28 de mayo de 2015

HISTORIA / EL EXILIO TERRIBLE EN LA URSS Huida (frustrada) en una maleta; HISTORIA / VIDA DE UN SUPERVIVIENTE

EL HISTORIADOR desentierra de los archivos del KGB un episodio de película, pero real: el intento de huida de dos españoles en los baúles de diplomáticos argentinos, hastiados de vivir en la URSS. El juicio reveló las terribles condiciones en las que vivían los exiliados españoles al acabar la Guerra Civil
BORIS SOPELNIAK. Moscú
 
Como se sabe, la idea de la Revolución mundial causó desgracias en todo el planeta. La URSS se dispuso a admitir en los brazos de la amistad internacional a pueblos enteros para dirigirlos.En los años 30, en el centro de su atención apareció España.Pero los abrazos estalinistas se convirtieron en un cepo que rompía los destinos humanos. Tras la guerra civil española, muchos de los marinos, pilotos y pedagogos exiliados expresaron su deseo de salir de la URSS.

No sólo les fue negado, sino que se empezó a hablar de ellos como individuos desprovistos de «moral socialista». Mientras a los españoles buenos se les premiaba con cargos bien remunerados, los españoles malos trabajaban en fábricas cuando no eran empujados a campos de concentración. Muchos, desilusionados con el comunismo, vivían con la esperanza de que alguien derrocara a Franco y volver a España. Pero a otros les faltó paciencia.


( JOSÉ ANTONIO TUÑON. Condenado a 25 años de reclusión en un campo de concentración. Se le acusó de pasar información al diplomático argentino Pedro Conde para un eventual libro difamatorio contra la URSS y de intentar salir ilegalmente del país. Fue descubierto dentro de la maleta de Conde en un avión rumbo a Praga).

Ésta es la historia de cuatro de ellos reconstruida de manera novelada a partir de documentos hallados en los archivos del antiguo KGB. Una historia que arranca la madrugada del 2 de enero de 1948 en un céntrico hotel moscovita.

Faltaban unas horas para el amanecer, cuando a la entrada del Grand Hotel de Moscú paró un camión en el que cargaron dos enormes maletas. No tardó en llegar un coche, un Opel, cuyo conductor tocó discretamente el claxon. Por la escalera bajaron dos tipos bastante bien vestidos. Uno se llamaba Bazán. El otro, Pedro Conde, era agregado de la embajada argentina en Moscú.

Entró directamente al Opel. Bazán, en cambio, se dirigió al camión y verificó con cuidado el estado de las maletas. Eran las 5.45 cuando los dos vehículos marcharon al aeropuerto Vnukovo. En la calle no había un alma y no tardaron en llegar.

En la pista de despegue un viejo Douglas ya calentaba motores.Un grupo de operarios arrojó las maletas del camión al suelo y Conde, preocupado, trató de acercarse a ellas, pero antes de que llegara le llamaron desde el mostrador de facturación. En ellas se encontraban escondidos los españoles Tuñón y Cepeda.Habían hecho gestiones para volar solos hasta Praga, primera escala de un viaje que les llevaría a París y concluiría en Buenos Aires, pero finalmente, y para su disgusto, les iban a acompañar un general de las fuerzas aéreas, su mujer y el rechoncho representante de una empresa maderera checoslovaca.

Un poco contrariado, Conde se dejó caer derrotado en una de las butacas del aeropuerto y sacó del bolsillo una petaca. Aunque no lo sabía mientras bebía un sorbo de coñac, aquél no iba a ser el último contratiempo para la operación que tan minuciosamente había planeado. La maleta de Bazán pesaba demasiado y no tenían dinero para pagar el suplemento. No podría volar hasta el día 4 de enero.

-Bueno -dijo el diplomático levantándose.- No se apene, Bazán.Le espero en Praga. ¡Hasta la vista! Y se encaminó hacia el avión.Minutos después, el maltrecho Douglas, se encaramaba en las nubes hinchadas de nieve. Aún sobrevolaban territorio soviético cuando el capitán de la nave, Piotr Mijailov, empezó a escuchar un insistente golpeteo. Llamó al mecánico de abordo y le hizo inspeccionar la cabina. Pero el mecánico no detectó nada extraño.Ante la insistencia del toc-toc, se acercó hasta la sección del equipaje. Y allí descubrió que el ruido provenía de la maleta del señor Conde.

¿Una bomba? El capitán envió a una azafata para que viese de qué se podía tratar. La joven volvió a la cabina en menos de un minuto.

-Eso no es un reloj- informó. - Allí hay alguien metido. Puede ser un perro o puede ser un hombre.

Para entonces, Conde se había puesto a golpear frenéticamente su maleta. Después de lastimarse los puños había empezado a darle puntapiés hasta destrozar sus zapatos laqueados. Tras informar de la situación, el capitán había recibido órdenes de aterrizar en Lvov, en Ucrania. El desenlace de este insólito episodio aparece recogido en un documento firmado por varios funcionarios y por todos los miembros de la tripulación y los pasajeros del Douglas.

«Nosotros, los abajo firmantes, hemos suscrito esta acta acerca de que en el avión GBF [siglas de Flota Aérea Estatal] nº 1003 que realiza vuelos según el rumbo Moscú-Kiev-Lvov-Praga, en la maleta que pertenece al agregado de la embajada argentina, señor Pedro Conde, fue encontrado Tuñón Albertos, José Antonio, nacido en 1916, español, no argentino, a quien el señor Pedro Conde trataba de esta manera de trasladar ilegalmente al extranjero».

«En el registro de la maleta donde estaba Tuñón», prosigue el escrito, «se encontraron los siguientes objetos: 1. Pistola.2. Documentos de viaje a nombre de José Antonio Tuñón Albertos y de Pedro Cepeda. 3. Dos bolsas de agua caliente: una llena de agua para beber y otra, según la explicación de Tuñón, para utilizar en calidad de aseo. 4. Panecillo con salchichón. 5.Traje, corbata, camisas, calcetines, etc.».

Así nació la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que iba a acabar con cuatro españoles condenados por espionaje contra la URSS.

Según el auto de prisión de Tuñón, firmado por el capitán Pankratov, el español había llegado a la URSS en 1938 para los cursillos de recapacitación de la escuela de pilotos. Nueve años más tarde, en agosto de 1947, empezó a trabajar en calidad de intérprete del agregado de la embajada argentina Pedro Conde, quien le contrató como espía.

De la documentación del KGB se desprende que en el primer interrogatorio Tuñón se declaró culpable de intentar abandonar la URSS ilegalmente, pero no de espionaje.

-Yo quería vivir en México. Todos mis parientes están allá.

-¿Y de dónde surgió el interés hacia su persona por parte de la embajada argentina?

-Ellos tenían problemas con los intérpretes. Yo traducía a Conde y a Bazán artículos de prensa. Después surgió la amistad. Una vez me quejé a Conde por no poder ir a México, y él me propuso trasladarme al extranjero ilegalmente en su maleta.

-Escuche, Tuñón, ¿es que nos toma por tontos? Que un diplomático arriesgue su carrera metiendo en una maleta a un intérprete cualquiera, eso no se oye ni en los chistes. Piense bien sobre su suerte futura. Confiese y el tribunal tomará en consideración su franqueza.

Es difícil saber qué ocurrió. O Tuñón «se lo pensó bien», o ejercieron sobre él otras medidas de persuasión. El caso es que en el siguiente interrogatorio reconoció que recogía información para los argentinos.Y no sólo él; también Pedro Cepeda, Julián Fuster y Francisco Ramos.

Se trataba de información considerada «estratégicamente peligrosa»: las malas condiciones de vida, el descontento de los obreros, la carestía de la vida, la inactividad de los sindicatos... Todo lo que pudiera servir a Conde para, a su regreso a Argentina, escribir un libro difamatorio sobre la URSS.

-¿Se interesaba por la situación de los emigrantes españoles?

-Por supuesto. Informé con detalle sobre la escisión de los emigrantes españoles y el descontento hacia la dirección del Partido Comunista, sobre el deseo de muchos de volver a su patria y sobre el arresto de algunos españoles que iniciaron una lucha encarnizada contra Dolores Ibárruri.

Entre los españoles a los que Tuñón citó estaba Pedro Cepeda, quien, según su confesión, había de viajar junto a él a Praga en la fatídica noche del 2 de enero de 1948 en el interior de la maleta de Bazán. Había llegado a Moscú de chico, a la edad de 15 años, en 1937. Vivió en un orfanato, y después consiguió un humilde puesto de lubricador de máquinas textiles. Tras algún otro oficio, empezó a trabajar como intérprete en la embajada argentina.

Las autoridades acusaron a Cepeda de acompañar a los argentinos a las tiendas y comedores de Moscú «tratando de mostrarles sólo la parte negativa de nuestra vida»; de fotografiar las colas, los patios llenos de basura y a los mendigos. Aquello se calificó de actividad antisoviética. Pidieron para él 25 años en un campo de concentración.

MUERTOS DE HAMBRE

Parece excesivo -era el castigo más alto que preveía la ley soviética en 1948- para delitos como tomar fotografías de mendigos o intentar huir del país en un caso como el de Cepeda, cuya tentativa fracasó tras cuatro horas congelado encerrado en el interior de una maleta que no llegó a embarcar. Pero la dureza con que se aplicó la ley a estos españoles queda explicada por un documento escrito en castellano hallado entre los legajos de esta causa. A la luz de ese escrito cabe imaginar que, para las direcciones del PCE y del PCUS, tal condena podría resultar incluso leve:

El escrito decía lo siguiente: «Entendiendo que la caída de Franco estaba vinculada con el fracaso de Hitler, muchos españoles abnegadamente lucharon en los frentes en destacamentos de guerrilleros en Bielorrusia, Crimea y el Cáucaso. No pocos españoles, luchando bajo la dirección de jefes soviéticos mediocres, cayeron presos de los alemanes.Comenzó un escándalo y Dolores Ibárruri dio orden de que a los españoles no se les permitiera ir al frente. Durante mucho tiempo se los mantuvo en Moscú y se les utilizaba para cortar leña.

Mientras tanto, sus mujeres e hijos, que vivían en Asia Central, morían de hambre. Solamente en Kokand [antiguo Turkestán] murieron 52 niños. El hambre fue terrible, gatos y perros se consideraban platos refinados. Para alimentar a los niños, muchas españolas se dedicaban a la prostitución, mientras que el Estado Mayor encabezado por Ibárruri vivía felizmente en Ufá [Urales]. En los orfanatos para los niños españoles hacía estragos la tuberculosis [...].

Cuando el ex ministro Hernández [Jesús Hernández, ministro de Instrucción Pública en la República], que voló a México por encargo del partido, relató la situación de los españoles y acusó a Dolores Ibárruri, le declararon inmediatamente traidor y le expulsaron del partido. Tras la guerra, comenzó una auténtica peregrinación por conseguir pasaporte de países latinoamericanos. Cerca de 150 personas lograron salir, pero pronto los dirigentes del PC organizaron una campaña contra la salida de los españoles. Muchos escribían cartas a Stalin y Molotov quejándose de Ibárruri, pero estos hombres rápidamente desaparecían. Los que no podían soportar el acoso se suicidaban».

Tales notas, sin embargo, no le fueron halladas a Cepeda, sino al doctor Julián Fuster, arrestado el 8 de enero de 1948.

Lo acusaban porque «trabajando en instalaciones médicas de Moscú, hizo sistemáticamente propaganda antisoviética. [...] Usa su puesto de trabajo para lucrarse y practica abortos ilegalmente.Cuando entró en contacto con los representantes de la embajada argentina les transmitió información de espionaje».

Además de las notas citadas, apareció una carta de Fuster a su hermana. «La culpa directa», escribía «es de los dirigentes criminales del PCE, que son agentes mercenarios de Moscú. Aquí están sus nombres: en primer lugar Dolores Ibárruri, que sea maldito su nombre y que se coman los perros sus huesos; [...] Esta gente nunca logrará salir de Rusia porque para cualquier español honrado será un honor aniquilarlos».

-Sí que acumuló rencor- ironizó el juez instructor en el proceso.

- ¿Muchos españoles suscribirían esas palabras?, preguntó a Fuster.

-La mayoría. Menos los que comen del plato de Ibárruri, claro.

Si para entonces la instrucción del sumario contra Tuñón, Cepeda y Fuster se acercaba a su fin, la de Francisco Ramos no hacía más que empezar. El tribunal sólo tenía testimonios de Fuster, quien aseguraba que tuvo conversaciones antisoviéticas con Ramos.Pero no tardó en aparecer un diario que, aunque escrito en 1942, puso muy contentos a los jueces de la investigación.

GACHAS INCOMIBLES

«He visitado el comedor de Saratov», se lee en el diario. «Los camareros van con andrajos, manteles rotos, no hay servilletas.Vajillas tampoco. La kasha [gachas] la sirven en latas de conserva y es incomible para un estómago civilizado. [...] Se hacen colas para recibir cosas increíbles: tinta, cerraduras, cepillos, etc.Es el país de las colas. He preguntado a mis vecinos por qué no protestan y uno dijo: "En 1928 nos hemos comido a nuestros propios hijos, de ellos hicieron salchichas". [...] Preferiría mi fusilamiento en España a la vida en Saratov». Aunque el acusado negó haber espiado para los argentinos, estas citas fueron suficiente para los instructores.

El 27 de julio de aquel mismo año de 1948 el viceministro de Seguridad Estatal de la URSS, el teniente general Ogoltsov, leyó la acusación por la causa 837, y en agosto se condenó a Tuñón y Cepeda a 25 años; a Fuster, a 20 años, y a Ramos, a 10 años de campos de concentración.

Pasaron siete años. Durante todo ese tiempo los españoles se comportaron ejemplarmente. En agosto de 1955, la comisión central de revisión de las causas admitió sus peticiones y rebajó la medida de castigo hasta un plazo ya cumplido, de manera que fueron liberados. Fuster, Tuñón y Ramos volvieron a su patria, mientras que Cepeda se instaló en la región de Tula y sólo más tarde viajó a España.

Ignoro cómo transcurrió la vida de nuestros héroes en España.Si están vivos y tienen salud o familia. Quisiera esperar que si ellos o alguno de sus conocidos lee este artículo acabemos sabiendo qué pasó después. No dudo de que, como en el pasado, continuaron luchando y, con su experiencia vital, su voluntad y sus conocimientos, encontraron su lugar en la España posfranquista.
Boris Sopelniak es escritor ruso. Su último libro, «Los secretos de la diplomacia rusa», será editado en 2004 en su país.

http://www.elmundo.es/cronica/2003/426/1071487030.html


HISTORIA / VIDA DE UN SUPERVIVIENTE
El "espía" Cepeda murió en Madrid
CRONICA descubrió la increíble historia de unos exiliados que intentaron huir de la URSS escondidos en baúles. La familia de uno de ellos completa el relato
JUAN LUIS GALIACHO

CRONICA desvelaba el pasado 14 de diciembre un episodio de película, pero real: el intento de huida de la URSS en las Navidades de 1948 de dos exiliados españoles que se introdujeron en los baúles de dos diplomáticos argentinos. Uno de los españoles era el malagueño Pedro Cepeda, hijo de Antonia y Pedro, un anarquista de la CNT que al comienzo de la Guerra Civil envió a sus descendientes a la Unión Soviética para mantenerlos a salvo bajo la custodia de la dirección del Partido Comunista que lideraba con mano dura Dolores Ibárruri La Pasionaria. Hoy, 56 años después del intento de huida, su mujer, la violinista rusa Svietlana Etkina, y sus hijos, Elías y Ana, viven en una urbanización en las afueras de Madrid. Aunque Pedro cumplió su deseo de volver a la patria ya no está con ellos. Falleció en un hospital de la capital de España el 8 de enero de 1984, tras una operación de cataratas, una de las secuelas de los años que pasó en un campo de concentración de Siberia, tras ser condenado por ser un supuesto espía anglo-americano-argentino.


La historia arranca en una fría madrugada del 2 de enero de 1948 en el céntrico hotel moscovita Metropol, donde se hospedaban los diplomáticos argentinos Pedro Conde, agregado de la embajada, y Sigifriedo Antoño Bazán, pariente de Cepeda. Pedro, traductor en la embajada argentina, y su compañero el piloto José Antonio Tuñón habían preparado su huida cansados de que la dirección del PCE no les dejara salir de la URSS. Su plan era viajar dentro de los baúles de los diplomáticos argentinos que volaban hacia Buenos Aires, vía Praga y París.

Al llegar al aeropuerto, la maleta de Bazán, donde iba escondido Cepeda, tenía sobrepeso y aquél no contaba con el dinero para pagar el suplemento estipulado, por lo que tuvo que retrasar su viaje. Tras sobornar a un transportista, el diplomático argentino pudo retirar la maleta del aeropuerto y llevarla hasta el patio del hotel donde se hospedaba. Abrió el baúl convencido de que Cepeda, tras 10 horas encerrado y con temperaturas de hasta 17 grados bajo cero, estaría congelado, pero el español, de pequeña estatura y complexión delgada, seguía vivo. Sin embargo, su alegría inicial se truncaría días después. Fueron detenidos en el aeropuerto al intentar de nuevo la huida. Los servicios de inteligencia del Kremlin, que habían interceptado antes al otro fugado, Tuñón, estaban sobreaviso.

El periplo de Tuñón, que llegó a la URSS en 1938 para unos cursillos de recapacitación de pilotos, también fue de película. Volaba en un viejo avión Douglas GBF, dentro del baúl del agregado de la embajada argentina, cuando fue detenido. Tuvo la mala suerte de que el baúl quedara boca abajo, de tal forma que cuando el avión comenzó a girar se mareó y vomitó. Su instinto le hizo golpear frenéticamente la maleta pidiendo auxilio. Descubierto, el comandante de la nave, Piotr Mijailov, aterrizó en Lvov (Ucrania).Militares soviéticos encontraron en su maleta también el pasaporte de Cepeda, que Tuñón había retenido para evitar traiciones de última hora.

Así se inició la causa ultrasecreta nº 837, un proceso que acabó con cuatro españoles condenados por espionaje y que ha sido desenterrada de los archivos de la KGB por el historiador Boris Sopelniak.

Junto a Cepeda y Tuñón fueron detenidos el cirujano Julián Fuster y el catalán Francisco Ramos Molins. Tras seis meses en la prisión moscovita de la KGB, conocida como Lubianka, el 27 de julio de 1948 un tribunal condenaba a Tuñón y a Cepeda a 25 años de trabajos forzosos en Siberia; a Fuster, a 20 años; y a Ramos, a 10. Los cuatro fueron liberados tras nueve años. Nunca más volvieron a verse. Tuñón se fue a México, país al que quería llegar cuando intentó huir en la maleta y donde residían sus familiares. Fuster se instaló como cirujano en Palafrugell (Girona) y Ramos volvió a Barcelona y con el tiempo se hizo dirigente del PSUC. Cepeda fue el único que se quedó. Al abandonar el campo de concentración de Intá, en Siberia, donde hizo amistad con artistas e intelectuales como el escritor Alexander Solzhenitsynk (autor de Archipiélago Gulag), se instaló en la ciudad minera de Stalonogorsk, en la región de Tula. Allí se casó con Irina, una rusa de origen judío a la que había conocido cuando estaba preso y con quien tuvo una hija a la que llamó Antonia, en honor a su madre, a la que nunca volvería a ver desde que salió de España con 15 años.

RECITALES DE OPERETA

Inteligente y vital, el malagueño era conocido como Perico. En la II Guerra Mundial, con 18 años, se había alistado como voluntario del ejército rojo en un submarino en el Mar Negro. Para ello falsificó su apellido por el de Cepedashvili. Al dejar Siberia, recorrió la URSS dando recitales de opereta, afición que de pequeño había practicado en el coro del teatro moscovita de Stanislavsky.Sin embargo, una enfermedad en la garganta le obligó a dejar el canto. Volvió a Moscú tras la muerte de Stalin y comenzó a ejercer de traductor y corrector en el periódico Novedades, en su edición española. Divorciado ya de su primera mujer, había entablado relación con la violinista Svietlana Etkina. Él trabajó contra la voluntad de la dirección del PCE, que quería tener controlados y formados a todos sus cuadros para volver a tomar el poder en España. La Pasionaria, con quien tuvo muchos conflictos, dijo del malagueño que, como «harina de otro costal», «un día lo vería colgado de un mástil de la avenida Gorki».

Finalmente, el 17 de marzo de 1966, Perico Cepeda hacía realidad su sueño: regresaba a España. Se instaló en una modesta pensión del centro de Madrid (calle Echegaray), junto a su segunda esposa y el primer hijo de ambos, Elías. En un principio, vivieron de la ayuda que el Gobierno de Franco daba a los exiliados (unas 3.000 pesetas) y del trabajo de Svietlana, que actuaba de violinista en los platós de TVE bajo la batuta de Rafael Ibarbia y Augusto Algueró. Después, y gracias a un falangista que Cepeda había conocido en Moscú, Salvador Vallina, se instalaron en un modesto piso, ya con su segunda hija, Ana.

Un militar amigo, Marcelino Martín, le consiguió trabajo de traductor en el Ministerio de Información y Turismo, en el despacho del entonces ministro Manuel Fraga, con un sueldo de 5.000 pesetas.Acompañaba como traductor a las formaciones artísticas soviéticas que a partir de 1967 comenzaron a visitar España, como el ballet Moiseyev o el Circo Ruso. Después trabajó en Efe traduciendo las noticias que llegaban desde la URSS y más tarde en el Plan Nacional de Seguridad en el Trabajo. En los últimos años del franquismo se convirtió en uno de los líderes de la UGT y llegó a ser dirigente de la sección sindical del Funcionariado Público.El 8 de enero de 1984, con 61 años, moría en un hospital tras una operación de cataratas, complicada con un infarto y varias úlceras de estómago, otras secuelas de su paso por Siberia. El malagueño Perico, el joven que quiso abandonar la URSS oculto en una maleta, descansaba en la tierra que le vio nacer y que abandonó contra su voluntad en 1937.http://www.elmundo.es/cronica/2004/429/1073310908.html

La opinión de la autora de este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado. Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras publicaciones.  

27 de mayo de 2015

Esperanza contra toda esperanza

Diari de Tarragona

Julián Fuster Ribó durante la Guerra Civil

Julián Fuster Ribó en el exilio soviético



Los tarraconenses del Gulag

Tres pilotos de Reus, La Figuera y Tortosa, dos exiliados republicanos y un desertor de la División azul (los tres de Tarragona) fueron recluidos en los campos de trabajo soviéticos.

Pilotos republicanos que quedaron 'atrapados' en la URSS al final de la Guerra Civil. Pedreny es el segundo desde la izquierda en la cuarta fila. Foto: Luiza Iordache

Xavier Fernández , 13/04/2015
Anteayer se cumplieron 70 años de la liberación del campo de concentración nazi de Buchenwald y pasado mañana ‘cumplirá’ el mismo aniversario el de Bergen-Belsen. En ellos estuvieron internados cientos de tarraconenses. Pero el sufrimiento también vino de manos de la URSS.
De los 305 presos republicanos en los campos de trabajo de la Unión Soviética –conocidos como Gulag (las siglas en ruso de Dirección General de Campos)– al menos seis fueron tarraconenses. En el Gulag también sufrieron condena 450 soldados de la División Azul que habían sido capturados por el ejército de Stalin.
A punto de cumplirse 70 años del final de la II Guerra Mundial, un reciente reportaje de La 1 –‘Los olvidados de Karaganda’– y un libro a punto de editarse, Cartas sin sobre desde Kengir, de la historiadora y profesora de la Autònoma de Barcelona, Luiza Iordache, han rescatado la odisea de los españoles en el Gulag.
Cartas sin sobre desde Kengir narra la historia de Julián Fuster (ver págs. 3 y 4), un médico de ascendencia tarraconense que actuó como un héroe en la sublevación de un Gulag y al que los escritores Aleksandr Solzhenitsyn y Anne Applebaum citan respectivamente en Archipiélago Gulag y Gulag: Una historia.

Los prisioneros
Los compañeros tarraconenses de infortunio de Fuster fueron Josep Gironés Llop (Reus), Felip Pedreny Vidal (La Figuera), Joan Bellobí Roig (Tortosa), José Cabestany Carré (Tarragona) y Ventura González Fernández (Tarragona). Gironés, Pedreny y Bellobí eran pilotos. González perteneció a la División Azul.
De los 305 prisioneros republicanos en el Gulag, 76 eran marinos, pilotos, maestros de los ‘niños de la guerra’ y republicanos procedentes del Berlín liberado por el Ejército rojo (el caso de Cabestany) internados en el Gulag. Además otros 35 fueron presos políticos: exiliados (como Julián Fuster), marinos, pilotos... Y hubo 194 ‘niños de la guerra’ a los que se acusó de ser «delincuentes comunes». Según explica Iordache, en muchos casos «su delito» fue simplemente «haber robado comida para sobrevivir y ayudar al prójimo en los tiempos lúgubres de la ‘Gran Guerra Patria’ y de la postguerra».
Los pilotos formaban parte de un contingente que había enviado la II República a formarse a la Unión Soviética y al que el final de la Guerra Civil les sorprendió antes de que pudieran completar su preparación. Los marinos eran la tripulación de los buques españoles –entre ellos el Ciudad de Tarragona– que en abril de 1939 estaban fondeados en puertos soviéticos y que la URSS incautó.
El ‘problema’ se produjo cuando algunos de esos pilotos y marinos quisieron abandonar la URSS, pero no volver a España. Las autoridades soviéticas y la dirección del Partido Comunista español querían que permaneciesen en la URSS. La primera represalia fue la detención de seis marinos en Odessa (a orillas del Mar Negro) y de ocho pilotos –entre ellos Gironés– en Mónino (una localidad a 23 kilómetros de Moscú). A éstos se les acusó de «espías». Era enero de 1940.

Tres oleadas de detenciones
Las detenciones masivas vinieron más adelante en tres oleadas: entre 1941 y 1942 (justo después de la invasión alemana de la URSS), de 1942 a 1945 (durante el resto de la II Guerra Mundial) y de 1947 a 1948 cuando los españoles intentaron dejar la URSS con casos rocambolescos como el de José Tuñón y Pedro Cepeda, que se escondieron en los baúles de dos diplomáticos de la embajada argentina en Moscú. Fueron descubiertos. A Fuster –que no sabía nada del intento de fuga– se le acusó de complicidad porque trabajaba en la legación.
Las detenciones y su posterior internamiento en el Gulag fueron muy duros. Como apuntó en una entrevista Iordache –también autora del libro En el Gulag. Españoles Republicanos en los campos de concentración de Stalin– «al igual que los soviéticos y otros extranjeros, (los españoles) recibieron pavorosas torturas en las cárceles. Después vino el trabajo forzado en remotas zonas siberianas, el hambre, el frío, las enfermedades, la sombra de la incertidumbre, de la muerte. Pero el sistema concentracionario soviético fue más que tortura. Fue una negación en su forma más horrenda de lo humano». Llegó a haber 476 complejos de campos dentro del Gulag.
El sufrimiento de los republicanos en la URSS era desconocido entre los exiliados en Francia y América. Hasta que en 1946 llegó a París Francisque Bornet, que había estado preso en el Gulag y que desveló que en Kazajistán estaban recluidos casi un centenar de republicanos.
La Federación Española de Deportados e Internados Políticos, controlada por los anarquistas, emprendió una campaña para liberarlos, con el apoyo de socialistas y republicanos. Pero el PCE, que temía la ‘mala propaganda’ que podían hacer los republicanos presos, se opuso y los llegó a calificar de «espías franquistas» y «falangistas disfrazados».
La muerte de Stalin en 1953 supuso el principio del fin del Gulag. Ya no era «rentable». Los españoles presos (republicanos y divisionarios) fueron liberados progresivamente. Los primeros volvieron en el Semíramis, un buque que arribó a Barcelona el 2 de abril de 1954. No iba ninguno de los tarraconenses presos. Los que regresaron lo hicieron años más tarde.

http://www.diaridetarragona.com/tema-del-dia/40207/los-tarraconenses-del-gulag-

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"Los olvidadados de Karagandá" gana el premio de oro al mejor documental europeo en el festival Gold Award in the Documentary & Short International Movie Award de Yakarta, Indonesia



El festival celebrado en Yakarta ha otorgado el premio de oro al documental "Los olvidados de Karagandá", dirigido por el español Enrique Gaspar Rodríguez.
El documental recrea las penurias que tuvieron que sufrir 152 españoles, tanto del bando republicano como el nacional, en los campos de concentración soviéticos en la Segunda Guerra Mundial.
El cautiverio y las condiciones de vida infrahumanas lograron casi lo imposible, la reconciliación de dos bandos enemigos en la guerra civil española.
Si estáis interesados en ver el documental, seguir el siguiente link: documental "Los olvidados de Karagandá"​
http://www.exteriores.gob.es/Embajadas/ASTANA/es/Noticias/Paginas/Articulos/20150306_NOT1.aspx

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26 de mayo de 2015

El documental “Los olvidados de Karagandá”, premio en el Festival de Cine de California

El documental "Los olvidados de Karagandá", producido por la Asociación Nexos-Alianza con la colaboración de la Cooperación Española a través de la Embajada de España en Astaná, ha conseguido el premio “Diamond Award” en el Festival de Cine de California. El documental [...] relata la historia del internamiento de 152 españoles en el antiguo campo de concentración soviético de Karagandá entre 1941 y 1954.


​El documental "Los olvidados de Karagandá", producido por la Asociación Nexos-Alianza con la colaboración de la Cooperación Española a través de la Embajada de España en Astaná, ha conseguido el premio “Diamond Award” en el Festival de Cine de California. El documental, que se emitirá el próximo 24 de enero en la 2 de TVE, relata la historia del internamiento de 152 españoles en el antiguo campo de concentración soviético de Karagandá entre 1941 y 1954.
El punto de partida del rodaje de este documental es la entrega en septiembre de 2013, por parte del presidente de Kazajstán al presidente del Gobierno de España, de las 152 fichas de los españoles prisioneros de Karlang, de los que 14 murieron durante el cautiverio.
La película refleja los testimonios de testigos, así como las circunstancias que rodearon la estancia de los españoles en este campo de concentración. Se muestran los destinos tanto de prisioneros originarios del del bando republicano y de la División Azul, que fueron enemigos durante la guerra civil española, pero que apartaron sus diferencias para poder sobrevivir en las difíciles condiciones de vida de Karagandá.
Como continuación a este documental y a los acontecimientos a los que elude, el próximo 31 de mayo de 2015 se inaugurará un monumento en recuerdo de los españoles fallecidos en el Gulag de Karagandá, conocido como Karlag, en una ceremonia en la que se contará con la presencia de varios familiares de las víctimas, además de altas autoridades españolas y kazajas.

http://www.aecid.es/ES/cultura/Paginas/Actividades/2014/2015-01-15-Documental-Olvidados-Karaganda.aspx

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3 de mayo de 2015

"Memoria del Gulag: el exilio y la emigración española en la URSS y la represión estalinista", Historia Contemporánea, 46 (2014)

Luiza Iordache
Casilda Güell

Resumen:

Detrás de la derrota republicana y el inicio del régimen de victoria, aletearon otros fenómenos como los caminos del exilio, uno de las cuales, relativamente minoritario, conducía a la Unión Soviética. Aunque expertos e investigadores centraron sus plumas en el análisis de la emigración y el exilio español por tierras soviéticas, con un acento predominante en el contingente de los «niños de la guerra», todavía hay senderos poco trillados en la materia debido a su complejidad y sus facetas heterogéneas. Uno de ellos es la recuperación de la memoria de las víctimas republicanas del sistema concentracionario soviético, que recabó nuestra atención gracias al acceso a nuevas fuentes documentales y a la apertura de una nueva franja memorialística dentro de la Unión Europea. Con una aproximación global, el presente artículo alumbra una parte de la memoria de un exilio desde la perspectiva de la represión estalinista y el Gulag que también se nutrió de algunos centenares de republicanos españoles. Asimismo, hacemos mención a la labor desempeñada por la Federación Española de Deportados e Internados Políticos para la liberación de aquellos reos y a las políticas del PCE en su exilio soviético, particularmente en la cúspide de su estalinización.


http://www.revista-hc.com/includes/pdf/Iordache%20y%20Guell.pdf

'Mi padre nunca tuvo miedo a decir la verdad. Eso es lo que le llevó al Gulag'. Entrevista a Rafael Fuster, hijo de Julián Fuster


Diari de Tarragona, 13 de abril de 2015
Xavier Fernández 




– ¿Qué recuerdos tiene de su padre?
– En los últimos años de su vida estaba enfermo. Pasamos unos años muy duros. Aún así tenía una fortaleza inmensa. Me di cuenta después. Cuando falleció yo tenía 17 años.
– Su padre estuvo lúcido pese a todo lo que había sufrido.
– Su mente estaba totalmente ilesa. Siempre fue muy vitalista, emprendedor, con una voluntad inquebrantable, pero más escéptico que de joven.
– ¿Le contaba cosas de su estancia en el Gulag?
– No. Quizá lo había encerrado en un cajón. A mí no me contaba nada. Quizá a sus amigos sí les relataba cosas.
– Fue muy amigo del escritor Josep Pla cuando vivió en Palafrugell.
– Sí. Incluso le hizo una dedicatoria en uno de sus libros. (Rafael alude a que Pla escribió de Fuster en Notes per a Sílvia: El doctor Fuster és una gran persona, molt intel·ligent, molt desenganyat, d’un escepticisme total. Ho entén tot perque prescindeix dels prejudicis i dels convencionalismes. He tingut ocasió de parlar-hi de moltes coses. Quina vida més llarga, difícil y navegada!)
– ¿Qué pensó su padre cuando regresó a España tras su odisea en la URSS?
– Le sorprendió muchísimo que nadie supiese lo que estaba pasando realmente allí.
– Al poco de volver a España, viajó a Cuba a ver a su familia, que se había exiliado.
– Nada más ver lo que pasaba con Fidel Castro, sacó a su familia de la isla y la trajo a España.
– Siempre estuvo unido a su familia, pese a todo.
– Yo me llamo Rafael, por un tío mío que murió asesinado en la Guerra Civil. Mi padre siempre recordó a su hermano con cariño. Su muerte fue una losa de la que no se recuperó. Al acabar la guerra, se exilió.
– Y, como tantos republicanos, fue internado en un campo en el sur de Francia.
– Sí. Y se enfrentó a uno de los responsables por el trato que daban a los exiliados. Fue invitado a la URSS y fue a gusto. Pero enseguida criticó la situación que observó. Nunca tuvo miedo a decir la verdad. Eso le llevó al Gulag. Ejerció como médico durante la II Guerra Mundial. Pidió volver a España y empezaron los problemas.
– Su padre contaba que entre sus ‘amigos’ había un espía.
– Sí. Explicaba a las autoridades las críticas que mi padre y sus amigos hacían al Régimen.
– También ejerció como médico en El Congo.
– No encontraba trabajo en España y le contrató la OMS. Al cabo del tiempo sí que pudo hallar empleo en Palafrugell.
– Y de Palafrugell a La Pobla de Montornès.
– Vino a Tarragona, le gustó mucho y compró una casa.
– ¿Qué ha aprendido de su padre? ¿Cree que mereció la pena su sufrimiento?
– He aprendido su pasión por la historia. Estoy seguro de que si mi padre volviera a vivir haría lo mismo. Seguro que él piensa que mereció la pena.

Perfil

Rafael Fuster es informático de profesión, pero le hubiera gustado ejercer de historiador. Quizá por eso guarda con mimo las fotos de su padre, que estuvo internado en el Gulag, algo que prefería no recordar.

http://www.diaridetarragona.com/tema-del-dia/40208/mi-padre-nunca-tuvo-miedo-a-decir-la-verdad-eso-es-lo-que-le-llevo-al-gulag

La opinión de la autora de este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado. Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras publicaciones. 

Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956), ICPS, Barcelona, 2009

Luiza Iordache

EL País, suplemento cultural Babelia, 24 de abril de 2010

Hilos cortados

Antonio Muñoz Molina

A pesar del ligero temblor y de la torpeza que ha ido adquiriendo su mano derecha con el paso de los años Ernest Michel todavía conserva una letra excelente. La usa para escribir despacio y con claridad, sobre cartulinas rayadas, palabras clave que le servirán para despertar recuerdos, o para asegurarse de que la mente no se le queda en blanco inesperadamente, delante de un público que atiende en un silencio sobrecogido a su historia. A los 86 años, Ernest Michel continúa viajando a casi cualquier parte donde lo llaman para dar testimonio sobre sus años de cautiverio en Auschwitz, pero se ha dado cuenta de que la memoria se le está debilitando, igual que la calidad de su caligrafía. Puede revivir sin ninguna dificultad escenas sucedidas en el campo de exterminio hace más de sesenta años, recordar palabras, conversaciones enteras, pero en la memoria del presente se le abren cada vez más espacios en blanco. En vez de la tentación de capitular lo que siente es una urgencia todavía más acusada de seguir contando, y por ese motivo escribe cosas en las fichas de cartulina y las lleva consigo, para asegurarse de que el olvido de lo más próximo no le borra el acceso a tantos recuerdos exactos y lejanos. Y el mismo acto de escribir es ya una invocación, porque fue la caligrafía lo que le permitió sobrevivir a Ernest Michel: agotado, enfermo, muy cerca de la muerte, levantó el brazo cuando en una formación alguien solicitó un voluntario que tuviera buena letra. Él la tenía excelente: se había adiestrado como calígrafo antes de la guerra. Lo destinaron a la enfermería, a redactar certificados de defunción y listas de los prisioneros que eran enviados a las cámaras de gas. Trabajar sin mucho esfuerzo físico bajo techado y no a la intemperie del campo multiplicaba la posibilidad de sobrevivir, explicó Primo Levi. Copiando con su letra impecable los nombres de los muertos Ernest Michel se salvó de ser uno de ellos: ahora escribe todavía, cada vez más despacio, la letra agrandada y más bien torpe, y el hilo de la tinta es tan obstinado y tan frágil como el del recuerdo, y no tardará mucho en quedar interrumpido.
Lo ha dicho Jorge Semprún, en su discurso de hace unas semanas en la explanada invernal de Büchenwald, donde el viento frío agitaba las banderas y los mechones blancos de los últimos prisioneros, 65 años después de la liberación del campo: uno por uno los testigos se extinguen, y dentro de poco la tarea del recuerdo corresponderá a otra generación. No es la primera vez que Semprún reflexiona en público sobre ese tránsito de la memoria viva a la gradual vaguedad y abstracción de lo histórico, pero sí la primera vez que lo expresa con tan desolada inmediatez, en primera persona: dentro de cinco años, dice, cuando se repita esa ceremonia, él ya no estará.
Semprún confía en los escritores de ficción como depositarios de ese legado de recuerdos. Yo no estoy seguro de que la ficción tenga mucha utilidad a la hora de mantener presente lo que no debe olvidarse. Por respeto al sufrimiento de tantos millones de seres humanos, la libertad de inventar ha de estar separada por una frontera bien visible de las narraciones rigurosas de lo sucedido. Y en un mundo en el que hay tan poco espacio público para el conocimiento de los hechos históricos, tan poca idea del lugar relativo del presente en una secuencia temporal muy anterior a nuestras vidas, la ficción puede servir sobre todo para banalizar y sentimentalizar el espanto, para hacerlo digerible y al mismo tiempo confinarlo en una distancia tranquilizadora, "de época".
No hay ficción que esté a la altura del fulgor seco de los hechos. No hay ninguna necesidad de inventar cuando todavía queda tanto por saber, y sólo el conocimiento lo más exacto posible concede alguna medida de restitución. El que ha vivido cuenta lo que ha visto. A quienes escuchan les corresponde la tarea de prestar atención y aprender lo más posible, para que el olvido no pueda absolver a los verdugos. Yo pienso con remordimiento en tantas personas de las que pude haber aprendido y a las que no pregunté, por descuido, por indiferencia, por creer que estarían siempre disponibles. Cuánto pudimos y debimos preguntar cuando aún había tiempo, cuando estaban lúcidas y en plenitud de facultades personas que habían vivido la República, la guerra, la Resistencia en Francia, los campos de concentración alemanes, la negra posguerra española: cuántas historias como las que no ha dejado nunca de contar Ernest Michel nos hemos perdido. Leyendo su testimonio me he acordado de mi amigo Antonio Colino, que tenía más de noventa años cuando me cité con él una tarde para que me contara sus recuerdos de la guerra en Madrid. Sacó del bolsillo una hoja cuadriculada en la que había apuntado las cosas que no quería que se le olvidaran. Pero el hilo se había vuelto borroso, y muy poco después se cortó para siempre.
Gracias a la mediación de William Chislett acabo de descubrir un yacimiento de memoria del que no tenía ninguna noticia, que se ha abierto delante de mí como un país entero hecho de negrura: sabemos bastante de las vidas de los republicanos españoles en los campos de concentración alemanes, pero yo no tenía ni idea sobre los que acabaron en los campos soviéticos. Chislett, buscador de libros sin sosiego, me ha dado noticia de un trabajo de investigación doctoral de Luiza Iordache, Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956), publicado hace dos años por el Institut de Ciències Politiques i Socials de Barcelona. La historia despierta más angustia al comprender el poco caso que se les ha hecho a los testigos y la rapidez con la que uno por uno se estarán extinguiendo. Jóvenes aviadores republicanos que a principios de abril de 1939 estaban terminando sus cursos de pilotos en la URSS y ya no pudieron salir del país; marineros de buques mercantes que habían llevado armas y suministros a la España republicana y se quedaron atrapados en el puerto de Odessa al final de la guerra; niños en edad escolar enviados a la URSS, extraviados en la guerra y la miseria, condenados a trabajos forzados en los campos más crueles de más allá del Círculo Polar Ártico; militantes comunistas que al llegar a lo que habían imaginado como un gran paraíso se encontraron en el interior de una cárcel. Querer marcharse de la URSS ya era de antemano un delito: entre los documentos pavorosos que ha rescatado Luiza Iordache están las pruebas de la saña inquisitorial con que los dirigentes del Partido Comunista Español en Moscú persiguieron a los compatriotas o ex camaradas que se atrevieron a manifestar alguna forma de disidencia. El libro de Iordache está lleno de listas de nombres que yo no había escuchado nunca, de libros de memorias publicados o inéditos de los que yo no tenía noticia. Una vez que el hilo se corta ya no hay manera de repararlo. Algunas formas extremas de olvido no serían posibles sin una especie de conspiración colectiva.

Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956). Luiza Iordache. Institut de Ciències Politiques i Socials. Barcelona, 2007. 142 páginas. 15 euros. Promises to Keep. One Man's Journey Against Incredible Odds. Ernest W. Michel. Barricade Books, 2008. 320 páginas.

 El País, Babelia, Antonio Muñoz Molina, Hilos Cortados 


EL País, suplemento cultural Babelia, 13 de febrero de 2010 
Santos Juliá 

HISTORIA. "QUIEN SABE DE DOLOR, lo sabe todo", escribió Alexandr Solzhenitsin en su Archipiélago Gulag, y todo llegaron a saber estos pilotos, marineros, “niños de la guerra” y exiliados republicanos a los que, para su desgracia, sorprendió el fin de la Guerra Civil española y el inminente comienzo de la Segunda Guerra Mundial en tierras soviéticas. A su odisea, sólo conocida por testimonios fragmentarios, ha dedicado Luiza Iordache una tesis doctoral, basada en una rica y original variedad de fuentes documentales y entrevistas personales, de la que este libro ofrece una excelente síntesis. No debería tardar la publicación íntegra de estas biografías extraordinarias; entre tanto, será preciso destacar que el trabajo de Iordache vuelve a dar la razón al Nobel ruso cuando confiaba en que "tarde o temprano se acaba explicando la verdad sobre todos los acontecimientos de la historia". Escribió Solzhenitsin que ésta era la esperanza de todos los que sufrieron aquella terrible experiencia: que algún día se contara. Han pasado muchos años, pero los republicanos españoles que penaron en el Gulag la culpa de haber manifestado su deseo de abandonar la Unión Soviética para dirigirse a cualquier otro país de acogida ya tienen también quien ha contado su historia.

 http://www.icps.cat/archivos/novedades/archivos/GPM12ELPais.pdf


El Imparcial, 28 de marzo de 2010
Españoles olvidados en el Gulag

William Chislett

Para mi los dos capítulos más tristes y crueles del siglo XX para España en el mundo han sido la muerte de dos tercios de los más de 7.000 españoles internados en Mauthausen, el campo de concentración nazi en Austria, y el encarcelamiento de unos 270 españoles en el Gulag soviético, algunos de los cuales murieron. Son las dos caras del totalitarismo del siglo XX.
En ambos casos, estas personas luchaban a favor de la Republica durante la Guerra Civil. Sobre la tragedia española en Mauthausen se ha escrito bastante (están conmemorados con una placa), se ha emitido algún documental y se conocen las fotos de Francisco Boix (internado allí), pero el drama de los españoles en el Gulag ha permanecido mucho más en la oscuridad. Bienvenido sea por ello el librito pionero de Luiza Iordache, “Republicanos españoles en el Gulag (1939-56)” (un resumen de su tesina), publicado por el Institut de Ciències Polítiques i Socials de Barcelona, que no ha tenido el eco (un par de líneas en El País) ni la distribución que merece (el ejemplar que yo pedí tardó un mes en llegar y no por culpa del correo).
La historia, relatada en 85 páginas, es conmovedora y con nombres y apellidos (hay una larga lista de algunas de las victimas al final del libro). Los españoles republicanos, pilotos (enviados por el Gobierno de la República para realizar cursos en la URSS), marinos (tripulantes de los barcos que realizaban el transporte de materiales de guerra y víveres), exiliados y algunos “niños de la guerra” y sus maestros se encontraron en una difícil situación al final de la guerra en 1939. La no intervención en el conflicto español por parte de Francia e Inglaterra forzó al bando republicano a depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la Unión Soviética.
Muchas de estas personas querían regresar a sus familias en España, aunque corrieran peligro en la dictadura de Franco, o ir a otro país, preferentemente en América Latina por la afinidad lingüística y cultural, pero esta actitud fue considerada tanto por el Partido Comunista Español (PCE) como por las autoridades en Moscú como antisoviética/trotskista (“enemigo del pueblo”). Todo el que no es comunista es anticomunista, el que no esta conmigo está en contra de mi fue la mentalidad estalinista. Pocos lograron el permiso para salir.
Entre los casos más dramáticos está el de Federico Gonzalo González, condenado en 1941 por su negativa a participar en una suscripción voluntaria al empréstito interno del Estado con el 10% de su sueldo; Joan Bellobi Roig, casado con una rusa, condenado por haber enseñado una foto de sus familiares residentes en España, de los que afirmó que iban bien vestidos, apreciación que en aquellos tiempos podría ser considerada como propaganda antisoviética; Julián Fuster Ribó, médico, arrestado en 1948 por haber olvidado colgar la contraseña de entrada en el trabajo dando lugar a un cruce de réplicas que en aquellos momentos podían ser consideradas antisoviéticas (no pudo regresar a España hasta 1959) y Juan Blasco Cobo metido en un calabozo frío y lleno de barro donde para maximizar la desesperación del preso y extraer su confesión se utilizaba el método de “gota de agua” que caía del techo (el año pasado vi una de estas celdas en la cárcel en Berlín de la Stasi, la policía secreta de la antigua República Democrática de Alemania). Fuster, internado en uno de los peores campos de trabajos forzados en la región de Karaganda, sale mencionado en Archipiélago GULAG del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn.
En 1948, José Tuñón, que había llegado a la URSS como un “niño de la guerra”, se metió en un baúl de un diplomático argentino en un avión y cuando llevaban 12 minutos volando empezó a golpear dentro de la maleta porque se asfixiaba. Fue descubierto.
Pocos pudieron entender por qué fueron detenidos y en la mayoría de casos mandados a un campo. Preguntada al respecto, la poeta rusa Anna Ajimátova, con amigos entre la comunidad española, dijo: “¿Por qúe? ¿Cómo por qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada.” Paco Ramos sí sabía. En una entrevista en 1977 dijo que “por aquello que estaba viendo en la URSS no había yo luchado en España.” Precisamente, las autoridades soviéticas, en el contexto de la guerra fría, querían evitar a toda costa la difamación de la URSS y del PCE que suponía la salida de los exiliados españoles.
Particularmente vergonzoso, aunque no sorprendente, era la complicidad de los dirigentes comunistas españoles Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo y Fernando Claudín, entre otros, en la persecución de sus compatriotas acusados de disidentes, y que seguían manteniendo silencio sobre el asunto, que conocían de antemano, cuando empezó una campaña a partir del 1947 en el extranjero para lograr la liberación de los españoles en los campos. Carrillo, en cuyo libro de memorias (1993) evita cualquier referencia a estos asuntos, llamó a las personas que querían salir de la URSS en una reunión en 1947, según recuerda el comunista italiano Ettore Vanni, “traidores que dejan el país socialista para ir a vivir entre los capitalistas.” Alguien gritó en la reunión, “hay que darles un tiro de la espalda.”
Para combatir las “calumniosas noticias” sobre los presos españoles que empezaron a ser publicados en el extranjero, la revista Novi-Saet (Tiempos Nuevos) señalaba que los pilotos vivían en los mejores hoteles de Moscú y los marinos en los mejores de Odessa. De los más surreal es que algunos presos trabajando en una fábrica de papel leyeron esta noticia en Novi-Saet.
El librito de Iordache merece ser de lectura obligatoria para alumnos de la ESO, junto con la historia de los españoles en Mauthausen.

http://www.williamchislett.com/2010/03/espanoles-olvidados-en-el-gulag/ 

Luiza Iordache, Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956), ICPS, 2008. Magdalena Garrido Caballero
Anna Grau: Tras la pista de lo imposible: republicanos español es en el gulag
Luiza Iordache: Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956) . Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials 2008. Cecilia Gil Mariño

La opinión de la autora de este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado. Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras publicaciones.  

"El PCE sigue sin reconocer que hubo republicanos españoles en el Gulag"

ABC, 20 de junio de 2010

Alfredo Valenzuela 


Joven historiadora rumana afincada en España, autora del premiado «Republicanos españoles en el Gulag», ha documentado la tragedia de más de 300 “rojos” españoles en campos de concentración soviéticos, entre ellos trece andaluces y los marinos sevillanos Antonio Vela Rodríguez y Francisco González de la Vega. 

Luiza Iordache Historiadora

—El exilio español cuenta con muchos estudios, pero el suyo es el primero sobre republicanos en el Gulag ¿Por qué?

—La materia, en el ámbito académico, es joven pero en desarrollo gracias en parte al libre acceso a los archivos y a la ausencia de la censura, lo que facilita nuestra labor de historiadores, en detrimento de la mitografía.

—Ha documentado a cientos de republicanos españoles en el Gulag ¿serían muchos más?

—Tengo una relación nominal de más de 300 represaliados por «delitos comunes y políticos», aunque pueden aumentar.

—¿Querer abandonar la URSS era traición?

—También desacuerdos con la línea oficial del partido, visitas a las embajadas extranjeras o algún comentario banal que era interpretado como blasfemia, eran «traición», «espionaje» o «sabotaje», es decir, largos años de campos.

—¿Sufrieron torturas los republicanos españoles a manos soviéticas?

—Al igual que los soviéticos y otros extranjeros, recibieron pavorosas torturas en las cárceles. Después vino el trabajo forzado en remotas zonas siberianas, el hambre, el frío, las enfermedades, la sombra de la incertidumbre, de la muerte. Pero el sistema concentracionario soviético fue más que tortura. Fue una negación en su forma más horrenda de lo humano.

—¿Hasta cuándo negó el PCE la existencia del Gulag?

—Nunca reconocieron la existencia de republicanos españoles en el Gulag.

—En su libro afirma que «particularmente lacerante» fue el papel de Carrillo, Pasionaria y Claudín en la persecución de patriotas correligionarios acusados de disidentes…

—Ibárruri mandaba. Otros colaboraban. Habría que añadir a Mije por sus falaces acusaciones desde Francia tildando a los internados de Karagandá de «falangistas».

—¿Toda la represión soviética contra republicanos españoles fue respaldada por el PCE?

—Sobre esta tragedia siempre pesará la responsabilidad del PCE, que tampoco hizo nada para la liberación de los presos españoles.

—¿El PCE alentó esa persecución, con Pasionaria diciendo en 1948 que sólo abandonarían territorio soviético quienes tuvieran «un expediente político positivo»?

—Más que alentarla, la favoreció. Y esta política de puertas cerradas fue una constante hasta 1956.

—¿Carrillo dio conferencias en París negando los campos de concentración donde permanecían los republicanos españoles, conociéndolos?

—Toda la cúpula del PCE en la URSS lo sabía. La conferencia y los artículos en la prensa comunista española eran una manifestación más de la cuidada coreografía que propugnaba la «magnífica vida» allí.

—¿Más que las detenciones de republicanos, a los dirigentes del PCE les preocupaba «su propia imagen»?

—Ante todo, evitar cualquier hipotética difamación de la URSS, como todo partido bolchevizado.

Muñoz Molina

—Escritores como Muñoz Molina han confesado que de estos republicanos represaliados en la URSS no tenían noticia. ¿Se da por satisfecha?

—Las reseñas en la prensa fueron una grata sorpresa. Pero este «librito» derivado de mi tesina no me ha complacido lo suficiente, razón por la que prosigo con el tema en la tesis doctoral, con el apoyo de una extensa documentación.

—El secretario general del PCE dice que España es el único país que tiene a un tirano en un mausoleo. ¿Considerará a Lenin un demócrata?

—No sé, habrá que preguntarle.

—La tumba de Stalin tampoco está mal…

—Desde 1961, Stalin yace en una simple tumba en la Muralla del Kremlin, con el único ornamento de un busto suyo en granito.  

—Hay quien ha pedido que los restos de Franco vayan a una cuneta. ¿Será ése un camino para la reconciliación nacional?

—Como ciudadana, veo más apropiada una tumba corriente en un cementerio normal. Como historiadora defino la reconciliación nacional como un largo proceso que durará generaciones.

—¿Se buscarán los restos de los republicanos españoles muertos en el Gulag, si lo piden sus familiares, según la Ley de Memoria Histórica?
—No. Sería una labor titánica hallar tumbas probablemente ya desaparecidas. Ante todo, tenemos que recuperar sus nombres y homenajearlos de la misma manera que se ha hecho con los internados en los campos de exterminio nazis.  

http://sevilla.abc.es/20100620/cultura/sigue-reconocer-hubo-republicanos-201006201026.html

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