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2 de junio de 2015

Monumento en memoria de los españoles fallecidos en Karaganda, en los campos de Spassk 99 y Kok-Uzek

Luiza Iordache
Monumento en  memoria de los españoles fallecidos en los campos de Spassk 99 y Kok-Uzek. LUIZA IORDACHE

España inaugura un monumento a las víctimas del estalinismo en Kazajistán

Inaugurado un monumento a los españoles internados y muertos en los campos del Gulag

Kazajistán 31 MAY 2015 - 22:49

Inauguración del monumento a los españoles del Gulaj en Karagandá. / Pilar Bonet
Los españoles internados y muertos en los campos del Gulag en Kazajistán ya tienen su monumento en la estepa, en la región de Karagandá. A ellos ha sido dedicada una sencilla piedra de mármol con una inscripción en castellano, kazajo y ruso, que fue inaugurada por el embajador de España en Astana, Manuel Larrotcha, este domingo 31 de mayo, fecha en la que, en virtud de un decreto del presidente Nursultán Nazarbáyev de 1997, se conmemora el día de las víctimas de la represión política.
El monumento a los españoles está frente a una inmensa campiña salpicada de cruces en la lejanía. Aquí estuvieron los campos de Spassk y Kok-Uzhek, dos de las muchas ramificaciones de Karlag (el lager de Karagandá), uno de los mayores campos del Gulag, que fue inaugurado en 1930 y clausurado en 1959. Por él pasaron decenas de miles de personas, desde prisioneros japoneses a alemanes hasta deportados de los Estados del Báltico. Las formas en piedra, mármol o madera que les dedican sus comunidades de origen delimitan hoy un espacio de reflexión simbólico, en el que la inmensa estepa desértica de Kazajistán se relaciona con los grandes traumas históricos del siglo XX en el continente euroasiático.
El monumento español, financiado por empresas españolas que operan en Kazajistán, se inauguró al mismo tiempo que un monumento a los estonios internados en Karagandá. A su alrededor, hay ya otras esculturas y monolitos dedicadas a los italianos, los alemanes, los franceses, los japoneses, los coreanos, los húngaros, rumanos, polacos, lituanos, entre otros, y también a los chechenos, el pueblo del norte del Cáucaso que fue deportado por Stalin a Kazajistán y Asia Central en 1944. Fue precisamente un miembro de la comunidad chechena de Kazajistán (formada por varios miles de personas) el que, en nombre de todos los represaliados, tomó la palabra en una ceremonia a la que asistían las autoridades de Karagandá, un viceministro de Exteriores de Kazajistán y una nutrida representación española formada sobre todo por familiares de las víctimas. El ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, no viajó a Kazajistán, tal como se había esperado, pero de España, para participar en el evento, vino un superviviente del lager de Karagandá, José María Bañuelos Hidalgo, de 87 años.
Karlag fue uno de los campos de internamiento más grandes de la URSS y se subdividía en diferentes secciones. Los internados civiles y los prisioneros de guerra se hallaban separados entre sí, lo que no impidió que se establecieran contactos entre ellos e incluso que hubiera relaciones sentimentales e hijos entre presos y presas de distintos confinamientos.
Entre 1941 y 1954 por Karlag pasaron 152 españoles, de los cuales 138 fueron liberados y 14 perecieron aquí, según dijo en la ceremonia el embajador Larrotcha, quien subrayó que el monumento honra la memoria de “todos” ellos sin distinción. Las cifras mencionadas por el embajador se basan en las fichas personales de los detenidos, que fueron entregadas por Kazajistán a España en 2013. Aquella entrega representa solo una parte de los documentos contenidos en los archivos, pero dio un impulso al deseo de establecer una colaboración entre España y Kazajistán para eliminar las lagunas históricas.
“Tengo documentos de un mínimo de veinte españoles represaliados más”, manifestó Marat Absemétov, director del Archivo Nacional de la República de Kazajistán. Uno de los problemas para los investigadores, reconoce, es la gran cantidad de documentos que todavía no han sido desclasificados, entre ellos los expedientes personales de los presos, por los que, -a diferencia de las fichas-, es posible seguir por ejemplo, las sesiones de tortura y sus resultados sobre los represaliados.
“Trabajábamos 14 horas al día, era un régimen insoportable, estábamos hambrientos y agotados”, afirma Bañuelos, que llegó a la URSS como “niño de la guerra” procedente de Bilbao, y en 1947 fue condenado a una pena de prisión por no haber podido resistir la tentación de comerse un pan que no le pertenecía. Karagandá fue el primer campo que visitó Bañuelos en los 7 años que permaneció internado. En 1954, fue repatriado a España. De Karagandá recuerda que hizo buenos amigos entre oficiales de la División Azul allí internados. Bañuelos, junto con Vicente Montejano, que se quedó en España, son los últimos supervivientes españoles del lager de Karagandá.
 España se incorpora con retraso a la investigación sobre el exilio de sus ciudadanos a la URSS. Falta una investigación exhaustiva sobre exilio político y falta establecer cuántos republicanos españoles exactamente pasaron por el Gulag, afirma la historiadora Luiza Iordache. Muchos de los archivos están cerrados, como los del Comisariado del Pueblo sobre Asuntos Internos, señala la especialista, autora de una sólida investigación sobre los republicanos españoles en el Gulag.
A Karagandá, en la delegación española, viajaban Dolores Cabra, de la fundación Guerra y Exilio, el general Salvador Fontela, en representación de una fundación dedicada a la localización y repatriación de combatientes españoles y Alfonso Ruiz de Castro, de la hermandad de la División Azul.
Entre el grupo de familiares de presos llegados a Karagandá están los hermanos Ana y Elías Cepeda, cuyo padre, Pedro Cepeda, fue uno de los protagonistas del aventurado intento de fugarse dentro de un baúl en 1948. Los hermanos han escrito un libro a partir de la memoria de su padre titulado “Harina de Otro Costal”, a raíz de una frase atribuida a la líder del Partido Comunista de España, Dolores Ibarruri la Pasionaria en relación a Pedro Cepeda.
El monumento español y el estonio fueron inaugurados de forma consecutiva. En nombre de Estonia habló el ex presidente Arnold Rüütel, que hizo un discurso cargado de tonos políticos. “Aunque la Unión Soviética con su pasado delictivo ha dejado de existir, la Rusia de hoy oculta la historia relacionada con el Gulag y se niega a disculparse ante las naciones y los pueblos”, afirmó cargando sobre Moscú la responsabilidad del lager y formulando una larga lista de agravios. Rüütel dijo que las deportaciones que se llevaron a cabo tras la ocupación de los Bálticos “constituyen un delito contra la humanidad”. “Examinando la lista de las víctimas del gran terror, vemos que la región de Karagandá es una de las más siniestras de todas, y las listas de las víctimas incluyen incluso recién nacidos”, señaló.

http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/31/actualidad/1433105374_435029.html





España inauguró un monolito en recuerdo de españoles internados en Gulags


Karagandá (Kazajistán) 31 may (EFE). España inauguró hoy un monolito en memoria de los españoles que fueron confinados durante la era estalinista en el Gulags de Karagandá, centro de Kazajistán.
El acto coincidió con el Día de las Víctimas, el 31 de mayo, que los kazajos celebran anualmente desde su independencia de la ex Unión Soviética en 1991.
La conmemoración se celebró en la inmensa estepa donde están enterrados 7.700 personas, de 40 nacionalidades, según archivos de la antigua Unión Soviética.
De los 152 españoles internados en los distintos campos del Gulag 14 perdieron la vida en Spassk y Kok-Uzek, según la historiadora Luiza Iordache.
José María Bañuelos, uno de los "niños de la guerra" que logró salir de los campos de confinamiento, fue el único superviviente que asistió al acto.
El resto son descendientes de pilotos republicanos, divisionarios que lucharon con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y "niños de la guerra."
Los himnos de Estonia y España, los dos países que inauguraban monumentos, se escucharon en la estepa.
El embajador de España en Kazajistán, Manuel de Larrotcha, frente al monolito recién inaugurado destacó "la sinrazón de una época que truncó la vida de muchos seres humanos. Hoy quiero recordar a todos los españoles, sin excepción, que pasaron por los campos".
Larrotcha aseguró que hoy era el "día más importante" de su estancia como embajador en Kazajistán. "Rememorar la historia de estos hombres me emociona y reconforta", señaló.
En su alocución Larrotcha citó el documental "Los olvidados de Karaganda", patrocinado por el Ministerio de Asuntos Exteriores kazajo y realizado por la asociación Nexos Alianza, y que, según el embajador, fue el que dio a conocer internacionalmente este episodio.
El monolito fue bendecido por el nuncio de la Santa Sede, el español Miguel Mauri.
El alcalde de Karagandá, Nurmukhambet Abdibekov, aseguró que su país fue uno de los primeros en recordar a las víctimas de los campos de trabajos forzosos. EFE

http://www.elconfidencial.com/ultima-hora-en-vivo/2015-05-31/espana-inauguro-un-monolito-en-recuerdo-de-espanoles-internados-en-gulags_594433/

Siete españoles viajan a los gulags soviéticos en busca del pasado


Astana, 30 may (EFE).- Siete españoles llegaron hoy a Kazajistán para encontrarse con su pasado, anclado en el centro del país, en la estepa de Karaganda, donde se situaban varios de los campos de trabajos forzosos de Stalin, conocidos como los gulag soviéticos.
José María Bañuelos, de 84 años, uno de los "niños de la guerra" que fue trasladado a Moscú, es el único superviviente de los campos de Karaganda que está en condiciones físicas para afrontar un largo viaje en avión y autobús.
Bañuelos llegará el domingo, junto con el resto de los viajeros, a Spassk, uno de los campos donde fue confinado. Allí asistirá a la inauguración de un monolito, en recuerdo de los españoles que estuvieron confinados en los gulags.
El resto de los integrantes del grupo son hijos de divisionarios, españoles que lucharon junto a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial; descendientes de los "niños de la guerra", historiadores y miembros de fundaciones afines al tema.
Todos, de alguna forma, quieren recuperar sus raíces en un país donde kazajos y españoles compartieron frío, hambruna y necesidad bajo el régimen de Stalin.
José María Bañuelos, delgado, enjuto, se apoya en un bastón pero su paso es firme y decidido. Viaja solo "porque quería ver a algunos amigos que hice en los gulag o encontrarme con sus descendientes", señala.
El peregrinar de Bañuelos comenzó a los nueve años. Viajó desde Santurce (Bilbao) en el buque "Habana" a Francia y posteriormente a Leningrado, San Petersburgo, en la actualidad.
"Nos trataron bien, vivíamos en las llamadas casas para niños, que en realidad eran internados. Nos dieron una educación y durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las necesidades siguieron ocupándose de nosotros", recuerda.
Cuenta Bañuelos que la sequía que sufrió La Unión Soviética en 1947 causó más penurias que la Segunda Guerra Mundial. "La necesidad hizo que robara un mono y 200 gramos de pan. Me descubrieron y fui condenado a ocho años de trabajos forzados", comenta.
Bañuelos trabajó en los gulags próximos a los Urales, en una mina de sal subterránea. "Llegamos 3.000 presos. En la primavera quedábamos 600. Es ahí donde conocí a otros españoles, combatientes de la División Azul y pilotos españoles que se habían formado en la Unión Soviética, quienes por distintas razones se encontraban presos", rememora.
Bañuelos recorrió los gulags que había desde los Urales hasta Karaganda. "Cada seis meses los rusos te movían. No querían que hicieras amistades. En Karaganda estuve dos veces y conocí a divisionarios, republicanos, falangistas; todos nos llevábamos bien, éramos españoles, nos uníamos para sobrevivir, respetábamos la ideología del otro, aunque en esas circunstancias no era lo más importante", dice.
Inmaculada Rodríguez es hija de un miembro de la División Azul; Elías y Ana Cepeda, autora de "Harina de otros costal", libro que narra el intento de fuga de su padre de la Unión Soviética, y Luis Montejano son hijos de niños de la guerra igual que Natash Ramos, quien conoció a su padre cuando tenía 10 años.
Javier Madrid es nieto de Antonio Echurren, marinero del "Cabo Quilates", un barco de transporte de mercancías cuya tripulación fue detenida en 1941.
Echurren fue trasladado a varios gulags y en Spassk perdió la vida. Sus restos mortales se encuentran enterrados en una fosa común junto a los de otros 4.000 prisioneros.
Todos ellos, con distintas circunstancias, pero con un denominador común: acercarse a su pasado, tratar de comprender el horror y honrar a sus familiares en la inauguración de un monolito.
Los expedicionarios fueron recibidos hoy por el embajador de España en Kazajistán, Manuel Larrotcha, quien ha contribuido a que el deseo de visitar Karaganda se haga realidad.
El director general de archivos kazako, Marat Abcemeton, y la directora de archivos de la región de Karaganda, Janagul Tursinova, mostraron a los españoles los documentos donde figuran los datos de 152 españoles que fueron confinados en los gulags soviéticos.
Una copia de las fichas, escritas en cirílico, con los datos de los familiares de estos nueve españoles y de Bañuelos fue otro de los obsequios.
Inmaculada Rodríguez, hija de un divisionario, al recoger la documentación comentó: "treinta años hasta que he podido tener la foto de mi padre".
Ana Cepeda, asegura que tiene sentimientos encontrados: "es un viaje al interior, a tu pasado y es doloroso; sí me alegra que se haga justicia". EFE

http://www.kazesp.org/index.php?option=com_content&view=article&id=307:siete-espanoles-viajan-a-los-gulags&catid=1:noticias 



La opinión de la autora de este blog no coincide necesariamente con la existente en el material recopilado. Este es un blog de recopilación de datos, testimonios, artículos y otras publicaciones.  

1 de mayo de 2015

Historias de los vascos. 99/22 Spassk, marinos vascos en el gulag

A juicio del historiador y archivero ruso A. V. Elpátievsky, el destino de los marinos es uno de los menos claros en la historia de la emigración republicana en la Unión Soviética. Catorce de ellos eran vascos.

Un reportaje de Begoña Etxenagusia Atutxa - Sábado, 24 de Enero de 2015


El 23 de enero de 1947, Agustín Llona escribía esta carta a su familia desde un lugar llamado Espasca: Los españoles que nos encontramos en este campo de internados llevamos cinco años sin noticia alguna de nuestros familiares y a nuestros familiares supongo que os habrá sucedido cosa por el estilo a pesar de nuestros esfuerzos por comunicarnos. Llevamos diez años no pudiendo conseguir nuestra repatriación y los cinco últimos esclavizados, si no fuese una cosa tan delicada para un país que pregona tanto el bien hace mucho os habrían pedido nuestro rescate.
El campo de concentración de Spassk se encontraba cerca de la ciudad de Karagandá, en la república soviética del Kazajistán, donde las tempestades de nieve eran de tal magnitud que los presos cavaban túneles para poder comunicarse entre las barracas. Uno de estos presos, durante casi veinte años, fue Agustín Llona Menchaca, nacido en el caserío Chomin Chuena de Urduliz tal día como hoy, el 24 de enero de 1908. En su Hoja de servicios del personal de la Marina Mercante, consta que embarcó en Valencia como primer maquinista del vapor Conde de Abasolo, el 9 de enero de 1936: Cargamento de carbón Cardiff-Cartagena y Theodosia Cartagena y fruta de Valencia. Odessa. Desembarcado y hospitalizado en Odessa el 23.4.1937 por enfermedad y sin posibilidad de regresar a su patria España en contra de su voluntad hasta el 22.10.1956.
Tras su hospitalización, Agustín Llona residió en la casa infantil de Odessa, bajo un régimen de libertad vigilada al igual que un grupo de marinos mercantes, en su mayoría del Cabo San Agustín, que en 1939 había quedado bloqueado por orden de las autoridades soviéticas en Feodosia (Mar Negro). Alicia Alted Vigil, en su estudio El exilio español en la Unión Soviética, asegura que a estos marinos se les ofreció la posibilidad de regresar a España o permanecer en la URSS. Las autoridades soviéticas devolvieron a España vía Turquía a la mayoría de sus miembros antes del final de la Guerra Civil, pero a juicio de la investigadora Luiza Iordache los titubeos franquistas y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, imposibilitaron que se encaminasen todas las repatriaciones solicitadas. Finalmente, Lavrenti Pavlovich Beria, comisario del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), ordenó el 26 de junio de 1941 el internamiento de los marinos españoles en el campo de concentración número 5110/32 de Norilsk, cerca del Círculo Polar Ártico. La negativa de los marinos a aceptar permisos de residencia en sustitución de sus pasaportes nacionales y el rechazo mostrado por el grupo a trabajar en la Unión Soviética pudieron influir en esta decisión, ya que ambas actitudes eran juzgadas como antisoviéticas.
De cárcel en cárcel Los marinos llegarían a Norilsk en octubre de 1941, tras un interminable recorrido por cárceles como la de Jarkov y Novosibirsk y campos de concentración como el de Krasnoiarsk. En Norilsk, fallecerían los marinos vascos Eusebio Olarra Basarrate y José Azcueta Echevarría, que se suicidó el 31 de diciembre de 1941. Secundino Serrano, en su libro Españoles en el gulag, reseñado en este mismo periódico por Yuri Álvarez, destaca que Julián Zarragoitia Bilbao fallecería en septiembre de 1942 en el campo de Krasnoiarsk, cuando los marinos completaban la ruta inversa que los conduciría finalmente al complejo de campos de concentración de Karagandá, donde llegarían entre el verano y el otoño de 1942. En noviembre se les unirían el grupo de aviadores españoles de Kirovabad y el maestro Juan Bote García. Posteriormente, en marzo de 1943, serían trasladados al campo de Kok-Usek, ubicado entre Karagandá y Spassk, donde los aullidos de los lobos que merodeaban por las alambradas del campo en busca de comida los mantendrían despiertos noche tras noche. Infracciones como el robo de tres patatas o de un trozo de pan eran castigadas con prisión. Como medida de castigo se les proporcionaban 100 gramos de pan y un plato de sopa de agua sucia con coles como único alimento, una vez cada tres días.
Agustín seguía enviando misivas desde la estafeta postal 99/22 Spassk: Desde que terminó la guerra no paran las autoridades locales de prometernos nuestra repatriación a plazos cortos que nunca se cumplen, menos mal que del campo ya últimamente sale la gente para sus patrias por las que podréis tener noticias nuestras, e incluso a nosotros, pero temo que no sea así y que pretendan liberarnos a alguna ciudad dentro de Rusia, por lo que os rogamos hagáis lo que esté de vuestra parte para conseguir nuestra repatriación. En efecto, los testimonios proporcionados por el repatriado ingeniero francés M. Francisque Bornet, o la francesa Madeleine Clement, confirmaban que aún quedaban ciudadanos de la República Española encerrados en los campos de concentración soviéticos. En marzo de 1948, el Movimiento de Liberación de España de la Confederación Nacional del Trabajo (MLE-CNT) publicaba en Toulouse ¡Karaganda! La tragedia del antifascismo español. Por su parte, la Federación Española de Internados y Deportados Políticos (Fedip), con residencia en Francia, iniciaba una campaña internacional en la cual solicitaba al secretario general de la ONU, Trygve Lie, que se movilizase en favor de la liberación de los presos republicanos en la Unión Soviética. En Karaganda fallecerían los marinos vascos Guillermo Díaz Guadilla, Elías Legarra Bolumburu, Antonio Echaurren Ugarte, Secundino Rodríguez de la Fuente y la maestra Petra Díaz de Cuesta y Alonso. 

La Fedip envió el 21 de enero de 1948 una misiva al presidente del Gobierno de Euzkadi en Francia con el objetivo de que su Gobierno en el exilio fijase públicamente su disconformidad por el incorrecto proceder de parte de las autoridades soviéticas. Así mismo, solicitaban al lehendakari Agirre que su Gobierno rompiese toda relación oficial con el Partido Comunista de Euzkadi. José Antonio de Aguirre les comunicó que ya habían intervenido hacía tiempo sobre el caso de Agustín Llona, sin obtener resultado alguno al respecto. En ningún momento hizo mención a la posible afiliación de Agustín al PNV, pero su hermana Dolores, en una carta enviada a José Ester Borrás, secretario de Información de la Fedip, afirmaba tal y como consta en los archivos de esta organización depositados en el International Institute of Social History de Amsterdam (IISH) que: Jamás le oímos hablar de política únicamente se distinguía en sus conversaciones como un defensor de los derechos humanos, precisamente de los que con ironía le priva el destino.
“Farsa”, según el PCE La Diputación Permanente de las Cortes españolas, reunida en dos ocasiones en París, acordó trasladar oficialmente la cuestión de los internados al Gobierno republicano en el exilio a pesar de las afirmaciones vertidas por dirigentes del Partido Comunista Español (PCE) como Antonio Mije que no dudaban en calificar como una farsa el tema de Karagandá. El 22 de mayo de 1948, coincidiendo con la celebración de esta segunda sesión, se inició el traslado de los supervivientes españoles a Odessa, donde fallecería José Pollán Ozaento en 1949. La intención era liberar a los supervivientes entregándolos al consulado franquista en Estambul (Turquía), como ya había sucedido anteriormente con el otro grupo en junio de 1939, pero la Fedip acusó al PCE de impedir la liberación del grupo. Tras rechazar la única posibilidad que les ofrecieron las autoridades, consistente en firmar una carta publicada posteriormente en el diario Trud (órgano de los sindicatos soviéticos), que implicaba su compromiso a residir en territorio de la URSS y aceptar posteriormente la nacionalidad soviética, la situación de Agustín Llona volvería a complicarse. 

Tal y como relata Luiza Iordache en su libro Republicanos españoles en el gulag (1939-1956), mientras permanecían en Odessa el maestro Juan Bote García, el piloto Francisco Llopis y el propio Agustín Llona conformaron una comisión que se presentó frente al capitán Wilner para mostrar su indignación ante un artículo publicado por la revista Temps Nouveaux (la edición del diario Trud de Moscú). En el artículo titulado Impudence des ennemis du peuple espagnol, firmado por N. Miklachevski, se afirmaba que los republicanos españoles que habían llegado a la Unión Soviética y se habían quedado en su país, nunca habían sido internados ni detenidos en los campos. En junio de 1949 serían recluidos en la cárcel de Odessa y meses más tarde, en febrero de 1950, se dictó la sentencia que estipulaba una condena de 25 años de destierro para todos ellos, tal y como consta en los archivos de la Fedip.
En este último emplazamiento en Vozdvizhenka (Siberia), nacerían Isabel y Dolores; las dos hijas de Agustín Llona y su esposa Agnesa Markel Franz, natural de Zarrekovich (Crimea), también prisionera en Rusia alrededor de veinte años. Juan Bote, que permanecía soltero, así como los otros dos condenados con sus respectivas familias, compartían una habitación en un barracón de madera, separados por grises cortinas que se corrían de noche y se abrían de día para facilitar la vida en común. En el exterior, una inmensa explanada repleta de nieve.
El 22 de octubre de 1956, Eleuterio esperaba la llegada al puerto de Valencia de la segunda expedición de la motonave Krym, en la que viajaba su hermano Agustín. Tal y como narraron las crónicas de la época en el diario Imperio, el primero en desembarcar a las 2.35 de la tarde, fue Isaías Albistegui Aguirre, de treinta y dos años y natural de Eibar, mientras sonaban en los altavoces del barco los acordes de las Danzas del príncipe Igor y algún pasodoble. Atrás quedaban aquellos años de encierro que a través de diversas cartas dirigidas a Agustín, seguiría recordando Juan Bote: Amigo mío, ¡nos veremos! Y echaremos un día juntos los pies por alto, recordando los tiempos en que los tuvimos atados.
De los catorce marinos vascos, según los datos proporcionados por Luiza Iordache y Secundino Serrano, nueve fallecieron durante su reclusión, dos desaparecieron sin dejar rastro y uno de ellos probablemente decidió quedarse en la Unión Soviética. Entre los dos que consiguieron volver a su patria encontramos a Pío Ispizua Imatz, primer maquinista del Cabo San Agustín y al propio Agustín Llona Menchaca.