) señalaba que los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. De los más surreal es que algunos presos trabajando en una fábrica de papel leyeron esta noticia en Novi-Saet.
El libro termina con las repatriaciones de españoles republicanos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, junto con más de 200 prisioneros de la División Azul, la unidad de voluntarios que luchó contra los rusos durante la guerra. Algunos de estos rojos habían compartido el mismo campo que los azules.
¡Chapeau a la autora para este magnífico, riguroso y necesario libro!
http://www.elimparcial.es/noticia/141315/Espanoles-republicanos-en-el-Gulag.html
El destino quiso que personas como el
piloto de aviación ourensano José Romero Carreira y más de medio
centenar de marinos mercantes gallegos de los barcos de la República que
trasladaban mercancías entre la URSS y España quedaran en la Unión
Soviética sin posibilidad de regreso a casa o sin poder lograr un rápido
traslado a países como México. Lo mismo ocurrió a niños de la guerra o a
exiliados que se hartaron de la realidad soviética y desearon regresar a
casa o, simplemente, cambiar de vida en otras latitudes.
Una buena parte de ellos, como ya es sabido, acabaron en los campos de trabajo e internamiento (gulag) acusados de traicionar a la patria de los soviets o de ser espías. La obra En el gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin, de la investigadora rumana pero afincada en España Luiza Iordache, profundiza sobre estas vidas que darían para meses y meses de metraje de películas.
La obra (RBA Libros), de 663 páginas, supone una de las investigaciones más detalladas sobre los republicanos españoles en los gulag. "Durante más de tres años, he ido tras la pista de los grupos de republicanos españoles en el gulag. He escudriñado casi una treintena de archivos, fundaciones, centros de documentación y bibliotecas, amén de buscar y rescatar del olvido algunos de los archivos personales de las víctimas", escribe Iordache en el volumen. En este, apunta que la cifra del exilio republicano español en dicha república alcanzó a 4.315 personas entre marinos, aviadores o estudiantes de la academia de aviación, niños, profesores o exiliados.
El libro repasa vidas, acontecimientos históricos, que hielan el alma al conocer la lucha -infructuosa para algunos, ya que fallecieron en los campos de concentración- de ser repatriados a España o enviados al extranjero reclamando a Stalin o Nikita Jrushchov su liberación.
En una carta desde el campo de Karagandá, en enero de 1947, dirigida a familiares de presos en Asturias, Pobra de Broullón en Lugo y Cáceres se señalaba que "llevamos diez años no pudiendo conseguir nuestra repatriación y los últimos cinco esclavizados, sino fuese una cosa tan delicada para un país que pregona tanto el bien".
Finalmente, la liberación llegaría para la gran mayoría en 1954, un año después de fallecer Stalin. Otros como el cirujano Julián Fuster Ribó -nacido en Vigo y del que el suplemento Estela de FARO ha publicado algún retazo vital- la liberación del gulag llegaría en 1955 pero el permiso para viajar a España no se produciría hasta 1959. "El médico -señala Iordache- fue a parar a uno de los campos concentracionarios más duros del archipiélago Gulag: Kenguir, el campo central de las estepas".
Allí, el 16 de mayo de 1954 vivió uno de los episodios más cruentos de la insurrección de los 40 días de Kenguir cuando los presos invadieron el campo de las mujeres y reclamaron mejor trato. "Hacia las cuatro de la madrugada -relataba el propio médico en un escrito recogido por En el gulag- me despertó el tronar de un cañonero. (...) ¿De dónde podía proceder? Podía imaginar y prever heridas de bala en la situación en que vivía el campo, pero heridas de metralla capaces de destrozar un muslo no las había vuelto a ver desde la terminación de la guerra. Pero en un campo de presos indefensos, desarmados, aquel cañoneo me dejó atónito. Siguieron a un primer herido decenas de otros que en pocos minutos llenaron todas las salas y pasillos del hospital. Eran las cuatro y media cuando entré en quirófano: allí estuve sin poder abandonarlo hasta el siguiente día por la mañana. Protagonista de dos guerras, un sudor frío me cubría el cuerpo. Mis ayudantes me comunicaron lo sucedido. A las cuatro de la mañana, mientras todos dormían en el campo, los tanques habían irrumpido en el campo con los cañones enfilados y vomitando metralla. Todo duró exactamente diez minutos". El resultado fueron 120 muertos, cientos trasladados a cárceles especiales y otros miles trasladados a otros campos de Siberia". Esta argumentación la escribió Fuster en una carta protesta a Jrushchov.
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2014/09/14/fuerza-gallega-reto-stalin/1093792.html
El librito era un resumen de la tesis doctoral de Luiza Iordache, una rumana afincada en Barcelona. Ya ha salido toda la tesis, y ampliada, en un libro de casi 700 páginas, publicado por RBA con prólogo del historiador Ángel Viñas, que cuenta con muchos más detalles este drama que ha permanecido demasiado tiempo en la oscuridad.
La historia contada en “En el Gulag” es conmovedora y con nombres y apellidos. Hay una lista de los encarcelados o internados al final del libro: 193 niños de la guerra evacuados en las expediciones de 1937 y 1938 (de un total de 2.895); 64 personas de la marinería (de un total de 156 tripulantes de los barcos que realizaban el transporte de materiales de guerra y víveres); 40 pilotos (de un total de unos 200 enviados por el Gobierno de la República, a quienes el colapso de la República atrapó en medio de su programa de entrenamiento y perfeccionamiento); 4 maestros de los niños de la guerra (de un total de 130); 9 exiliados políticos (de un total de 890 que llegaron paulatinamente desde el final de la guerra); y 36 presos españoles que llegaron a la URSS en 1945, procedentes de Berlín. La mayoría de estos españoles se refugió en Francia durante la guerra civil, o al final de esta. Se establecieron allí hasta que las tropas nazis, al ocupar parte del territorio francés, se los llevaron a trabajar como prisioneros de guerra en Alemania.
La no intervención en el conflicto español por parte de Francia e Inglaterra forzó al bando republicano a depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la Unión Soviética.
Cuando la guerra terminó, muchas de las personas en la URSS querían regresar con sus familias en España, aunque corrieran peligro en la dictadura de Franco, o ir a otro país, preferentemente en América Latina por la afinidad lingüística y cultural. Pero esta actitud fue considerada antisoviética/trotskista (enemiga del pueblo), tanto por el Partido Comunista Español (PCE) como por las autoridades en Moscú. Todo el que no es comunista es anticomunista, el que no está conmigo está en contra de mí, fue la mentalidad estalinista. Además, la situación internacional cambió bruscamente cinco meses después del final de la guerra en España con el pacto Molotov-Ribbentrop de agosto de 1939.
Entre los casos más dramáticos está el de Federico Gonzalo González, condenado en 1941 por su negativa a participar en una suscripción voluntaria al empréstito interno del Estado con el 10% de su sueldo; Joan Bellobi Roig, casado con una rusa, condenado por haber enseñado una foto de sus familiares residentes en España, de los que afirmó que iban bien vestidos, apreciación que en aquellos tiempos podría ser considerada como propaganda antisoviética; Julián Fuster Ribó, médico, arrestado en 1948 por haberse olvidado colgar la contraseña de entrada en el trabajo, dando lugar a un cruce de réplicas que en aquellos momentos podían ser consideradas antisoviéticas (no pudo regresar a España hasta 1959), y Juan Blasco Cobo, metido en un calabozo frío y lleno de barro, donde para lograr la máxima desesperación del preso y extraer su confesión se utilizaba el método de gota de agua que caía del techo. Fuster, internado en uno de los peores campos de trabajos forzados en la región de Karaganda, sale mencionado en la obra “Archipiélago Gulag” del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn.
En 1948, José Tuñón, que había llegado a la URSS como un niño de la guerra, se metió en el baúl de un diplomático argentino en un avión y cuando llevaban 12 minutos volando empezó a golpear dentro de la maleta porque se asfixiaba. Fue descubierto. Algo similar pasó con Pedro Cepeda Sánchez, otro niño de la guerra atrapado en el paraíso estalinista. Su hija Ana ha editado las memorias de su padre en “Harina de otro costal”, publicado hace poco por Quemada Ediciones.
Pocos pudieron entender por qué fueron detenidos. Preguntada al respecto, la poetisa rusa Anna Ajimátova, con amigos entre la comunidad española, dijo: “¿Por qué? ¿Cómo por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada”. Las autoridades soviéticas, en el contexto de la guerra fría, querían evitar a toda costa la difamación de la URSS y del PCE que suponía la salida de los exiliados españoles.
Particularmente vergonzosa, aunque no sorprendente, era la complicidad de los dirigentes comunistas españoles Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín, todos estalinistas, con la persecución de sus compatriotas acusados de disidentes, y que siguieron manteniendo silencio sobre el asunto, que conocían de antemano, cuando empezó una campaña a partir del 1947 en el extranjero para lograr la liberación de los españoles en los campos. Carrillo, en cuyo libro de memorias (1993) evita cualquier referencia a estos asuntos, llamó a las personas que querían salir de la URSS en una reunión en 1947, según recuerda el comunista italiano Ettore Vanni, “traidores que dejan el país socialista para ir a vivir entre los capitalistas”. Alguien gritó en la reunión, “hay que darles un tiro en la espalda”.
Para combatir las calumniosas noticias sobre los presos españoles que empezaban a ser publicadas en el extranjero, la revista Novi-Saet (Tiempos Nuevos) señalaba que los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. De los más surreal es que algunos presos trabajando en una fábrica de papel leyeron esta noticia en Novi-Saet.
El libro termina con las repatriaciones de españoles republicanos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, junto con más de 200 prisioneros de la División Azul, la unidad de voluntarios que luchó contra los rusos durante la guerra. Algunos de estos rojos habían compartido el mismo campo que los azules.
¡Chapeau a la autora para este magnífico, riguroso y necesario libro!
http://www.elimparcial.es/noticia/141315/Espanoles-republicanos-en-el-Gulag.html
Faro de Vigo
La lucha por la libertad en el país de los soviets
La fuerza gallega que retó a Stalin
La negativa de republicanos a seguir viviendo en la URSS puso en jaque a los soviéticos que acabaron por encarcelar a gallegos disidentes » Un nuevo libro trata sobre ellos
A finales de los años 30 y principios de
los 40, para una inmensa mayoría de republicanos españoles pisar la
entonces denominada Unión Soviética suponía un "honor". No olvidaban que
en la Guerra Civil, la cuna de Stalin había ofrecido ayuda material al
bando republicano además de acoger a los "niños de la guerra" evacuados.
Como añadido, en ellos, había hecho mella la propaganda de revistas
soviéticas ilustradas que alababan la situación de campesinos y obreros
del "país idílico del proletariado". Eran jóvenes, rebeldes. Algunos
querían comerse el mundo, otros simplemente ser libres o vivir.
Prisioneros trabajando en el canar Mar Blanco-Báltico.
// En el gulag
Una buena parte de ellos, como ya es sabido, acabaron en los campos de trabajo e internamiento (gulag) acusados de traicionar a la patria de los soviets o de ser espías. La obra En el gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin, de la investigadora rumana pero afincada en España Luiza Iordache, profundiza sobre estas vidas que darían para meses y meses de metraje de películas.
La obra (RBA Libros), de 663 páginas, supone una de las investigaciones más detalladas sobre los republicanos españoles en los gulag. "Durante más de tres años, he ido tras la pista de los grupos de republicanos españoles en el gulag. He escudriñado casi una treintena de archivos, fundaciones, centros de documentación y bibliotecas, amén de buscar y rescatar del olvido algunos de los archivos personales de las víctimas", escribe Iordache en el volumen. En este, apunta que la cifra del exilio republicano español en dicha república alcanzó a 4.315 personas entre marinos, aviadores o estudiantes de la academia de aviación, niños, profesores o exiliados.
El libro repasa vidas, acontecimientos históricos, que hielan el alma al conocer la lucha -infructuosa para algunos, ya que fallecieron en los campos de concentración- de ser repatriados a España o enviados al extranjero reclamando a Stalin o Nikita Jrushchov su liberación.
En una carta desde el campo de Karagandá, en enero de 1947, dirigida a familiares de presos en Asturias, Pobra de Broullón en Lugo y Cáceres se señalaba que "llevamos diez años no pudiendo conseguir nuestra repatriación y los últimos cinco esclavizados, sino fuese una cosa tan delicada para un país que pregona tanto el bien".
Finalmente, la liberación llegaría para la gran mayoría en 1954, un año después de fallecer Stalin. Otros como el cirujano Julián Fuster Ribó -nacido en Vigo y del que el suplemento Estela de FARO ha publicado algún retazo vital- la liberación del gulag llegaría en 1955 pero el permiso para viajar a España no se produciría hasta 1959. "El médico -señala Iordache- fue a parar a uno de los campos concentracionarios más duros del archipiélago Gulag: Kenguir, el campo central de las estepas".
Allí, el 16 de mayo de 1954 vivió uno de los episodios más cruentos de la insurrección de los 40 días de Kenguir cuando los presos invadieron el campo de las mujeres y reclamaron mejor trato. "Hacia las cuatro de la madrugada -relataba el propio médico en un escrito recogido por En el gulag- me despertó el tronar de un cañonero. (...) ¿De dónde podía proceder? Podía imaginar y prever heridas de bala en la situación en que vivía el campo, pero heridas de metralla capaces de destrozar un muslo no las había vuelto a ver desde la terminación de la guerra. Pero en un campo de presos indefensos, desarmados, aquel cañoneo me dejó atónito. Siguieron a un primer herido decenas de otros que en pocos minutos llenaron todas las salas y pasillos del hospital. Eran las cuatro y media cuando entré en quirófano: allí estuve sin poder abandonarlo hasta el siguiente día por la mañana. Protagonista de dos guerras, un sudor frío me cubría el cuerpo. Mis ayudantes me comunicaron lo sucedido. A las cuatro de la mañana, mientras todos dormían en el campo, los tanques habían irrumpido en el campo con los cañones enfilados y vomitando metralla. Todo duró exactamente diez minutos". El resultado fueron 120 muertos, cientos trasladados a cárceles especiales y otros miles trasladados a otros campos de Siberia". Esta argumentación la escribió Fuster en una carta protesta a Jrushchov.
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2014/09/14/fuerza-gallega-reto-stalin/1093792.html
En el Gulag. Españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin.
Miguel Platón- La joven profesora rumana Luiza Iordache, de 33 años, perteneciente a
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad
Internacional de Cataluña, ha escrito una obra de referencia sobre la
peripecia de los miles de españoles que llegaron a la Unión Soviética
por distintos avatares relacionados con la Guerra Civil o la Segunda
Guerra Mundial, y que luego pasaron largo tiempo retenidos por la
dictadura comunista.
El libro está basado en la tesis doctoral que la autora presentó en
la Universidad Autónoma de Barcelona y constituye, en conjunto, un
excelente trabajo de investigación, muy por encima de lo que es habitual
en las universidades españolas.
Los compatriotas que padecieron el Gulag no fueron un colectivo uniforme, sino que tenían distintos orígenes: marinos mercantes o militares que seguían cursos de instrucción a quienes sorprendió el final de la guerra en la URSS, comunistas caídos en desgracia, prisioneros de la División Azul, paisanos capturados en Alemania en 1945, etc.
Muchos de ellos pasaron más de diez años en campos de concentración y hasta la muerte de Stalin, en 1953, no se atendieron sus peticiones para abandonar la Unión Soviética y, en la mayoría de los casos, regresar a España. El Gobierno de Franco efectuó a partir de 1945 gestiones reiteradas y discretas, que sólo empezaron a rendir frutos ocho años después.
Luiza Iordache relata numerosos testimonios personales y describe, asimismo, el comportamiento siniestro de los dirigentes del Partido Comunista de España –en particular de su secretaria general, Dolores Ibarruri-, indiferentes ante los padecimientos de los prisioneros y opuestos a su repatriación.
Aunque resulta inevitable que toda investigación tenga que circunscribirse a una cuestión principal, se echa de menos no obstante una mayor descripción de todo el colectivo de españoles que por distintas causas sufrió la opresión soviética de la época de Stalin. - http://www.telemadrid.es/blogs/post/en-el-gulag-espanoles-republicanos-en-los-campos-de-concentracion-de-stalin
La opinión de la autora de
este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado.
Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras
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