EL
HISTORIADOR desentierra de los archivos del KGB un episodio de
película, pero real: el intento de huida de dos españoles en los baúles
de diplomáticos argentinos, hastiados de vivir en la URSS. El juicio
reveló las terribles condiciones en las que vivían los exiliados
españoles al acabar la Guerra Civil |
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BORIS SOPELNIAK. Moscú |
Como se sabe, la idea de la Revolución mundial causó desgracias en todo
el planeta. La URSS se dispuso a admitir en los brazos de la amistad
internacional a pueblos enteros para dirigirlos.En los años 30, en el
centro de su atención apareció España.Pero los abrazos estalinistas se
convirtieron en un cepo que rompía los destinos humanos. Tras la guerra
civil española, muchos de los marinos, pilotos y pedagogos exiliados
expresaron su deseo de salir de la URSS.
No sólo les fue negado, sino que se empezó a hablar de ellos como
individuos desprovistos de «moral socialista». Mientras a los españoles
buenos se les premiaba con cargos bien remunerados, los españoles malos
trabajaban en fábricas cuando no eran empujados a campos de
concentración. Muchos, desilusionados con el comunismo, vivían con la
esperanza de que alguien derrocara a Franco y volver a España. Pero a
otros les faltó paciencia.
( JOSÉ ANTONIO TUÑON. Condenado a 25 años de reclusión en un campo de
concentración. Se le acusó de pasar información al diplomático argentino
Pedro Conde para un eventual libro difamatorio contra la URSS y de
intentar salir ilegalmente del país. Fue descubierto dentro de la maleta
de Conde en un avión rumbo a Praga).
Ésta es la historia de cuatro de ellos reconstruida de manera novelada a
partir de documentos hallados en los archivos del antiguo KGB. Una
historia que arranca la madrugada del 2 de enero de 1948 en un céntrico
hotel moscovita.
Faltaban unas horas para el amanecer, cuando a la entrada del Grand
Hotel de Moscú paró un camión en el que cargaron dos enormes maletas. No
tardó en llegar un coche, un Opel, cuyo conductor tocó discretamente el
claxon. Por la escalera bajaron dos tipos bastante bien vestidos. Uno
se llamaba Bazán. El otro, Pedro Conde, era agregado de la embajada
argentina en Moscú.
Entró directamente al Opel. Bazán, en cambio, se dirigió al camión y
verificó con cuidado el estado de las maletas. Eran las 5.45 cuando los
dos vehículos marcharon al aeropuerto Vnukovo. En la calle no había un
alma y no tardaron en llegar.
En la pista de despegue un viejo Douglas ya calentaba motores.Un grupo
de operarios arrojó las maletas del camión al suelo y Conde, preocupado,
trató de acercarse a ellas, pero antes de que llegara le llamaron desde
el mostrador de facturación. En ellas se encontraban escondidos los
españoles Tuñón y Cepeda.Habían hecho gestiones para volar solos hasta
Praga, primera escala de un viaje que les llevaría a París y concluiría
en Buenos Aires, pero finalmente, y para su disgusto, les iban a
acompañar un general de las fuerzas aéreas, su mujer y el rechoncho
representante de una empresa maderera checoslovaca.
Un poco contrariado, Conde se dejó caer derrotado en una de las butacas
del aeropuerto y sacó del bolsillo una petaca. Aunque no lo sabía
mientras bebía un sorbo de coñac, aquél no iba a ser el último
contratiempo para la operación que tan minuciosamente había planeado. La
maleta de Bazán pesaba demasiado y no tenían dinero para pagar el
suplemento. No podría volar hasta el día 4 de enero.
-Bueno -dijo el diplomático levantándose.- No se apene, Bazán.Le espero
en Praga. ¡Hasta la vista! Y se encaminó hacia el avión.Minutos después,
el maltrecho Douglas, se encaramaba en las nubes hinchadas de nieve.
Aún sobrevolaban territorio soviético cuando el capitán de la nave,
Piotr Mijailov, empezó a escuchar un insistente golpeteo. Llamó al
mecánico de abordo y le hizo inspeccionar la cabina. Pero el mecánico no
detectó nada extraño.Ante la insistencia del toc-toc, se acercó hasta
la sección del equipaje. Y allí descubrió que el ruido provenía de la
maleta del señor Conde.
¿Una bomba? El capitán envió a una azafata para que viese de qué se
podía tratar. La joven volvió a la cabina en menos de un minuto.
-Eso no es un reloj- informó. - Allí hay alguien metido. Puede ser un perro o puede ser un hombre.
Para entonces, Conde se había puesto a golpear frenéticamente su maleta.
Después de lastimarse los puños había empezado a darle puntapiés hasta
destrozar sus zapatos laqueados. Tras informar de la situación, el
capitán había recibido órdenes de aterrizar en Lvov, en Ucrania. El
desenlace de este insólito episodio aparece recogido en un documento
firmado por varios funcionarios y por todos los miembros de la
tripulación y los pasajeros del Douglas.
«Nosotros, los abajo firmantes, hemos suscrito esta acta acerca de que
en el avión GBF [siglas de Flota Aérea Estatal] nº 1003 que realiza
vuelos según el rumbo Moscú-Kiev-Lvov-Praga, en la maleta que pertenece
al agregado de la embajada argentina, señor Pedro Conde, fue encontrado
Tuñón Albertos, José Antonio, nacido en 1916, español, no argentino, a
quien el señor Pedro Conde trataba de esta manera de trasladar
ilegalmente al extranjero».
«En el registro de la maleta donde estaba Tuñón», prosigue el escrito,
«se encontraron los siguientes objetos: 1. Pistola.2. Documentos de
viaje a nombre de José Antonio Tuñón Albertos y de Pedro Cepeda. 3. Dos
bolsas de agua caliente: una llena de agua para beber y otra, según la
explicación de Tuñón, para utilizar en calidad de aseo. 4. Panecillo con
salchichón. 5.Traje, corbata, camisas, calcetines, etc.».
Así nació la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que iba a acabar con
cuatro españoles condenados por espionaje contra la URSS.
Según el auto de prisión de Tuñón, firmado por el capitán Pankratov, el
español había llegado a la URSS en 1938 para los cursillos de
recapacitación de la escuela de pilotos. Nueve años más tarde, en agosto
de 1947, empezó a trabajar en calidad de intérprete del agregado de la
embajada argentina Pedro Conde, quien le contrató como espía.
De la documentación del KGB se desprende que en el primer interrogatorio
Tuñón se declaró culpable de intentar abandonar la URSS ilegalmente,
pero no de espionaje.
-Yo quería vivir en México. Todos mis parientes están allá.
-¿Y de dónde surgió el interés hacia su persona por parte de la embajada argentina?
-Ellos tenían problemas con los intérpretes. Yo traducía a Conde y a
Bazán artículos de prensa. Después surgió la amistad. Una vez me quejé a
Conde por no poder ir a México, y él me propuso trasladarme al
extranjero ilegalmente en su maleta.
-Escuche, Tuñón, ¿es que nos toma por tontos? Que un diplomático
arriesgue su carrera metiendo en una maleta a un intérprete cualquiera,
eso no se oye ni en los chistes. Piense bien sobre su suerte futura.
Confiese y el tribunal tomará en consideración su franqueza.
Es difícil saber qué ocurrió. O Tuñón «se lo pensó bien», o ejercieron
sobre él otras medidas de persuasión. El caso es que en el siguiente
interrogatorio reconoció que recogía información para los argentinos.Y
no sólo él; también Pedro Cepeda, Julián Fuster y Francisco Ramos.
Se trataba de información considerada «estratégicamente peligrosa»: las
malas condiciones de vida, el descontento de los obreros, la carestía de
la vida, la inactividad de los sindicatos... Todo lo que pudiera servir
a Conde para, a su regreso a Argentina, escribir un libro difamatorio
sobre la URSS.
-¿Se interesaba por la situación de los emigrantes españoles?
-Por supuesto. Informé con detalle sobre la escisión de los emigrantes
españoles y el descontento hacia la dirección del Partido Comunista,
sobre el deseo de muchos de volver a su patria y sobre el arresto de
algunos españoles que iniciaron una lucha encarnizada contra Dolores
Ibárruri.
Entre los españoles a los que Tuñón citó estaba Pedro Cepeda, quien,
según su confesión, había de viajar junto a él a Praga en la fatídica
noche del 2 de enero de 1948 en el interior de la maleta de Bazán. Había
llegado a Moscú de chico, a la edad de 15 años, en 1937. Vivió en un
orfanato, y después consiguió un humilde puesto de lubricador de
máquinas textiles. Tras algún otro oficio, empezó a trabajar como
intérprete en la embajada argentina.
Las autoridades acusaron a Cepeda de acompañar a los argentinos a las
tiendas y comedores de Moscú «tratando de mostrarles sólo la parte
negativa de nuestra vida»; de fotografiar las colas, los patios llenos
de basura y a los mendigos. Aquello se calificó de actividad
antisoviética. Pidieron para él 25 años en un campo de concentración.
MUERTOS DE HAMBRE
Parece excesivo -era el castigo más alto que preveía la ley soviética en
1948- para delitos como tomar fotografías de mendigos o intentar huir
del país en un caso como el de Cepeda, cuya tentativa fracasó tras
cuatro horas congelado encerrado en el interior de una maleta que no
llegó a embarcar. Pero la dureza con que se aplicó la ley a estos
españoles queda explicada por un documento escrito en castellano hallado
entre los legajos de esta causa. A la luz de ese escrito cabe imaginar
que, para las direcciones del PCE y del PCUS, tal condena podría
resultar incluso leve:
El escrito decía lo siguiente: «Entendiendo que la caída de Franco
estaba vinculada con el fracaso de Hitler, muchos españoles
abnegadamente lucharon en los frentes en destacamentos de guerrilleros
en Bielorrusia, Crimea y el Cáucaso. No pocos españoles, luchando bajo
la dirección de jefes soviéticos mediocres, cayeron presos de los
alemanes.Comenzó un escándalo y Dolores Ibárruri dio orden de que a los
españoles no se les permitiera ir al frente. Durante mucho tiempo se los
mantuvo en Moscú y se les utilizaba para cortar leña.
Mientras tanto, sus mujeres e hijos, que vivían en Asia Central, morían
de hambre. Solamente en Kokand [antiguo Turkestán] murieron 52 niños. El
hambre fue terrible, gatos y perros se consideraban platos refinados.
Para alimentar a los niños, muchas españolas se dedicaban a la
prostitución, mientras que el Estado Mayor encabezado por Ibárruri vivía
felizmente en Ufá [Urales]. En los orfanatos para los niños españoles
hacía estragos la tuberculosis [...].
Cuando el ex ministro Hernández [Jesús Hernández, ministro de
Instrucción Pública en la República], que voló a México por encargo del
partido, relató la situación de los españoles y acusó a Dolores
Ibárruri, le declararon inmediatamente traidor y le expulsaron del
partido. Tras la guerra, comenzó una auténtica peregrinación por
conseguir pasaporte de países latinoamericanos. Cerca de 150 personas
lograron salir, pero pronto los dirigentes del PC organizaron una
campaña contra la salida de los españoles. Muchos escribían cartas a
Stalin y Molotov quejándose de Ibárruri, pero estos hombres rápidamente
desaparecían. Los que no podían soportar el acoso se suicidaban».
Tales notas, sin embargo, no le fueron halladas a Cepeda, sino al doctor Julián Fuster, arrestado el 8 de enero de 1948.
Lo acusaban porque «trabajando en instalaciones médicas de Moscú, hizo
sistemáticamente propaganda antisoviética. [...] Usa su puesto de
trabajo para lucrarse y practica abortos ilegalmente.Cuando entró en
contacto con los representantes de la embajada argentina les transmitió
información de espionaje».
Además de las notas citadas, apareció una carta de Fuster a su hermana.
«La culpa directa», escribía «es de los dirigentes criminales del PCE,
que son agentes mercenarios de Moscú. Aquí están sus nombres: en primer
lugar Dolores Ibárruri, que sea maldito su nombre y que se coman los
perros sus huesos; [...] Esta gente nunca logrará salir de Rusia porque
para cualquier español honrado será un honor aniquilarlos».
-Sí que acumuló rencor- ironizó el juez instructor en el proceso.
- ¿Muchos españoles suscribirían esas palabras?, preguntó a Fuster.
-La mayoría. Menos los que comen del plato de Ibárruri, claro.
Si para entonces la instrucción del sumario contra Tuñón, Cepeda y
Fuster se acercaba a su fin, la de Francisco Ramos no hacía más que
empezar. El tribunal sólo tenía testimonios de Fuster, quien aseguraba
que tuvo conversaciones antisoviéticas con Ramos.Pero no tardó en
aparecer un diario que, aunque escrito en 1942, puso muy contentos a los
jueces de la investigación.
GACHAS INCOMIBLES
«He visitado el comedor de Saratov», se lee en el diario. «Los camareros
van con andrajos, manteles rotos, no hay servilletas.Vajillas tampoco.
La kasha [gachas] la sirven en latas de conserva y es incomible para un
estómago civilizado. [...] Se hacen colas para recibir cosas increíbles:
tinta, cerraduras, cepillos, etc.Es el país de las colas. He preguntado
a mis vecinos por qué no protestan y uno dijo: "En 1928 nos hemos
comido a nuestros propios hijos, de ellos hicieron salchichas". [...]
Preferiría mi fusilamiento en España a la vida en Saratov». Aunque el
acusado negó haber espiado para los argentinos, estas citas fueron
suficiente para los instructores.
El 27 de julio de aquel mismo año de 1948 el viceministro de Seguridad
Estatal de la URSS, el teniente general Ogoltsov, leyó la acusación por
la causa 837, y en agosto se condenó a Tuñón y Cepeda a 25 años; a
Fuster, a 20 años, y a Ramos, a 10 años de campos de concentración.
Pasaron siete años. Durante todo ese tiempo los españoles se comportaron
ejemplarmente. En agosto de 1955, la comisión central de revisión de
las causas admitió sus peticiones y rebajó la medida de castigo hasta un
plazo ya cumplido, de manera que fueron liberados. Fuster, Tuñón y
Ramos volvieron a su patria, mientras que Cepeda se instaló en la región
de Tula y sólo más tarde viajó a España.
Ignoro cómo transcurrió la vida de nuestros héroes en España.Si están
vivos y tienen salud o familia. Quisiera esperar que si ellos o alguno
de sus conocidos lee este artículo acabemos sabiendo qué pasó después.
No dudo de que, como en el pasado, continuaron luchando y, con su
experiencia vital, su voluntad y sus conocimientos, encontraron su lugar
en la España posfranquista.
Boris Sopelniak es escritor ruso. Su último libro, «Los secretos de la diplomacia rusa», será editado en 2004 en su país.
http://www.elmundo.es/cronica/2003/426/1071487030.html
HISTORIA / VIDA DE UN SUPERVIVIENTE |
El "espía" Cepeda murió en Madrid |
CRONICA descubrió la increíble historia de unos
exiliados que intentaron huir de la URSS escondidos en baúles. La
familia de uno de ellos completa el relato |
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JUAN LUIS GALIACHO
CRONICA desvelaba el pasado 14 de diciembre un episodio de película,
pero real: el intento de huida de la URSS en las Navidades de 1948 de
dos exiliados españoles que se introdujeron en los baúles de dos
diplomáticos argentinos. Uno de los españoles era el malagueño Pedro
Cepeda, hijo de Antonia y Pedro, un anarquista de la CNT que al comienzo
de la Guerra Civil envió a sus descendientes a la Unión Soviética para
mantenerlos a salvo bajo la custodia de la dirección del Partido
Comunista que lideraba con mano dura Dolores Ibárruri La Pasionaria.
Hoy, 56 años después del intento de huida, su mujer, la violinista rusa
Svietlana Etkina, y sus hijos, Elías y Ana, viven en una urbanización en
las afueras de Madrid. Aunque Pedro cumplió su deseo de volver a la
patria ya no está con ellos. Falleció en un hospital de la capital de
España el 8 de enero de 1984, tras una operación de cataratas, una de
las secuelas de los años que pasó en un campo de concentración de
Siberia, tras ser condenado por ser un supuesto espía
anglo-americano-argentino.
La historia arranca en una fría madrugada del 2 de enero de 1948 en el
céntrico hotel moscovita Metropol, donde se hospedaban los diplomáticos
argentinos Pedro Conde, agregado de la embajada, y Sigifriedo Antoño
Bazán, pariente de Cepeda. Pedro, traductor en la embajada argentina, y
su compañero el piloto José Antonio Tuñón habían preparado su huida
cansados de que la dirección del PCE no les dejara salir de la URSS. Su
plan era viajar dentro de los baúles de los diplomáticos argentinos que
volaban hacia Buenos Aires, vía Praga y París.
Al llegar al aeropuerto, la maleta de Bazán, donde iba escondido Cepeda,
tenía sobrepeso y aquél no contaba con el dinero para pagar el
suplemento estipulado, por lo que tuvo que retrasar su viaje. Tras
sobornar a un transportista, el diplomático argentino pudo retirar la
maleta del aeropuerto y llevarla hasta el patio del hotel donde se
hospedaba. Abrió el baúl convencido de que Cepeda, tras 10 horas
encerrado y con temperaturas de hasta 17 grados bajo cero, estaría
congelado, pero el español, de pequeña estatura y complexión delgada,
seguía vivo. Sin embargo, su alegría inicial se truncaría días después.
Fueron detenidos en el aeropuerto al intentar de nuevo la huida. Los
servicios de inteligencia del Kremlin, que habían interceptado antes al
otro fugado, Tuñón, estaban sobreaviso.
El periplo de Tuñón, que llegó a la URSS en 1938 para unos cursillos de
recapacitación de pilotos, también fue de película. Volaba en un viejo
avión Douglas GBF, dentro del baúl del agregado de la embajada
argentina, cuando fue detenido. Tuvo la mala suerte de que el baúl
quedara boca abajo, de tal forma que cuando el avión comenzó a girar se
mareó y vomitó. Su instinto le hizo golpear frenéticamente la maleta
pidiendo auxilio. Descubierto, el comandante de la nave, Piotr Mijailov,
aterrizó en Lvov (Ucrania).Militares soviéticos encontraron en su
maleta también el pasaporte de Cepeda, que Tuñón había retenido para
evitar traiciones de última hora.
Así se inició la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que acabó con
cuatro españoles condenados por espionaje y que ha sido desenterrada de
los archivos de la KGB por el historiador Boris Sopelniak.
Junto a Cepeda y Tuñón fueron detenidos el cirujano Julián Fuster y el
catalán Francisco Ramos Molins. Tras seis meses en la prisión moscovita
de la KGB, conocida como Lubianka, el 27 de julio de 1948 un tribunal
condenaba a Tuñón y a Cepeda a 25 años de trabajos forzosos en Siberia; a
Fuster, a 20 años; y a Ramos, a 10. Los cuatro fueron liberados tras
nueve años. Nunca más volvieron a verse. Tuñón se fue a México, país al
que quería llegar cuando intentó huir en la maleta y donde residían sus
familiares. Fuster se instaló como cirujano en Palafrugell (Girona) y
Ramos volvió a Barcelona y con el tiempo se hizo dirigente del PSUC.
Cepeda fue el único que se quedó. Al abandonar el campo de concentración
de Intá, en Siberia, donde hizo amistad con artistas e intelectuales
como el escritor Alexander Solzhenitsynk (autor de Archipiélago Gulag),
se instaló en la ciudad minera de Stalonogorsk, en la región de Tula.
Allí se casó con Irina, una rusa de origen judío a la que había conocido
cuando estaba preso y con quien tuvo una hija a la que llamó Antonia,
en honor a su madre, a la que nunca volvería a ver desde que salió de
España con 15 años.
RECITALES DE OPERETA
Inteligente y vital, el malagueño era conocido como Perico. En la II
Guerra Mundial, con 18 años, se había alistado como voluntario del
ejército rojo en un submarino en el Mar Negro. Para ello falsificó su
apellido por el de Cepedashvili. Al dejar Siberia, recorrió la URSS
dando recitales de opereta, afición que de pequeño había practicado en
el coro del teatro moscovita de Stanislavsky.Sin embargo, una enfermedad
en la garganta le obligó a dejar el canto. Volvió a Moscú tras la
muerte de Stalin y comenzó a ejercer de traductor y corrector en el
periódico Novedades, en su edición española. Divorciado ya de su primera
mujer, había entablado relación con la violinista Svietlana Etkina. Él
trabajó contra la voluntad de la dirección del PCE, que quería tener
controlados y formados a todos sus cuadros para volver a tomar el poder
en España. La Pasionaria, con quien tuvo muchos conflictos, dijo del
malagueño que, como «harina de otro costal», «un día lo vería colgado de
un mástil de la avenida Gorki».
Finalmente, el 17 de marzo de 1966, Perico Cepeda hacía realidad su
sueño: regresaba a España. Se instaló en una modesta pensión del centro
de Madrid (calle Echegaray), junto a su segunda esposa y el primer hijo
de ambos, Elías. En un principio, vivieron de la ayuda que el Gobierno
de Franco daba a los exiliados (unas 3.000 pesetas) y del trabajo de
Svietlana, que actuaba de violinista en los platós de TVE bajo la batuta
de Rafael Ibarbia y Augusto Algueró. Después, y gracias a un falangista
que Cepeda había conocido en Moscú, Salvador Vallina, se instalaron en
un modesto piso, ya con su segunda hija, Ana.
Un militar amigo, Marcelino Martín, le consiguió trabajo de traductor en
el Ministerio de Información y Turismo, en el despacho del entonces
ministro Manuel Fraga, con un sueldo de 5.000 pesetas.Acompañaba como
traductor a las formaciones artísticas soviéticas que a partir de 1967
comenzaron a visitar España, como el ballet Moiseyev o el Circo Ruso.
Después trabajó en Efe traduciendo las noticias que llegaban desde la
URSS y más tarde en el Plan Nacional de Seguridad en el Trabajo. En los
últimos años del franquismo se convirtió en uno de los líderes de la UGT
y llegó a ser dirigente de la sección sindical del Funcionariado
Público.El 8 de enero de 1984, con 61 años, moría en un hospital tras
una operación de cataratas, complicada con un infarto y varias úlceras
de estómago, otras secuelas de su paso por Siberia. El malagueño Perico,
el joven que quiso abandonar la URSS oculto en una maleta, descansaba
en la tierra que le vio nacer y que abandonó contra su voluntad en 1937.http://www.elmundo.es/cronica/2004/429/1073310908.html
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este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado.
Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras
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